Dos personas distintas habitan en nuestro cerebro, unidas como mellizos siameses, a lo largo de la línea media. Una de ellas es verbal, analítica, dominante. La otra es artística pero muda, casi misteriosa en su totalidad.
Estos son el hemisferio izquierdo y derecho de nuestro cerebro, las cápsulas gemelas que cubren el tallo central del cerebro. En gente normal, están conectados por millones de fibras nerviosas que forman un grueso cable llamado cuerpo calloso. Si se corta este cable, como debe hacerse en algunos casos de epilepsia grave, suceden una serie de circunstancias curiosas. El lado izquierdo del cerebro, el del habla, ya no sabe qué está haciendo el lado derecho, aunque insiste en encontrar excusas para lo que haya hecho la mitad muda, y sigue operando con la ilusión de ser una sola persona.
A juzgar por las apariencias, un gato o un mono con cerebro dividido es perfectamente normal: puede correr, comer, aparearse, resolver problemas como si nada le hubiera sucedido.
No obstante, Myers prosiguió investigando, y después de cortar a través el quiasma óptico de los gatos, también dividió su cuerpo calloso, separando los dos hemisferios. Luego los entrenó como antes, con un ojo tapado. Cuando les quitó el parche y se lo colocó en el otro ojo, hubo un cambio dramático: los gatos reaccionaron como si nunca hubieran visto los ejemplos. Les tomó tanto tiempo encontrar la diferencia entre un cuadrado y un círculo con el segundo ojo como lo habían hecho con el primero.
Myers estaba alborozado, y la pregunta fue esclarecida finalmente: era el cuerpo calloso el que transmitía la memoria y el aprendizaje de un hemisferio al otro.
El grueso cable de fibras quedó revelado como único medio de comunicación entre las dos mitades de la corteza cerebral. Sin él, los gatos podían ser entrenados separadamente con cada ojo. Cuando Myers intentó enseñar a algunos gatos de cerebro dividido a elegir el círculo con su ojo izquierdo y el cuadrado con el derecho, descubrió que aprendían esto sin la menor evidencia de conflicto. Actuarían en formas opuestas, de acuerdo al ojo que estuviera descubierto, como si tuvieran dos cerebros completamente separados.
En los animales, un cerebro dividido podría parecer de poca importancia. Después de todo, ambos hemisferios están comprendidos en una misma cabeza, vinculados a un solo cuerpo, y normalmente expuestos a idénticas experiencias. Más aún, las mitades izquierda y derecha de su cerebro efectúan exactamente la misma tarea. Pero esto no es aplicable a seres humanos.
Entre los mamíferos, el hombre es el único que ha desarrollado distintos usos para cada mitad de su cerebro. Esta asimetría, que todos reconocemos cuando decimos si somos derechos o zurdos, es el glorioso mecanismo a través del cual el hombre está capacitado para hablar. Es lo que nos diferencia de los simios. Al respecto hay varias teorías sobre cómo se desarrolló y si se encuentra presente desde el nacimiento, pero es bastante claro que en un niño a la edad de diez años, un hemisferio, generalmente el izquierdo, se ha hecho cargo de la tarea del lenguaje.
Para finalidades más simples, tales como recibir sensaciones de la mano de uno u ordenar movimientos a su pie, el cerebro humano permanece generalmente simétrico. Los impulsos nerviosos que llevan mensajes de un lado del cuerpo trepan por la médula espinal y cruzan hacia la parte opuesta del cerebro, para formar allí una especie de imagen reflejada de las partes que representan. Las conexiones nerviosas involucradas se establecen desde el nacimiento de una forma muy precisa que permite al cerebro saber instantáneamente de dónde provienen ciertas sensaciones y hacia dónde dirigir instrucciones específicas.
Sin embargo, cuando las tareas se tornan más complejas, se abandona esta representación espejada. Luego entran en acción las áreas de asociación del cerebro y cada una se desarrolla a su manera, de acuerdo a la experiencia. Ya que tenemos una sola boca (distinto del delfín, que tiene mecanismos de fonación separados para el lado izquierdo y el derecho de su cuerpo), en el cerebro no se necesitan centros del habla izquierdo y derecho. Por el contrario, éstos podrían estar en pugna uno con el otro y competir por el control de los mecanismos del habla. Por lo tanto, en la mayoría de la gente, los centros del habla están limitados a un solo centro del cerebro, generalmente el izquierdo, aunque alrededor del quince por ciento de los zurdos los tienen en ambos lados.
NUESTROS HEMISFERIOS CEREBRALES (II)
El estudio de las dos personalidades en nuestro cerebro no comenzó verdaderamente hasta 1961, cuando Roger Sperry se interesó en un veterano de cuarenta y ocho años cuya cabeza recibió el impacto de fragmentos de bomba durante la segunda guerra mundial.
Unos años después de su lesión, W. J. había comenzado a tener ataques de epilepsia ; éstos se hicieron tan frecuentes y tan agudos que nada los podía controlar. Caía, inconsciente y echando espuma por la boca, lastimándose a menudo. Durante más de cinco años los médicos del White Memorial Medical Center, en Los Angeles, probaron cualquier remedio posible, sin éxito. Finalmente los cirujanos cortaron a través su cuerpo calloso, y los accesos pararon como por arte de magia. Hubo un duro período de recuperación, durante el cual W. J., un hombre de inteligencia superior a la normal, no podía hablar, pero después de un mes anunció que se sentía mucho mejor que en los últimos años. Parecía inalterado en su personalidad y perfectamente normal.
Mientras tanto, Sperry había interesado a un estudiante graduado, Michael Gazzaniga, para realizar una serie de pruebas en W. J.
Gazzaniga descubrió enseguida algunas cosas muy extrañas de su paciente. Para comenzar, W. J. podía llevar a cabo órdenes verbales (‘Levante la mano’, ‘Doble la rodilla’) solamente con el lado derecho de su cuerpo. No podía responder con su lado izquierdo. Evidentemente el hemisferio derecho, que controla los miembros izquierdos, no comprendía esa clase de lenguaje. Cuando W. J. estaba con los ojos vendados, no podía ni siquiera decir qué parte de su cuerpo le tocaban si esto sucedía en el lado izquierdo.
De hecho, mientras las pruebas continuaban, se hacía cada vez más difícil pensar en W. J. como una sola persona. Su mano izquierda hacía cosas que su derecha deploraba, si de alguna manera se daba cuenta de ello. Algunas veces trataría de bajarse los pantalones con una mano, mientras con la otra los empujaba hacia arriba. Cierta vez amenazó a su esposa con la mano izquierda mientras que la derecha trataba de ir en su rescate y traer bajo control a la mano beligerante.
Gazzaniga, profesor de psicología de la Universidad de Nueva York, recuerda que estaba jugando a las herraduras con W. J. en el patio del paciente, cuando W. J. levantó un hacha con su mano izquierda. Alarmado, Gazzaniga abandonó el lugar con discreción.
‘Era posible que el hemisferio derecho, más agresivo, hubiera tomado el control’, explicó. Y como no se podía comunicar con él, no quería ser la víctima en un experimento sobre ‘cuál parte del cerebro castiga o ejecuta la sociedad’.
Solamente la mitad izquierda podía hablar. La derecha permaneció muda para siempre, incapacitada para realizar tareas que requerían juicio o interpretación basadas en el lenguaje. Además, también era incapaz de leer. Esto significaba que cada vez que W. J. enfrentaba una página impresa, podía leer únicamente las palabras de la mitad derecha de su campo visual, las que se proyectaban a su hemisferio izquierdo. El cerebro parecía ciego. Por lo que el leer se le hacía muy difícil y cansador. También le fue imposible escribir palabras con su mano izquierda, aunque antes de la operación podía hacerlo con un poco de dificultad. (Era enteramente diestro).
En verdad, las primeras pruebas en W. J. parecían mostrar que su hemisferio derecho era prácticamente nulo. Pero llegó el día en que a W. J. con un lápiz en su mano izquierda, se le mostró el contorno de una cruz griega. Velozmente y sin dudar, la copió, dibujando la figura entera con una sola línea continua. Cuando se le pidió copiar la misma cruz con su inteligente mano derecha, sin embargo, no pudo hacerlo. Dibujó varias líneas en forma incoherente, como si viera solamente una pequeña parte de la cruz a la vez, y no pudo terminar el modelo. Con seis trazos separados, había dibujado solamente la mitad de la cruz. Incitado a hacer más, agregó unas pocas líneas pero se detuvo antes de completarla y decretó que estaba hecha. Se veía claramente que no era falta de control motor, sino un defecto en el concepto; en sorprendente contraste con la rápida comprensión de su mitad muda.
Desde entonces, ha comenzado a surgir una figura atormentadora del hemisferio mudo del cerebro. Lejos de ser tonta, la mitad derecha del cerebro es simplemente muda e iletrada. En realidad, percibe, siente, y piensa a su manera, que en algunos casos puede ser superior. El único problema es comunicarse con ella en forma no verbal, como si fuera un animal sumamente inteligente.
NUESTROS HEMISFERIOS CEREBRALES (III)
Existen algunas películas reveladoras sobre los primeros pacientes de cerebro dividido en el laboratorio de Sperry. Una secuencia muestra a un niño de doce años sentado delante de una pantalla con los ojos fijos en un punto en el centro de ella. Cuando se presentan imágenes de distintos objetos a la derecha o a la izquierda de este punto, cada imagen es vista únicamente por el hemisferio opuesto. Se presenta una imagen en el campo visual izquierdo del niño, que está controlado por la mitad derecha de su cerebro, y el niño dice no haber visto nada. (Es por supuesto el hemisferio izquierdo que habla). Pero al mismo tiempo su mano izquierda (controlada por su hemisferio derecho) busca detrás de la pantalla, desechando una amplia variedad de objetos, hasta que finalmente encuentra, al tacto, lo que está buscando: unas tijeras, para que hagan juego con las que vio el hemisferio derecho en la pantalla.
En otra película, se ve a W. J. tratando de arreglar algunos cubos de colores de acuerdo a un diagrama. No tiene problemas en hacer esta prueba de construcción con su mano izquierda. Pero cuando es su mano derecha la que trata, se embarulla sin remedio. Impaciente, su mano izquierda se adelanta para ayudar, pero el experimentador la vuelve hacia atrás. La mano derecha continúa moviendo los cubos hacia uno y otro lado, sin conseguir nada. Nuevamente la mano izquierda trata de ayudar, para volver a ser rechazada. Irritado, W. J. se sienta sobre esa mano para mantenerla quieta. Pero todavía no puede reproducir el dibujo con los cubos haciéndolo con su mano derecha. Cuando se le dice que puede probar con ambas manos, la situación empeora: ambas manos parecen luchar por el control, derribando la mano derecha lo que ha construido la izquierda.
En habilidades tridimensionales, el hemisferio derecho está claramente en ventaja. También reconoce mejor las caras que el dominante izquierdo, como se demostró recientemente con la ayuda de algunas caras divididas muy extrañas, desarrolladas por dos de los colegas del Dr. Sperry, los Dres. Colwyn Trevarthen y Jerry Levy. Cortaron varias imágenes de caras en dos, luego las pegaron en combinaciones diferentes: el lado izquierdo de un anciano con el derecho de una mujer joven, por ejemplo, y presentaron cada figura brevemente sobre la pantalla. Los pacientes de cerebro dividido que fueron utilizados como sujetos experimentales para esta prueba mantenían sus ojos fijos en un punto rojo en el centro del compuesto, de manera que la mitad de cara en su campo visual izquierdo podía ser proyectada únicamente a su hemisferio derecho, y viceversa.
Después de que cada figura compuesta aparecía en la pantalla, a los pacientes se les mostraba una variedad de caras y se les pedía que señalaran la cara que habían visto anteriormente. Ya sea utilizando su mano derecha o izquierda, siempre señalaban la cara que combinaba con la mitad que había aparecido en el lado izquierdo de la pantalla, la mitad que había sido proyectada al lado derecho del cerebro. Esto indica que el reconocer caras es una habilidad especial para la que el hemisferio derecho es el dominante, según creen los investigadores. El hemisferio izquierdo nunca tuvo oportunidad de seleccionar su candidato, ya que el derecho siempre eligió primero. (Aun en los pacientes de cerebro dividido, el hemisferio derecho puede controlar algunos movimientos de la mano derecha, así como también los de la izquierda).
Cuando, en lugar de señalar, se les pedía a los pacientes contar lo que habían visto, hacían la elección opuesta y describían la mitad de cara de la derecha, ya que esa era la única que había visto su lado verbal. Pero respondían de una manera extraña, como si estuvieran en un sueño, explicando que se encontraban confundidos. Algunas veces decían en forma vaga que no recordaban claramente. Sin embargo, nunca se quejaron de haber encontrado algo raro en la figura en sí.
En general, el hemisferio derecho parece mejor para captar la figura total, la estampa de una escena. Y este talento no puede estar limitado a la gente cuyos cerebros han sido seccionados. Debe ser una forma de especialización en todas las personas, resultante de una división de trabajo parecida a la que daba el lenguaje al hemisferio izquierdo.
¿Cuántas otras destrezas o talentos especiales son de la incumbencia del hemisferio derecho? Nadie sabe. Pero muchos de los aspectos poéticos o imaginativos pueden brotar de allí. Hace algunos años el psicólogo A. R. Luria describió a un compositor que se quedó sin habla después de una embolia cerebral, y sin embargo siguió componiendo mejor música que antes. No podía escribir las notas, pero podía tocar y recordarlas. Otros que habían perdido el uso de su hemisferio derecho permanecieron capaces de hablar, pero no recordaban las canciones. Por lo que se deduce, el talento musical, también parece estar localizado en el hemisferio derecho.
Tampoco el hemisferio derecho es totalmente mudo, después de todo. A excepción de W. J., que había tenido más daño en el cerebro antes de su operación, los pacientes examinados en el laboratorio de Sperry demostraron generalmente comprender sustantivos comunes y unos pocos verbos elementales con su hemisferio derecho. Algunos incluso podían sumar hasta diez, mientras esto fuera expresado en forma no verbal.
En este caso hay mucha capacidad mental en el hemisferio mudo e inarticulado. Aparejado con esto viene un amplio complemento de emociones. Una parte de la película hecha en el laboratorio de Sperry muestra a una mujer joven comenzando a sonreír en una forma embarazosa al ser proyectada una figura desnuda en su campo visual izquierdo. Cuando se le pregunta qué había en la pantalla, responde que no ha visto nada. Nuevamente se proyecta el desnudo en el lado izquierdo de la pantalla. Esta vez la mujer se ruboriza. En su cara se dibuja lentamente una amplia sonrisa, y esconde la cara con turbación. Pero cuando se le pregunta lo que vio, insiste nuevamente en que allí no había nada. Incitada a explicar por qué reía, todo lo que puede decir es: ‘¡Oh!, ¡esa máquina tan graciosa!’
De la misma forma que el hemisferio derecho puede hacer reír la cara entera (aunque el hemisferio izquierdo no sepa el porqué), puede hacer expresar desagrado, aun después de ser cortado el cuerpo calloso.
“Esto se evidencia en el enojo, mueca, cabeceo negativo y otros semejantes, en las situaciones donde el hemisferio menor oye al mayor cometer errores verbales estúpidos, en otras palabras, donde la respuesta correcta es solamente conocida para el hemisferio menor -hace notar Sperry-Este parece ser completamente fastidiado en tales situaciones por la errónea respuesta vocal de su mejor mitad’.
En tales momentos, la mitad verbal del cerebro sería incapaz de decir por qué la cara a la cual está vinculada fruncía el entrecejo o respingaba, o por qué la cabeza se movía.
Todas estas habilidades indican la presencia, en el hemisferio derecho, de un ‘segundo sistema, separado y consciente que es definidamente de tipo humano’, dice Sperry. Sin embargo, el hemisferio dominante no confía verdaderamente en su gemelo, por lo menos en pacientes de cerebro dividido, y generalmente prefiere ignorarlo, si no humillarlo.
El hemisferio izquierdo generalmente negará que la mano izquierda pueda hacer algo como recobrar, de adentro de una bolsa con objetos diversos, uno que haya sido sentido previamente con esa mano. Cuando se le pide hacer esto por primera vez, los pacientes de Sperry generalmente se quejan de que no pueden ‘trabajar con esa mano’, que la mano es ‘torpe’, o que ‘simplemente no pueden sentir nada’ o ‘no pueden hacer nada con ella’. Si la mano izquierda procede a realizar el trabajo correctamente, y esto se hace notar al paciente, la mitad que habla responderá: ‘Bueno, solamente estaba adivinando’, o ‘Lo debo haber hecho inconscientemente’. Nunca siquiera reconoce la existencia de su gemelo.
El comportamiento de los dos medios cerebros en la gente normal está rodeado de mucho misterio. Nadie sabe si estas dos mitades gemelas también se ignoran entre sí, se inhiben una a otra, cooperan, compiten, o se turnan para los controles.
Sperry cree que en general cooperan, debido a los doscientos millones de fibras que las conectan. Pero hay también otras opiniones.