1. Entre el saber y el poder. No podría decirse cuándo el docente dejó de ser lo que fue (líder reconocido por la comunidad, principal autoridad en los distritos, caseríos y provincias, referente del conocimiento, etc.) y cuándo el Estado empezó a desatender la educación como derecho y empezó a renombrarla como un servicio, regida por las reglas del mercado.
La historia de la educación nacional no es directa al situar momentos y responsabilidades frente a lo que ha sido y es el docente. Renuncia a todo juicio crítico para no “chocar con Chocano”, como decía un parlamentario muy suelto de huesos. Creía que el tema docente se arreglaba con unas monedas y nada más. Pocos saben de los sinsabores de la vida de ese profesional de la educación, que se ha ido devaluando y que ha sido presa de políticos y autoridades mezquinas. Poco de la pérdida de su autoestima, menos de las angustias para sobrevivir y desempeñar un rol en el aula y su comunidad.
Un referente interesante de cómo el docente fue reconocido, pero también maltratado por la sociedad y sus autoridades lo encontramos en la novela que escribió Francisco Izquierdo Ríos: “Mateo Paiva, el maestro”. Izquierdo Ríos relata las vivencias de un maestro en las zonas rurales de Perú y su quehacer como docente, padre de familia y aparentemente líder de la comunidad. Por la descripción de los problemas de la educación y del ejercicio de la función docente, parece un libro muy actual, a pesar que fue escrito en la década de los sesenta. La problemática en la educación peruana sigue siendo la misma, razón por la cual su lectura es amena, porque, aparte de la dinámica en la narrativa que le pone el autor, se constituye en una denuncia constante de la vida crítica que lleva un maestro en las zonas rurales. “Mateo Paiva”, es una novela de educación, pedagogía, creación literaria unidas por un cordón realista que no ha perdido frescura, porque muchos problemas de los años 30 al 50 que se narran, no han cambiado en esencia hasta la fecha.
La novela presenta la lucha de un hombre razonable, sensible, entregado a su profesión contra el absurdo “poder político”, que es caricaturizado en la imagen del diputado Hilario Ronquillo, además de los sinsabores de no tener “nombramiento” porque no tenía “padrino” y sus recurrentes viajes a la capital de la provincia y departamento por asuntos administrativos. En su soledad y lejanía, en su escuelita pobre reinterpreta directivas, normas e innova la enseñanza, la enriquece con contenidos del lugar. Aquellos tiempos no se hablaba de calidad de la educación, sino del derecho que tenía el pueblo a educarse y cómo el maestro conducía a los padres de familia para contar con un local escolar digno, limpio, con ambiente agradable para acoger a los hijos de campesinos, a los hijos de los principales empleados del Estado y particulares. Se respiraba equidad, derecho, solidaridad. Mateo Paiva, el maestro, era un referente de educación y cultura.
Si eso sucedía en esta novela, que es una vivencia de un maestro rural, en la antípoda del poder existían también ganas de hacer algo por la educación del país. Tomo del texto “Arguedas y Barrantes. Dos amautas” (editado por Carmen María Pinilla. Academia Peruana de la Lengua. Lima,12 enero, 2013) la siguiente referencia: “… en ese momento, Barrantes lideraba, por encargo del Ministerio del sector, la reforma de planes y programas de educación escolar. A iniciativa suya, pidió a los maestros de secundaria de los colegios nacionales que enviaran sus propuestas para las mejoras de los cursos. Y el mejor proyecto para el curso de castellano llegó desde el lejano Colegio Pumacahua de Sicuani. Su autor no era otro que José María Arguedas. Barrantes cuenta que no dudó en pedir su traslado a Lima para nombrarlo integrante de la comisión, algo que Arguedas aceptó entusiasmado”.(Jorge Paredes Laos. Dos amautas se escriben. En El Dominical. El comercio. Lima, 27.01.2013)
Dos años trabajaron juntos en el Ministerio de Educación elaborando las reformas de los programas educativos. Cuando culminaron lo encomendado, sus expectativas se frustraron. De nada valió que el Ministro Pedro M. Olivera aceptase la propuesta, pues cedió a ciertas presiones que pidieron que esta fuese revisada por otros funcionarios y autoridades burocráticas del ministerio. Esto terminó por molestar y decepcionar a Arguedas y al propio Barrantes. “A última hora (el ministro) llamó cómo ‘revisores’ a ocho frailes y a los directores de algunos colegios particulares y a todos los de los colegios nacionales. Y aquello fue una ola de grillos. El trabajo nuestro fue desvirtuado y degenerado.” (Carta de Arguedas a su hermano Arístides).
Arguedas le escribe con gran afecto a Barrantes, pero le dice “cuando pienso en el Ministerio se me erizan los cabellos: tengo la íntima seguridad de que si hoy volvieran a meterme allí, el dolor de cabeza que casi me aloca me atacaría de nuevo”. Aunque después le confiesa “[…] lo único que gané en el Ministerio es iniciarme seriamente en la ciencia pedagógica y sobre todo el haber encontrado en usted a un maestro puro, de una hermosa alma de educador”. (Jorge Paredes Laos.Op.Cit)
¿Es el docente el causante de este estado de la educación en el país? Y el sistema económico que nos rige ¿no tiene nada que ver? ¿La sociedad y sus instituciones no han contribuido a devaluar la profesión?
El poder ejercido por instituciones y personajes ha sido la constante en la educación nacional. Más allá de todo, el docente ha sido considerado como hoy llaman algunos un operador de la política educativa. El evento realizado en esta semana por Foro Educativo: Maestros, Sociedad y Estado. tiene por finalidad aportar a la construcción de manera consensuada las Bases para un Acuerdo Nacional por el Maestro Peruano.
2. Un antes y un después perdurable. Complejo es el tema del docente peruano, pero es necesario iniciar su reposición en la sociedad. La estrategia a seguir debe ser muy clara y sin restarle protagonismo ni valor a lo que el docente puede aportar. Son ellos los que saben donde les “ajusta el zapato”, saben de sus carencias y también de sus posibilidades. Requieren de una oportunidad en su formación y no un tutelaje de instituciones ni de políticos.
Por ello en la estrategia debería consignarse un trabajo que se inicie desde la formación profesional, referido a la construcción de la propia identidad, y fortalecerla como pedagogos innovadores y transformadores, sujetos sociales, políticos, éticos y estéticos, promotores del desarrollo humano, protagonistas y dinamizadores de procesos educativos, culturales, interculturales, científicos, ambientales, artísticos y tecnológicos. Todo ello mediante la participación en comunidades de aprendizaje o en redes académicas, promovidas por el ejercicio pedagógico.
Esto significa articular una propuesta de desarrollo profesional que empiece en la formación inicial, continúe con un posgrado y se desarrolle de manera permanente en la formación continua de los docentes y la creación de un sistema de formación y promoción docente que cuente como eje principal a la pedagogía, las ciencias, el arte, la investigación, la tecnología, la ética y los derechos humanos. Que se cuente con directrices y lineamientos perdurables (y no cambiantes anualmente) que articulan niveles y promueven acciones de apoyo a procesos de innovación e investigación pedagógica, comunidades académicas, experiencias significativas, pasantías, programas de maestría y doctorado, uso de las tecnologías y la creación de un fondo editorial.
En la perspectiva de hacer que estas intenciones sean perdurables y que no se repitan lo que antaño sufrieron Barrantes y Arguedas y que la situación docente no sea la del maestro rural Mateo Paiva, debemos apoyar un gran acuerdo de la sociedad civil y sus instituciones para que la profesión docente realmente sea respetada, apoyada y que cuente con los medios necesarios para hacer cumplir el derecho de la educación para todos en el Perú, diverso e intercultural. Sólo así podremos romper aquello de hablar a media voz cuando se trata de la educación y del magisterio.(16.02.13)