Trudy Wallace,
Winifred E. Stariha
y Herbert J. Walberg
SERIE PRÁCTICAS EDUCATIVAS – 14
—————————————————————
6. Cómo mejorar las destrezas para escuchar
Proporcione oportunidades para escuchar con detenimiento y concentración. Las destrezas para escuchar son esenciales en el aprendizaje, ya que permiten a los estudiantes adquirir puntos de vista e información, así como obtener logros en la comunicación con los demás. La vida dentro y fuera de la escuela brinda muchas oportunidades para escuchar, aunque algunos no logran adoptarlas, porque dejan que sus mentes divaguen, o porque se concentran en lo que ellos quieren decir, en vez de en lo que dice el orador.
Los maestros pueden mostrar a los estudiantes por qué ser un buen escucha es útil y, en algunos casos, crucial. Cuando no hay concentración al escuchar, se pueden suscitar disputas y problemas innecesarios. Como en el caso de los médicos, escuchar atentamente y formular preguntas puede, incluso, salvar vidas.
Las destrezas para escuchar pueden mejorarse y evaluarse si a los estudiantes se les formulan preguntas acerca de lo que han escuchado. Ya sea que se les pida practicar tomando notas, o formular preguntas acerca de los hechos y deducciones que puedan extraerse de las mismas. Se les puede enseñar a reconocer la diferencia entre las ideas principales y las incidentales, o entre la información principal y la secundaria.
Los estudiantes pueden beneficiarse también de la práctica para identificar el propósito de las presentaciones orales u otra información que escuchen. Resulta útil que se les enseñe a fijar objetivos para lo que quieran aprender, a partir de una presentación, y monitorear el grado en que hayan alcanzado sus objetivos.
Los estudiantes pueden aprender a escuchar selectivamente para obtener tipos de información específica, así como el propósito principal, los temas, los detalles o cualquier otra implicación. Su destreza para identificar información esencial puede ser evaluada en presencia de materiales irrelevantes o distracciones, tal como puede suceder en la vida adulta.
7. Colaboración frecuente
La colaboración con los compañeros de clase fomenta las competencias comunicativas. Tal como sucede en la vida adulta, los estudiantes pueden compartir entre sí conocimientos e ideas que les ayuden a resolver problemas.
Trabajar de manera conjunta en equipos de trabajo pequeños contribuye a que los estudiantes compartan ideas significativas.
En ocasiones es útil permitir que los estudiantes que integran un equipo lleven a cabo investigación individual, pero es necesario que el equipo utilice los elementos individuales sin excepción, formando un todo, para escribir o presentar un reporte que dependa de cada aporte individual. De esta manera, los estudiantes pueden aprender un tema y destrezas para investigar, exponer y relacionarse óptimamente con los demás. Incluso pueden descubrir asociaciones inesperadas, pero valiosas entre varios aspectos de un tema.
Al trabajar en parejas, en tríos o en equipos más grandes se facilita la comunicación más frecuente y profunda. En un grupo de 30 personas, por ejemplo, se espera que un estudiante hable solamente una trigésima parte del tiempo. En un equipo de dos estudiantes, uno de ellos podrá hablar la mitad del tiempo y escuchar la otra mitad, de tal suerte que tanto hablar como escuchar puede centrarse en lo que los estudiantes necesiten saber o deseen investigar.
Nada de esto significa que los maestros deban jugar un papel pasivo. Al contrario, pueden explicar lo que se espera de la práctica y mostrar ejemplos correctos e incorrectos. Con la práctica, los estudiantes podrán corregirse entre sí.
8. Destrezas de escritura
Los estudiantes principiantes pueden beneficiarse al aprender y practicar una destreza a la vez. La escritura es el producto final de diferentes actividades aisladas que entrañarían un enorme reto si tuvieran que aprenderse simultáneamente.
Estas actividades aisladas consisten en tomar notas, identificar la idea central, hacer resúmenes, borradores y correcciones. Tanto los jóvenes como los adultos pueden considerar desalentador el bloqueo que produce la “página en blanco”, si es que deciden trabajar con más de una de estas actividades al mismo tiempo. Es difícil comenzar a escribir un reporte, por ejemplo, sin una idea central o sin notas que la sustenten. A menudo, entre más detallado sea un resumen, la escritura será más fácil. Con frecuencia, mucha gente piensa que puede terminar más rápido si escribe primero un borrador apresurado y después lo corrige y revisa.
Tener diferentes niveles de destrezas en computación puede afectar la escritura de los estudiantes. Algunos pueden ser rápidos con el teclado, mientras que otros probablemente no sepan dónde colocar los dedos. Como en otras actividades de escritura, tal vez valga la pena aprender a escribir y practicar con el teclado por separado, antes de utilizarlo para llevar a cabo actividades de escritura importantes. Aunque la investigación no es definitiva, al parecer, las computadoras pueden ser tanto perjudiciales como útiles para aprender a escribir. Algunas experiencias sugieren que una apariencia clara de las palabras en la pantalla de la computadora puede hacer creer a los estudiantes que no hay ningún problema con sus textos, incluso si existen errores de lógica, gramaticales o de redacción.
Por otro lado, las computadoras pueden hacer reacomodos de enunciados, párrafos u otras versiones de manera más sencilla. De igual manera, algunos de los programas más recientes pueden identificar errores ortográficos y gramaticales, y sugerir correcciones.
9. Grandes escritores
Motive a los estudiantes a alcanzar buenas –incluso excelentes– destrezas de escritura. Tal como sucede con eminencias en otras áreas, con frecuencia los grandes escritores no sólo han tenido su propia habilidad para escribir, sino también una motivación muy importante, padres que los apoyaron, maestros que los inspiraron, literatura informativa y experiencias directas, así como interacción frecuente con compañeros hábiles y buenos escritores. Si bien sólo uno de cada cien mil o cada 10 millones puede lograr la cualidad de gran escritor por su influencia y por su permanencia, es posible motivar a todos los estudiantes a escribir lo mejor que puedan.
Así pues, los padres que escriben y que motivan, guían y muestran interés en la escritura de sus hijos, pueden ser de gran utilidad. Desde las bibliotecas, los intercambios o adquisiciones podrán proporcionar a sus hijos revistas, libros y otros materiales estimulantes, así como experiencias interesantes para comentar con ellos.
De manera similar, los maestros no sólo dirigirán clases amenas, sino que también motivarán a todos los estudiantes a que se conviertan en mejores escritores, también podrán identificar escritores talentosos para proporcionarles una motivación y lecciones más enfocadas.
Para convertirse en mejores escritores es necesario que los estudiantes lean buena –incluso excelente– literatura, que sirva de modelo para sus propios esfuerzos. Oír y leer acerca de las vidas de grandes hombres y mujeres escritores y de cómo desarrollaron sus talentos, también puede estimularlos. Los contactos directos con escritores profesionales –novelistas y periodistas– pueden ser alentadores. Informarse y descubrir son actividades que inspiran también a la gran escritura. Si existen temas en los que una persona se interese profundamente, ya sea por interés personal o por investigación, esto será decisivo para una buena redacción e incluso hacer que se siga el camino de una vida dedicada a la escritura.
Conclusiones
Las sugerencias proporcionadas en este folleto han demostrado ser útiles en la investigación y la experiencia en la enseñanza de la escritura. Los maestros preocupados por la lectura y la escritura probablemente tengan ideas válidas que deseen expresar. Esperamos que los principios delineados de manera sucinta en este breve folleto produzcan ese intercambio.
Además de compartir ideas, el progreso real requiere que las ideas que se llevan al salón de clase se pongan en práctica. Compartir ideas acerca de cómo llevar esto a cabo entre educadores y otros profesionales también puede ser crucial.
Referencias
Ayres, J.; Hopf, T.S. 1990. The long-term effect of visualization in the classroom: a brief research report. Communication education (Annandale, Virginia), vol. 29, 75-78.
Berko, R.; Wolvin, A.; Wolvin, D. 1995. Communicating: a social and career focus, 6th ed. Boston, Massachussetts: Houghton Mifflin. Burke, J. 1999. The English teacher’s companion. Portsmouth, New Hampshire: Heinemann.
Clinton, B.L. 1992. Informative communication instruction: an application of theory and research to the elementary school classroom. Communication education (Annandale, Virginia), vol. 41, 54–67.
Coakley, C.G. 1997. Teaching effective listening: a practical guide for the high school classroom, vol. 1. Sonoma, California: Coakley Communication Connection.
Dewey, J. 1933. How we think: a restatement of the relation of reflective thinking to the educative process, rev. ed. Boston, Mssachussetts: D.C. Heath.
Doughty, C.; Williams, J., eds. 1998. Focus on form in classroom secondlanguage acquisition. Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press.
Haller, E.; Child, D.; Walberg, H.J. 1988. Can comprehension be taught: a quantitative synthesis. Educational researcher (Washington, DC), vol. 17, núm. 9, 5-8.
Hillocks, G. 1986. Research on written composition: new directions for teaching.
Urbana, IL: Clearinghouse on Reading and Communication Skills/National Conference on Research in English. (ED 265 552).
Hopf, T.S., et al. 1995. Does self-help material work? Testing a manual designed to help trainers construct public speaking apprehension reduction workshops. Communication research reports (Fairfax, Virginia), vol. 12, 34-38.
Hunsaker, R.A. 1990. Understanding and developing the skills of oral communication: speaking and listening, 2nd ed. Nueva York, Nueva York: Harper Collins.
International Listening Association. 1995. An ILA definition of listening. ILA listening post, vol. 53, p. 4.
Jensen, J.M. 1993. What do we know about the writing of elementary school children? Language arts (Urbana, IL), vol. 70, 290–94.
Long, M.; Robinson, P. 1998. Focus on form: theory, research and practice. En: Doughty, C.; Williams, J., eds. Focus on form in classroom secondlanguage acquisition. Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press.
McMahan, E.M.; Rogers, K.L. 1994. Interactive oral history interviewing. Hillsdale, NJ: Lawrence Erlbaum.
Oxford, R. 1997. Co-operative learning, collaborative learning,and interaction: three communicative strands in the language classroom. Modern language journal (Madison, WI), vol. 81, núm. 4, 443–56.
Tierney, R.; Shanahan, T. 1991. Research on teaching reading writing relationship: interactions and outcomes. En: Pearson, D., et al., eds.Handbook of reading research, vol. 2, 245–80. Nueva York, Nueva York: Longman.
Van Lier, L. 1996. Interation in the language curriculum. Nueva York, Nueva York: Longman.
Walberg, H.J.; Fredrick, W.C. 1992. Extending learning time. Washington, DC: U.S. Department of Education, Office of Educational Research and Improvement.
Walberg, H.J. 1994. Homework. In: Husen, T.; Postlethwaite, T.N., eds. International encyclopedia of education, 2a., ed. Oxford, Reino Unido: Pergamon.
Wallace, T. 1993. Chicago Public Schools Evaluation of the Paideia Program. In: Waldrip, D.R.; Marks, W.L.; Estes, N., eds. Magnet school policy studies and evaluations, p. 477–515. Houston, Texas: International Research Institute on Educational Choice.
Wallace, T.; Walberg, H.J. 1987. Personality traits and childhood environments
of eminent essayists. Gifted child quarterly (Washington, DC), vols. 31, núm. 2, 65-69.
Wallace, T.; Walberg, H.J. 1995. Girls who became famous literalists of the imagination. Roeper review (Bloomfield Hills, MI), vol. 18, núm. 1, 24-27.
Deja una respuesta