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Aprender a ser

25 junio 2013

Por. Gabriela Fernández Panizza/
Publicado en «Espejos del Alma», Arte, cultura y sociedad de la Patagonia.
Año 2 – Número 11 – Abril 2000

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«La sociedad demanda de la escuela que forme personas íntegras y buenos ciudadanos, que eduque para la vida plena de cada uno y de todos, y que lo haga conforme a su dignidad de persona y a las necesidades del mundo de hoy»
(Ministerio de Cultura y Educación de la Nación, Contenidos Básicos Comunes para la Educación General Básica, Introducción al Area de Formación Etica y Ciudadana)

Cambia. Todo cambia. Todo cambia muy rápidamente. Los cambios acelerados de este fin de milenio con relación a los avances tecnológicos que han modificado el acceso a la información y los cambios socio político a nivel mundial, van modificando también nuestra forma de vida, nuestras creencias, nuestras costumbres y nuestros valores.

La escuela, encargada de formar a quienes serán los protagonistas del porvenir, debe replantearse sus objetivos, a la luz de los nuevos paradigmas, tanto como los contenidos que deberá transmitir y los métodos más eficientes para hacerlo.

Ya en 1993, la UNESCO constituyó una «Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI», cuyo cometido fue el de proceder a una reflexión innovadora sobre la forma en que la educación podrá hacer frente a los retos del porvenir, ya que «…la educación constituye una de las armas más poderosas de que disponemos para forjar el futuro…» El informe que presentó dicha Comisión basa sus recomendaciones para el diseño de las políticas educativas a nivel mundial en cuatro pilares fundamentales:
aprender a conocer, aprender a actuar, aprender a ser, aprender a vivir juntos.

Es en este marco que, a través de la Ley Federal de Educación, y dentro de la transformación curricular, se incorpora el área de Formación Etica y Ciudadana.
La inclusión de esta área es un paso fundamental para trabajar en forma sistemática contenidos que apuntan a los aspectos formativos de la Educación. «Legaliza», por así decir, esos momentos en los que decidimos postergar la enseñanza de un algoritmo o algún tiempo verbal para conversar con nuestros alumnos acerca de algún tema que los preocupa o resolver un conflicto, nos brinda un espacio dentro de nuestro horario de clases para trabajar aspectos relacionados con el desarrollo integral de la persona y su accionar dentro de la sociedad.

¿Podrá la escuela alcanzar objetivos tan ambiciosos? ¿Acaso no está ella también inmersa en esta sociedad cambiante y conflictiva? Los docentes formamos parte de esta realidad y sufrimos los mismos conflictos que las otras personas que nos rodean. El hecho de permitir que esta realidad ingrese a la escuela y se convierta en objeto de estudio y análisis es una manera de comenzar a buscar alternativas de solución para los mismos.

Es un nuevo espacio didáctico y, por lo tanto, implica la utilización de nuevas estrategias. Nos permite abrirle la puerta a los sentimientos y sensaciones, no ya para volcar los mismos en un trabajo de Lengua o Plástica, sino para tomar conciencia de ellos. También analizar actitudes y valores, de los demás y de nosotros mismos, elaborar juntos las normas de convivencia para poder comprender realmente el significado de las normas sociales. Los contenidos del área son profundos y apelan a los aspectos más sutiles del ser humano.

Todos sabemos que para ser íntegros y realizarse como persona no basta con conocer o enunciar estos «saberes», sino que hay que vivirlos, generando espacios de reflexión y discusión, en un clima de confianza mutua, favoreciendo la comunicación, el intercambio de opiniones, la expresión de sentimientos, la aceptación, el respeto mutuo y la construcción de acuerdos a través de un proyecto institucional que sirva como guía para las acciones que se llevarán a cabo dentro de cada institución. También sabemos que «del dicho al hecho, hay mucho trecho» y que, si bien los esfuerzos individuales en muchos casos son loables, no se lograrán los objetivos deseados si no existe el compromiso de todos los miembros de la comunidad educativa para alcanzarlos.

Aprender a ser
¿Cómo se aprende a ser? ¿Cómo se enseña? ¿Puede la escuela «enseñar a ser?»

Preguntas retóricas que cada uno tratará de contestarse.

Lo que sí puede hacer la escuela es proponer distintas maneras de que cada uno desarrolle plenamente su identidad personal, que descubra aquellos aspectos de su personalidad que lo hacen único e irrepetible, a la par de identificar los que lo unen a su grupo de pertenencia.

El área de Formación Etica y Ciudadana propone, entre los contenidos a desarrollar en el Bloque 1 («Persona»), aquellos aspectos que comprenden los procesos psíquicos de la persona (la vida afectiva, la vida intelectiva y la vida volitiva), la sociabilidad básica, la identidad y las identificaciones sociales y la salud.

¡Qué maravilla! Contar con un espacio dentro del horario escolar para descubrir y desarrollar sentimientos personales e interpersonales, poder contar lo que nos pasa, lo que nos alegra o lo que nos preocupa. La reflexión sobre la propia personalidad permite formar una imagen más clara de sí mismo y desarrollar la autoestima; poner en palabras los sentimientos y emociones permite tomar conciencia acerca de los mismos, poder expresarlos y dominarlos. Favorece el desarrollo de estrategias para controlar la ira, vencer el miedo o la apatía, llegar a acuerdos para resolver conflictos de manera positiva y construir vínculos más positivos con los otros.

El estudio de la voluntad, la responsabilidad en cuanto a las decisiones personales, el análisis de causas y consecuencias, motivos y reacciones, permiten un análisis racional de las situaciones y la construcción de la libertad responsable, aquélla que incluye tanto la expresión auténtica del ser como la responsabilidad frente a los otros.

Conocerse a sí mismo es un buen comienzo para llegar a conocer a los demás. Aceptarse para poder aceptar a los otros.

Darle lugar a la diversidad, valorando tanto los aportes individuales como los acuerdos grupales, lo cual permite comprender la dinámica social.
Dentro de los contenidos que hacen al estudio de la «sociabilidad básica» se encuentra el análisis de los distintos grupos de pertenencia de los chicos. En primer lugar la familia, los cambios que se producen en ellas a lo largo de la vida y los roles de cada uno de sus miembros. También el grupo de pares y las relaciones de amistad.

La formación de la personalidad se produce a través de un complejo proceso de identificaciones, por lo tanto, el estudio de la identidad y las identificaciones sociales apunta a desarrollar la capacidad de la persona para autodesarrollarse como sujeto individual y reconocer su pertenencia a una colectividad con la que comparte historia, valores y proyectos comunes. Para lograr que los alumnos puedan desarrollar el espíritu crítico frente a los modelos y estereotipos que propone la sociedad y puedan construir un modelo mejor, es necesario crear en la escuela un ámbito propicio para la reflexión y análisis de los mismos, discutiendo las problemáticas que los preocupan y proponiendo modelos alternativos, tanto en el carácter de las relaciones interpersonales como en la solución creativa y pacífica de conflictos.

El conocimiento del cuerpo y el valor de la salud también hacen al desarrollo personal. La salud está directamente relacionada con nuestra calidad de vida y nuestras posibilidades de desarrollo. Más allá de los contenidos que tradicionalmente se han trabajado desde el área de Ciencias Naturales, un enfoque integrador que encare la salud tanto en sus aspectos biológicos, como psíquicos y sociales, permitirá tomar decisiones responsables con relación al propio cuerpo.

La escuela y los valores
El segundo bloque de contenidos se refiere a los valores. Los valores influyen decisivamente en nuestra existencia. Actuamos, juzgamos y tomamos decisiones en base a nuestra propia escala de valores, la cual vamos construyendo basándonos en experiencias personales y de acuerdo al medio social en el que estamos inmersos.

¿Es posible reconocer valores universales que nos obliguen a todos? La discusión es amplia y existen diversas posturas al respecto, desde el escepticismo que declara imposible una fundamentación de valores universales en un mundo fragmentado, hasta el fundamentalismo que toma lo particular como universal.

Los valores siempre han estado presentes en la escuela, porque están presentes en cada uno de nuestros actos. La diferencia radica en que no siempre somos conscientes de ellos. En cada una de las actividades que se proponen a los chicos hay un valor que subyace y se transmite. Podemos favorecer la cooperación o la competencia, la violencia o la no-violencia, el diálogo o la obediencia.

La discusión sobre los valores trasciende inclusive el ámbito del área de Formación Etica y Ciudadana y nos obliga a replantearnos todos los aspectos que hacen al clima institucional, los textos que elegimos, los criterios de evaluación, las actividades cotidianas.

La escuela no puede imponer valores, al modo de la enseñanza moralizante, pero sí puede promover aquellos valores que hacen a la dignidad de la persona y contribuir a generar espacios en los que se ejercite la convivencia, la tolerancia, la solidaridad y el respeto.

El análisis de distintas situaciones, la identificación de los valores subyacentes, y la discusión sobre las intenciones, las motivaciones y los fines del accionar humano permiten, cuando menos, la formación del espíritu crítico, la aceptación de diferentes puntos de vista y tomar conciencia de la propia responsabilidad en cada uno de nuestros actos. El siglo XXI requerirá, más que nunca, una mayor capacidad de autonomía y de juicio, al igual que el fortalecimiento de la responsabilidad personal en la realización del destino colectivo.

Aprender a vivir juntos
En un mundo globalizado, a la vez fragmentado, en el que amplios sectores sociales quedan marginados, y los hechos de violencia nos impactan diariamente en los noticieros, la necesidad de «aprender a vivir juntos» es imperiosa.

Aprender a conocer y respetar al otro, a llegar a acuerdos, a escuchar, a hacer oír nuestros reclamos, a encontrar soluciones consensuadas por métodos no violentos.

Es aquí donde la escuela está llamada a promover una especie de «contracultura» y comenzar ya a practicar, en cada una de las instancias educativas, el respeto por el otro, diferente, a veces antagónico, promoviendo proyectos comunes y soluciones no violentas a los conflictos.
El 3er. bloque de contenidos se refiere a normas sociales, su función como reguladoras del accionar de los grupos humanos, su validez como marco racional para poder resolver conflictos. La convivencia social se organiza en torno a diversos acuerdos que conjugan los intereses personales y la construcción del bien común.

Practicar en las escuelas el modelo democrático, fomentando la participación de los alumnos tanto en la elaboración de las normas a partir de la necesidad de ordenar la convivencia, como de las sanciones para quienes no las cumplan, favorece la comprensión tanto del sentido de las obligaciones y compromisos, como del valor protector de la justicia.
Este bloque también incluye el estudio de la Constitución Nacional como norma fundamental, el valor del orden democrático, el estudio de derechos y garantías y el estudio de los derechos humanos.

El respeto de las diferencias y el reconocimiento de los demás, el derecho a la no-discriminación, la búsqueda del bien común, la práctica de la tolerancia, el valor de la paz o de la libertad, son conceptos que se convierten en contenidos de estudio, de análisis, de práctica.
Tal vez sea demasiado pedir. Tal vez sea sólo el comienzo de algo diferente, más a la medida del hombre. Tal vez sea una utopía más para los que nos empecinamos en ser optimistas.

«No se puede decir que la esperanza exista o no exista porque es como los caminos que recorren la Tierra. Al principio no hay camino, pero cuando muchos hombres marchan en la misma dirección surge el camino» Lu-Shin

Juan Carlos Tedesco: entrevista – transformaciones educativas – instituciones educativas – el maestro- la equidad

5 junio 2013

En Zona Educativa. Ministerio de Cultura y Educación. Argentina.

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Juan Carlos Tedesco es una de las voces más respetadas a nivel mundial en materia educativa. Profesor en Ciencias de la Educación, Tedesco fue director de la Oficina Regional de la UNESCO, con sede en Santiago de Chile y en la actualidad dirige en Ginebra al Bureau International d’Education (BIE). Conversó con Zona Educativa sobre sus preocupaciones acerca de la realidad educativa de Argentina y en el mundo.

ZE: Qué reconocimiento social tiene la educación actualmente en el mundo?

JT: El mundo es una categoría muy general. La verdad es que si bien la globalización de la economía y la revolución en las tecnologías de las comunicaciones han producido una homogeneización significativa desde el punto de vista de las políticas económicas y sociales, las diferencias entre países siguen siendo importantes. Para acortar un poco la respuesta, me parece mejor hablar de los países que intentan llevar a cabo procesos de transformación educativa. En esos países, lo relativamente nuevo es que la educación comienza a ser valorada por sectores que antes tenían una actitud más bien neutral o de reconocimiento puramente retórico. El problema consiste en traducir el reconocimiento social y la voluntad política en términos de financiamiento. Es allí donde se aprecian las diferencias entre países. Más allá de los discursos, el reconocimiento social a la educación se manifiesta a través del porcentaje del producto bruto interno que se dedica a la educación. Los países que dedican alrededor del 7% del PBI a educación tienen el doble de reconocimiento social que aquellos que dedican el 3 o 4%.

ZE. ¿Cuáles son las principales orientaciones de las transformaciones educativas más comunes a nivel internacional?
JT: El informe de la Comisión que la UNESCO creo bajo la presidencia de Jaques Delors para analizar las perspectivas futuras de la educación, identifica cuatro grandes líneas o pilares de la transformación educativa. En primer lugar, aprender a conocer. Desde este punto de vista, las transformaciones educativas se dirigen a fortalecer la formación básica. El desafío futuro es promover no sólo el acceso a la información, sino la curiosidad, la satisfacción y el deseo de conocer en forma permanente. En segundo lugar, aprender a hacer. Si bien “hacer” no puede disociarse de “conocer”, la transformaciones tecnológicas están modificando radicalmente nuestras maneras tradicionales de trabajar. En este sentido el concepto clave es el de “competencias”, que tiende a reemplazar el tradicional concepto de calificación. En tercer lugar, aprender a vivir con los otros. Este aprendizaje es fundamental ya que, por un lado, nuestras sociedades son cada vez más multiculturales y, por el otro, la competitividad exacerbaba a la que incitan ciertas políticas económicas tiende a romper los tradicionales vínculos de solidaridad y de integración. Por último, aprender a ser: este concepto, expresado ya por la UNESCO en el Informe Faure de 1972, asume ahora un significado renovado, el progreso de las sociedades depende de la creatividad y la capacidad de innovación de cada individuo.

De la teoría a la Práctica

ZE ¿Cómo se llevan a la práctica esas líneas?
JT: Las transformaciones educativas intentan satisfacer estas exigencias a través de cambios curriculares e institucionales: contenidos curriculares definidos en términos de competencias, autonomía a los establecimientos, mayor responsabilidad por los resultados, estímulo a la innovación y a la profesionalización de los docentes, apertura de la escuela a nuevos pactos con la familia, los medios de comunicación y a las empresas son algunas de las grandes orientaciones que se perciben en los procesos actuales de cambio educativo.

ZE: ¿Qué papel juega la institución escolar dentro de este planteo?
JT: En la medida en que buena parte de las decisiones sobre el proceso pedagógico dependan de las instituciones, habrá más garantías de continuidad que si las decisiones son concentradas en las instancias superiores de gobierno. Mientras todas las decisiones se concentren en los organismos de gobierno, se tiende a adoptar una lógica de corto plazo. Si, en cambio, se transfiriesen ciertas decisiones pedagógicas, los actores responsables –el director, los docentes, la propia comunidad- se comportarían con estrategias de más largo plazo que las que regulan las decisiones gubernamentales.

ZE: ¿Se puede aplicar una lógica equivalente para el entorno familiar?
JT: La familia está cambiando y su papel socializador no está siendo cubierto por otras instituciones. El fenómeno más significativo es que, en muchos sentidos, los jóvenes se están independizando muy tempranamente. Un joven tiene que tomar decisiones muy importantes que antes las tomaba la familia o las tomaban otros. Pero, por otro lado, se prolonga el período de dependencia, la dependencia económica llega hasta los 20 años o más. En este sentido, vale reflexionar sobre el tema de la escuela como agencia socializadora y su relación con la familia y con los medios de comunicación.

En busca de un nuevo actor
ZE: ¿Cuál es su análisis de la actual transformación que está viviendo la educación argentina?
JT: Me da la impresión de que hay un proceso de reforma y de transformación que se ha iniciado pero se debe de identificar al actor de este proceso. Desde el proyecto está bastante claro: los actores principales son los docentes, sobre todo los directivos y los supervisores, pero creo que los destinatarios de esto no lo saben. En los proyectos de reforma de los años `60, los actores clave eran los planificadores de la educación. Se multiplicaron las lecciones de planeamiento, de programación y los institutos dedicados a formar planificadores era los actores, y además lo sabían. Esos eran los transformadores de la educación, los demás no importaban. Los planificadores consideraban que los maestros no contaban para nada. Así les fue.

ZE: En décadas anteriores el actor era el maestro…
JT: Claro. En el origen del sistema educativo argentino el actor era el maestro: ése era el protagonista, todo estaba dirigido hacia eso, toda la legislación apuntaba al maestro, toda la formación lo ponía a él como el monitor de la educación.

ZE: ¿Cuál es, entonces, a su juicio ese actor?
JT: No son los planificadores, de esto estoy seguro, pero creo que tampoco los maestros individualmente, sino la institución, la dirección y su equipo, pero con el director como líder, me parece que es una posibilidad. Al menos para empezar a discutir. En todo caso me parece que es necesario buscar y elegir al actor y tener una política consciente sobre esto.

Las dimensiones de la equidad
ZE: Desde determinados sectores se habla de que la superación de las desigualdades dentro del sector educativo se zanjan desde lo económico, ¿es la equidad un tema que pasa por el financiamiento?

JT: No totalmente. El financiamiento es una condición necesaria pero no suficiente. Es obvio que las políticas de financiamiento educativo deben estar orientadas por criterios de equidad. Pero además de gastar más en los que menos tienen, es preciso adoptar políticas de equidad en términos pedagógicos. La adecuación de los métodos a los puntos de partida del aprendizaje, la adecuación de los contenidos a la diversidad cultural, la adopción de estilos de gestión basados en la participación de los principales actores del proceso pedagógico son, entre otros, los elementos a partir de los cuales se puede definir una estrategia integral de políticas educativas basadas en la equidad social. Y éste es el gran debate que se está dando en este momento en Europa..

ZE: ¿Cómo se considera en Europa este tema?
JT: En Europa nadie puede permitirse el lujo de subestimar el tema de la pobreza, de los excluidos, de los migrantes, de las diferentes culturas, de las minorías étnicas. El tema de la equidad, el tema de la cohesión social, es fundamental. Es por ello que la equidad aparece como un criterio importante de evaluación de los resultados de las políticas educativas.

ZE: ¿Desde dónde se debería velar por esa equidad?
JT: Cuidar la equidad en la distribución educativa es crucial para todos los sectores y no es patrimonio de ninguno en especial. Por supuesto que existen diferencias de enfoques, de prioridades, de metodologías, pero todos están interesados en mantener niveles satisfactorios de cohesión social. Sin pretender entrar en este tema, creo, sin embargo, que la preocupación por la equidad es una enseñanza que tiene un alto grado de validez para países como Argentina.