Se escuchan aún las noticias “desde el lugar de los hechos”. Siguen buscando la razón de la sinrazón. Sigue el discurso oficial y la réplica de la oposición. Siguen los adjetivos calificativos que desde siempre la clase política de uno y otro lado tratan de generar opinión a favor y en contra. Siguen las razones, frente a arengas con proclamas que encienden pasiones y no invitan al análisis, a la reflexión, sobre un tema y problema que trasciende el decir, el sentir de los protagonistas que piden y sienten una palabra que encierra mucho contenido: respeto, no tolerancia, reconocimiento de un derecho universal y no conmiseración.
Existen unos versos de Silvio en su Oda a mi generación que bien podrían ajustarse a la reflexión de estos días:
“…me tocó nacer en el pasado
y que no volveré.
Es por eso que un día me vi en el presente,
con un pie allá, donde vive la muerte,
y otro pie suspendido en el aire, buscando un lugar,
reclamando tierra de futuro para descansar.
Así estamos yo y mis hermanos,
con un precipicio en el equilibrio
y con ojos de vidrio.”
(Silvia Rodríguez. Oda a mi generación)
Lo sucedido en estos días en nuestra Amazonía forma parte de las contradicciones que aún tenemos parte de la historia del Perú y como saldo de años de violencia, de años de discursos efectistas dirigidos a los sentimientos antes que a la razón, antes que a la búsqueda de la igualdad, del respeto al otro, del reconocimiento de derechos y deberes ciudadanos, de la equidad en épocas de modelos económicos que postergan el desarrollo humano ante el atractivo del desarrollo para la explotación de las riquezas naturales antes que centrado en la persona.
Discursos sobre valores, ciudadanía, inclusión, calidad educativa, suenan “huecos” sin contenido, cuando nos encontramos frente a una realidad que aún tiene “cuentas por saldar” en donde la evidencia del derecho de Estado se levanta para sojuzgar cualquier voz discordante. Y desde los partidos políticos se sigue transmitiendo los clásicos modelos tradicionales de discurso elocuente, pero vacíos de contenidos, renuente de lugares comunes para la platea y el aplauso fácil y el “seguidismo” infructífero, aunque se quieren revestir, de una identidad distinta, pero que al final del camino sirven al mismo dueño: el poder de unos sobre otros. Todo esto en nombre de la democracia, de una identidad nacional sin raíces, que una vez en el poder, justifican por todos los medios y fuerza, las medidas para sojuzgar al contrario.
Recurro, buscando una luz para caminar en esta nueva coyuntura que se agita, a un libro de nuestro teólogo Gustavo Gutiérrez, “Dios y el oro de las Indias” – siglo XVI (Centro Bartolomé d las Casas – CEP. Lima, 1995), cuando en la Introducción nos dice refiriéndose al quinto centenario del “encuentro (o desencuentro), inesperado para unos y para otros, entre los pueblos del territorio que hoy se llama América y aquellos que vivían en Europa. Ese acontecimiento es considerado un descubrimiento por quienes ven la historia desde el viejo continente (así lo llaman ellos mismos); de encubrimiento lo califican otros pensando precisamente en una historiografía hecha con evidente olvido del punto de vista de los habitantes del pretendido nuevo mundo. Enfrentamiento habría que llamarlo según los testimonios de la época.” Cambiando circunstancias de la época y actores y reemplazándola por los de hogaño, apreciamos que está latente aquello que antaño el sermón del fraile dominico Antón de Montesinos denunció. “ Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muerte y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quién los doctrine y conozcan a su Dios y criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?…” (Op.Cit.).
Desde entonces hemos larvado esta denuncia sin respuestas integrales y se siguió postergando en la Emancipación y la República hasta nuestros días, guardando las formas, los temas, y las decisiones políticas. La Constitución tiene una “interpretación auténtica” (herencia del fujimorismo) según sea qué se quiera obtener. Los unos y los otros defienden con ropaje diferente; unos al referente del capital en el altar de la globalización y de la economía del mercado; y los otros, en aras de “servir” a los pobres y darles voz a quienes no la tienen. Ambos tienen una percepción particular del derecho. Estereotipos diversos. Poses impostadas. Ejercicio del derecho según sea el protagonismo y la hegemonía ideológica a quien servir. Nadie piensa en la persona, en sus derechos, en su cultura, en su educación.
“Matanza absurda”; “Gobierno inepto”, “García cree que pelea una guerra”, “No a la violencia fraticida entre peruanos” “Los nativos viven la mayor discriminación de su historia”,”Diálogo y no violencia” (LA REPÚBLICA, 07.06.09). ¡Barbarie!, “Policías fueron degollados cruelmente por indígenas” (PERÚ, 21. 07.06.09). “Se ensañaron con 9 policías rehenes”, (EL COMERCIO. 07.06.09). Mutilarona a 9 policías más. (EXPRESO.07.06.09), ¡VACANCIA!, ¡Vete García!, “Los arrojan a los ríos” (LA PRIMERA.’07.06.’09)… Fueron algunos titulares que uno puede leer en los puestos de los diarios y cómo la gente comenta en voz baja, pero no toma posición. Paradoja, sí se comenta en voz alta sobre el partido de fútbol de esa tarde del domingo 7 que la selección peruana sostendrá en Lima contra la selección de Ecuador. Se comenta los titulares como “Sólo nos queda jugar por el honor” “¡A bajarlos del árbol”, “Selección sale en defensa de su honor”… Esa es la reacción del público de la capital, del que tiene tres soles y del que tiene cincuenta céntimos para comprar un diario. Del que se informa leyendo al paso y del que escucha radio y ve la TV. Indiferencia por los problemas sustantivos de la realidad política nacional y atención superlativa por algo intrascendente para la vida nacional de un deporte ganado por el mercado y reflejo de un modelo económico neoliberal al que nadie le pone reparos.
Estos dos estados de ánimo, al inicio de semana, son reflejo del momento que pasa el país. Se asemeja a la lucha política de antaño en donde habían muertos, heridos en las lídes electorales y se llegó a acuñar el dicho “pisco y butifarras”, hasta la famosa frase aquella incidental de nuestro novelista Vargas Llosa en su novela Conversación en la Catedral ¿En qué momento se jodió el Perú?, que como decía Milla Batres, editor, a inicios de 1990, “parecería una frase arrancada con violencia agresiva de la entraña del Perú actual, pero su contenido se ahonda en la profundidad histórica de hace 500 años en que colapsa la sociedad andina como consecuencia de la invasión española de Cajamarca (1532)… que es el punto de arranque de la explotación, vejamen y frustración de la sociedad peruana.” En este libro se reúnen una serie de ensayos importantes que tratan de explicar las causas que han impedido el justo desarrollo del pueblo peruano, sumido en la postración y la miseria y también el fracaso revolucionario desde el siglo XVIII en que pudo y debió producirse nuestra independencia política y económica…, en que pese al esfuerzo aislado de los hombres y generaciones brillantes no se llegó a estructurar un gran programa nacional que cambiara el destino del Perú.((Editorial Milla >Bartres. En qué momento se jodió el Perú. Lima, mayo 1990).
El silencio elocuente y cómplice de lo que hoy debería ser una línea a seguir en educación, en las aulas de todas las escuelas, nos deja perplejos. Las reacciones distintas que percibimos en la sociedad es que existe una ausencia total de educación de la identidad nacional. ¿Dónde están los valores patrios, dónde están las enseñanzas para una ciudadanía, dónde la enseñanza crítica de la historia, de las tendencias económicas, dónde el conocimiento de las ideas pedagógicas genuinas? ¿Dónde encontramos además del discurso una real educación para la interculturalidad? ¿Dónde estás educación inclusiva, hoy de moda y que ha desplazado a la educación integral? ¿Dónde estás equidad que no se siente? ¿Dónde estás solidaridad que se te extraña? ¿Los educadores hemos sembrado en el desierto? ¿Formamos alumnos complacientes, espectadores, fanáticos de los Jonas Brhoters, de Hanna Montana, de Mc Donals, de Pizzas Hut, de Fox Sports, del mercado mondo y lirondo?
Pareciera que sí. Pareciera que poco hacen quienes en los cursos de capacitación-actualización, lo hacen ex cátedra sin pensar que pertenecemos a una cultura, a una realidad, a una región diferente, que tenemos pocos años transitando en la vida republicana, que necesitamos más democracia, más derechos humanos, más desarrollo centrado en el hombre y no sólo en la rentabilidad.
Por ello hoy causa fastidio, rechazo por ser una pose hipócrita escuchar decir “hermanos amazónicos” cuando la palabra hermano al referirse a ellos, tiene una connotación de misericordia, de “pobrecito”, de minusválido. Son peruanos amazónicos, como los peruanos andinos, los peruanos de la costa. Esta muletilla de “hermanos amazónicos” tiene una connotación de dependencia, de protección, de minusvalía, que se presta a la utilización, a la negación de lo que pueden hacer y lo hacen como personas. Por ello apreciar en los medios que determinados políticos “escoltando” a los líderes amazónicos, susurrándoles al oído, poco servicio les hacen, pues la trayectoria de ellos tiñe cualquier acción del desarrollo de un liderazgo diferente, fruto de una cultura que debemos respetarla y saber convivir con ella. El antropólogo P. James Reagean nos dice refiriéndose a los aguarunas o awajun (grupo mayoritario en la parte nororiental del Perú) “Son un pueblo tradicionalmente guerrero, para ellos su tierra y su ambiente lo es todo”.(EL COMERCIO.07.06.09). Ya en los sucesos de Uchuraccay también nos hablaron de los iquichanos, pertenecientes a la nación de Iquicha (provincia de Ayacucho de 1827) y su rebeldía al extremo que entonces se rebelaron pidiendo que se retornara al régimen monárquico. ¿Los conocimos antes que ellos cometieran el asesinato de 8 periodistas en Uchuraccay? ¿Conocemos esas naciones y su cultura? ¿Cuántos responsables de la política educativa tienen en cuenta esto cuando forman a los docentes en su lengua y en quienes estandarizan las normas educativas para sus escuelas sin tener en cuenta la diferencia?
En el libro citado en su artículo correspondiente Luis Guillermo Lumbreras nos dice “El Perú ha llegado, a este final del siglo XX, con una crisis acumulada cuyo signo más característico es el deterioro de todas las instancias de relación entre las gentes. Hay una visible quiebra entre el país formal y el país real, de modo que lo que se dice no es lo que tiene que hacerse y lo que se hace no tiene que sujetarse a ningún otro juicio que el de las circunstancias y sus actores. Esta situación cruza todas las instituciones e implica a todas las personas. Dicho de otro modo, no existen reglas de juego establecidas y las que existen no están sujetas a obediencia necesaria.” (ESBOZO DE UNA CRÍTICA DE LA RAZÓN COLONIAL). Certeras palabras que nos golpean hoy. ¿Qué hicimos para reflexionar desde los contenidos de la educación oficial sobre esto? Nos hemos pasado cogiéndonos de cuanta moda pedagógica surgió en el camino, pero no les dimos el contenido y enfoque peruano, nacional. Es evidente que seguimos hablando de los “serranos” para referirnos a nuestros compatriotas del ande, de “hermanitos nativos” a quienes antes se llamaba chunchos (palabra quechua que significa salvaje) cuando hablamos de los peruanos auténticos naturales de la selva, de “costeños” a los que habitan en la costa, de mestizos sea cual fuere su procedencia. Y con ese criterio se sigue planificando la educación nacional. ¿Cómo se concreta la interculturalidad, más allá de los documentos oficiales, en el día a día? ¿Nadie recuerda que en conformidad con la idea republicana que subyace a la independencia, el libertador San Martín prohibe hablar de “indios” o “indígenas” – en adelante, todos habrían de ser considerados iguales, es decir, “peruanos” y con los mismos derechos (Contreras y Cueto ²2000, 76; Basadre, 161)? ¿De dónde salió aquello de “hermanos, hermanitos” amazónicos? ¿Complejo de superioridad?
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Quienes diseñan hoy la política educativa nacional deberían leer a nuestros académicos o asesorarse con ellos para tener una visión de país ajustada a la historia, a su geografía, a su cultura. Y tendrá que aceptar como dice Lumbreras que “este desajuste no es, por cierto, totalmente nuevo; es parte de un proceso largo que ha ido definiendo los términos de referencia de las relaciones sociales en el Perú. Sus signos y alcances, hoy, sin embargo, sí son nuevos y le dan a la crisis el carácter de gravedad que tiene. El resultado es la desconfianza generalizada, por un lado, y la violencia como forma de establecer reglas de juego que suplan las que aun existiendo no funcionan.” (Op.Cit).
La agresión contra el pueblo amazónico y sus organizaciones, sin duda, nos ha removido a todos la conciencia. Esperemos que el gobierno y los políticos tengan la ponderación necesaria para encontrar los cauces necesarios y convenientes que debe regir toda política de estado con relación a la interculturalidad y la inclusión.. No es con la verborrea altisonante, ni con bravatas, que se podrá construir la integración nacional. No se saquen beneficios políticos de los sentimientos de exclusión y marginación de las comunidades amazónicas. Debe ser un trato igualitario en lo ciudadano y de respeto a su cultura ancestral, que es la de todos los peruanos. Desterremos el tratamiento lastimero de llamarlos “hermanos amazónicos” y démosles el tratamiento que todos los ciudadanos peruanos tenemos. No sigamos estableciendo diferencias, cuando pregonamos igualdad, equidad, solidaridad, democracia, libertad.
Que este suceso luctuoso permita que saquemos enseñanzas positivas. Muchos de los policías caídos pertenecen también a nuestro pueblos, los hay andinos, costeños, mestizos. La muerte de todos ellos nos duele sin diferencias. Eduquemos mirando nuestra cultura, nuestro país y respondamos con una educación no sólo de calidad, sino que sea auténticamente intercultural, no como favor sino por ser un derecho. Y el derecho obliga. No miremos con “ojos de vidrio estando en el precipicio”. Existe una cosmovisión amazónica que los costeños, andinos y mestizos no conocemos, una historia de una antigua civilización, en donde su naturaleza es cultura en donde los monumentos valen más que los documentos. “Al carecer su lenguaje de escritura, conocemos a los aztecas y a sus predecesores, como los incas y los preincas, por sus imágenes pintadas o esculpidas y por todo aquello que ha salido de sus manos. Estos documentos nos dicen poco, pero no nos engañan. El hombre es lo que es su trabajo, sobre todo el artesano” (P.André-Vincent o.P. Derecho de los Indios y Desarrollo en Hispanoamérica..Ediciones Cultura Hispánica-Madrid.1975). No seamos indiferentes ni políticos de coyuntura y plazuela ante un tema de trascendencia para nuestra identidad diversa e intercultural. No se siga hablando de educación inclusiva, cuando en la práctica sigue la exclusión, no sigamos hablando de educación intercultural, cuando nuestro currículo es excluyente, no sigamos hablando de total cobertura, si no se puede responder con modelos de escuela occidental a las demandas de estas poblaciones excluidas. Aceptemos de una vez por convicción que somos un país intercultural, multilingüe. Las señales que se están dando en estos días por los medios en lugar de llamar a la reflexión, azuzan sentimientos y resentimientos. Seamos serios y menos hipócritas y dejemos de banalizar sucesos que tienen que ver en profundidad con el discurso político y su manera de ser consecuente. La acogida y el compartir con el otro es un proceso y está lleno de gestos. Empecemos de una vez.
(13.06.09)
Etiquetas: Amazonia, derechos humanos, desarrollo, indígenas, interculturalidad, nativos, Política educativa, riquezas naturales, violencia
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