1. Pregunta sin respuesta. Dependiendo del interlocutor, la respuesta será diversa. Existen los que tienen una posición rayana en el extremo de ver que todo lo que hace el Estado es negativo para los intereses de la mayoría, que si no se responde a un pliego de reclamos, no tiene validez lo que se propone. Si es de centro, le parecerá bien lo que se viene realizando, pero no está conforme, quiere más, pero no sabe qué. Ambos tienen a la mano el recurso crematístico, que congrega a la gran mayoría pensando más en su economía personal, que en el beneficio de los educandos.
Hemos ido formando una generación que antepone derechos adquiridos referidos a la economía, al desarrollo profesional. Y eso indica qué poco se ha formado al educador en sus centros de estudios superiores desde la perspectiva del desarrollo humano. No se ha enseñado que ante verdades no existen argumentos, que vivimos en un país diverso, inequitativo, con una democracia débil, con instituciones desfallecientes, pues dependen de un centralismo y no de las atribuciones que proclama la ley de descentralización.
El sector educación es el más olvidado en reformas estructurales. Y es el más importante. ¿Por qué se le niega en la práctica lo que requiere cuando en el discurso se hace alarde de decisiones que luego en el día no se toman o se hacen a medias?
Esto corrobora lo que dijo Matos Mar cuando en una entrevista habla sobre el país. “La contradicción es que en este país exista un “Perú oficial” y “otro Perú”…Eso es porque nadie sabe gobernar, y esa es una de las tragedias del Perú; nunca tuvimos un buen presidente en la historia. Nunc a…nunca.” (Entrevista en Domingo, La República, 12.05.13). Y continúa respondiendo ante la pregunta ¿Qué hace falta para integrarlos (a los migrantes): “… Y hacer una reforma de la educación. Parece que el poder no quiere reforma de la educación para que ellos sigan siendo pobres y separados, para que no integren el país, porque si los 30 millones comienzan a ser educados, peligra el “Perú Oficial” (Domingo…). Sin duda duele leer esto, pero no hemos aprendido la lección de años y gestiones anteriores. Nos hemos llenado de contenido, de buenas intenciones, pero quienes llegan al gobierno tardan mucho en aprender a gobernar, a tomar decisiones, a gestionar una entidad pública. Es el caso de hoy. Tenemos casi todo, pero ese casi se reduce a lo económico, dividendos que fluctúan en los mercados, pero que poco aportan a la formación de la persona, a su desarrollo, a la sociedad, a sus instituciones.
En este entramado de temas y problemas la educación y los docentes no son tomados en serio -es la sensación- a pesar de la buena voluntad. Aún tenemos viejas costumbres para hacer política. El trabajo que se viene emprendiendo en la actual gestión, es importante reconocerlo, es romper con el mito de Sísifo en educación. Pero falta experiencia, falta sintonizar el conocimiento con las demandas y encontrarle solución. Pequeñas cosas como el suspender hasta fin de año el retiro de docentes que cumplen 65 años, viene causando la preparación de una tormenta, donde los que saldrán poco beneficiados son los alumnos. ¿Cuesta mucho hacer una prórroga? ¿Interrumpe el proceso de ubicar a los docentes en su nivel correspondiente? ¿Desarregla el presupuesto del año?
2. Democracia y educación/educación y democracia. Dewey hablaba de la democracia como un camino de vida que cada generación debe hacer y rehacer. Bruner nos recuerda que la educación no es una isla, sino parte del continente de la cultura y como este también refleja la distribución de poder, estatus y otros beneficios. La educación proporciona recursos facilitadores para que los ciudadanos encaren situaciones. Por ello existe el interés de establecer cierto control al proceso educativo desde la organización de la escuela, las aulas, el nombramiento de los profesores o su contratación, la distribución de materiales, de textos escolares.
¿Cómo conjugar esta proposición con la política educativa? Sin duda con mucho esclarecimiento y constancia; con conocimiento de la realidad, la cultura y la comunidad, con decisión política. Para ello debe tenerse claro hacia dónde queremos ir, qué estrategias políticas deben diseñarse, las propuestas educativas de los partidos políticos. ¿Se tiene clara la estrategia? Tenemos el Proyecto Educativo Nacional indudablemente, y está bien estructurado. Sin embargo consideramos que para cada meta debería contarse con estrategias dinámicas y no estáticas. No se puede actuar luego que se han tomado decisiones. Para ello debe concertarse con antelación.
Existen deformaciones políticas en el actuar que desvirtúan lo que es la participación. La participación se da convocando, explicando, develando los “misterios”, dialogando, esclareciendo, conociendo los códigos del interlocutor, su lenguaje. Todo ello requiere un cambio de estilo en la relación: no convocando en Lima, sino acercándose a cada región, visitando in situ a los docentes, sus escuelas, valorando sus aportes, escuchando sus sugerencias, sus demandas. Luego procesando y evaluando estas reuniones y estableciendo respuestas posibles a nivel del nivel regional, de nivel nacional. Pero todo con los responsables directos y no con un representante.
El “cambiemos todo” de la campaña debe encarnarse en los dueños del proceso educativo: los maestros, las autoridades, la comunidad. Es duro constatar que no sienten que forman parte del proceso, no se comprometen. ¿Qué falta? ¿Comunicación? ¿Compromiso? ¿Sintonizar con sus códigos?
Encontrar una respuesta es actuar democráticamente. Necesitamos cambiar estilos, formas de relacionarse, de establecer los diálogos, de propiciar una relación horizontal con los protagonistas del proceso educativo. Que las normas no se entiendan como una imposición, sino como un plasmar en concreto derechos y deberes de las partes que intervienen y que el protagonista de ello es el maestro. Esto llevará tiempo, indudablemente, pero los resultados que se obtengan no serán producto del sanbenito de evaluaciones, sino de supervisiones que deben hacerse de manera sostenida para saber cómo se avanza, cómo existen problemas, dónde se demanda ayuda y de qué tipo. La educación hoy reclama actuar con el proceso y no después de él. Acompañar el proceso por personas con experiencia en el desempeño en el aula y no con docentes jóvenes que sabrán mucho de técnicas, pero poco del abordaje de los problemas que se suscitan en la gestión de la institución educativa. En este sentido, sería conveniente pensar, si no podrían intervenir como monitores los docentes jubilados en mérito a su desempeño.
Democracia y educación en este proceso deben andar de la mano en toda la amplitud que ello requiere y de manera especial repensar al amparo de la Ley de Reforma Magisterial y su Reglamento y hacer que la revaloración de los docentes sea un proceso en construcción, no fuente de conflictos. Revalorar al docente es un acto de solidaridad con aquellos que tienen la gran responsabilidad de educar a los alumnos del país. Sólo así lograremos que la relación enseñanza-aprendizaje adquirirá la profundidad que demanda.
3. El docente que el Perú demanda hoy. Difícil tener un perfil del docente que nuestro país requiere. Se ignora una serie de aportes, de demandas. Se parte de lo que se llamaría “un pensamiento único” del gobierno en funciones y ello tiñe la percepción de toda legislación, norma, directiva que se elabore y ponga en vigencia.
Es importante contar con un marco más amplio que permita saber qué docente requiere el país diverso, intercultural, qué docentes deben ser formados en los Institutos Superiores Pedagógicos. Cuál es el punto central, “la pepita” del ser docente en nuestra realidad. Pocos se atreven a recordar lo que ha recomendado la UNESCO en un escrito de Beatrice Ávalos, recordado por Cecilia Braslavski que dice: “Los maestros y profesores del siglo XXI habrán de estar capacitados para desarrollar en el alumno el espíritu público y comunitario, la empatía, la sabiduría, el institucionalismo y el pragmatismo, pero no sólo este último. Deberán saber y ser capaces de enseñar que el futuro de cada individuo depende del futuro de todos, de identificarse con lo que sienten sus distintos alumnos, de ponerse en su lugar y de enseñarles a aprender, de acostumbrarlos a interrogarse y a buscar sus propias respuestas -en vez de repetir opiniones preconcebidas-, de favorecer la asociación de prácticas institucionales diferentes adaptadas a las nuevas tecnologías -pero oponiéndose al aislamiento egoísta que a veces conllevan-, y de adoptar criterios para seleccionar y proponer contenidos y métodos apropiados que favorezcan el aprendizaje.” (ÁVALOS, Beatrice, citada por Cecilia Braslavski en PERSPECTIVAS Nº 123
¿Por qué la distancia entre lo que los investigadores plantean y las políticas educativas de formación docente? ¿Por qué la formación docente se ha tornado en negocio y es de baja calidad en las ofertas particulares? ¿Por qué la formación docente pública no se empeña en forjar maestros de sólida formación teórica y óptimo desempeño en la práctica?
El concepto devaluado que tenemos del docente hoy es porque. como dice Beatrice Ávalos “la mayor parte del tiempo, [maestros y profesores] trabajan en las aulas y las escuelas al margen de los debates sobre su función y su desempeño, hasta que tales debates afectan su vida cotidiana”. Preguntas y afirmaciones que reclaman consecuencia entre el discurso y el diseño de la política educativa. Que el diálogo con el docente no se torne sólo para hacerle saber la norma y la directiva, también para conocer sus opiniones, sus enfoques, su experiencia y que ellas se reflejen en el día a día de las instituciones educativas.
Las nuevas cualidades que se exigen al docente no siempre son cultivadas ni promovidas desde su institución formadora. El desarrollo de sus capacidades requieren un capital cultural difícil de adquirir y consolidar si no se ha promovido en su formación y desarrollado en el ejercicio profesional. La actualización que reciben hoy los docentes en ejercicio debería utilizar métodos que les permitan adelantar en el empeño de hacer posible vincular competencias y conocimientos especializados que necesitan para mejorar su desempeño en el aula y el desarrollo curricular.
Finalmente y sin ánimo de concluir recurro a lo que Paulo Freire escribió “El educador democrático no puede negarse el deber de reforzar, en su práctica docente, la capacidad crítica del educando, su curiosidad, su insumisión. Cuanto más crítico un grupo humano, tanto más democrático y permeable es. Tanto más democrático, cuanto más ligado a las condiciones de su circunstancia.» (FREIRE, Paulo. Pedagogía de la autonomía. Siglo XXI) Por ello debemos revalorar al docente pues es el profesional que asume la tarea de formar ciudadanos comprometidos con su realidad, con su país. Para ello deben desarrollar una pedagogía crítica para una democracia esencial que permita reconocer al otro y no hablar por ellos, sino en solidaridad con otros que tienen los mismos apremios.
Los maestros que hoy requiere el país deben saber que “El Perú, en tanto país andino, coloca al maestro y a la escuela en la encrucijada de ser los mediadores entre la cultura moderna y los códigos y valores provenientes de la tradición andina…Esta tensión desgarra al maestro desde su propio mundo interior, desde su etnia mestiza y desde sus códigos culturales marcados por su ascendencia provinciana.” TOVAR, Teresa. Ser Maestro. Condiciones del trabajo docente en Perú. UNESCO/OREALC. Chile, 1989).
Reposicionemos al docente en la comunidad no como el funcionario oficial, sino como el portador de la cultura nacional que tiene la gran responsabilidad de formar ciudadanos para un país diverso, intercultural, democrático, solidario. Lo que se debe hacer debe hacerse pronto. No hay tiempo que perder. (18.05.13)