1. Reforma concepto y efecto. Se dice que reforma es lo concerniente a un arreglo, a una modificación o a un cambio con la finalidad de mejorar algo. Pero no siempre el arreglo o modificación dan resultados si previamente no se ha realizado un inventario de lo que debe arreglarse, modificarse o cambiarse.
En Latinoamérica cada gobierno que se inicia, expresa que realizará cambios, modificaciones y les llaman reformas, sin embargo ello conlleva concertar, consensuar con los aliados políticos o con quienes acompañaron el proceso y sus instituciones.
No podemos calificar de reforma a cualquier cambio que se dé en los procesos que se viven en nuestro país. en los sectores productivos, sociales, de relaciones.
Hubo una época en que para hacer transformaciones se debatía si lo que se hacía era reforma o revolución. Quienes se decían respetuosos de las normas estatuidas e instituidas tomaban el nombre de reformadores. Quienes optaban por el cambio profundo decidían ser llamados revolucionarios.
En este momento vivimos una incertidumbre ideológica al punto que se adoptan y adaptan tendencias que provienen desde distintos enfoques. Lo cierto es que lo ideológico está abandonado.
2. ¿Reforma educativa? Lo antedicho nos lleva a detenernos en lo que el Presidente y algunos funcionarios del sector expresan sobre el calificativo que se viene dando a lo que se hace en el sector educación. Se habla de reforma educativa y sin embargo se nos refiere a intervenciones concretas para mejorar los aprendizajes de los alumnos. ¿Es que sólo el aprendizaje debe promoverse y privilegiarse? Lo educativo no se agota en los aprendizajes. Lo educativo abarca el desarrollo de la persona, del niño, del joven, que concurren a la institución educativa para educarse. La infraestructura. Los docentes y sus relaciones laborales y no sólo su formación y actualización.
Una reforma educativa, debería estar basada en el diálogo social y la participación de todos los sectores involucrados, debería ir más allá de agendas políticas y de una administración. Por ello quienes la promueven y realizan deberían ser precisos en qué es lo que se va a reformar y cuál es el sustento filosófico, pedagógico, metodológico y no sólo técnico. ¿Qué fuentes referenciales se tiene en estos campos?
No es bueno “levantar” mucho la capacitación del docente cuando esa tarea debería darse en la perspectiva de una visión y continuidad en las políticas educativas. Eso hace trascendente la medida, le da un real contenido al proceso que se emprende y que no necesariamente es una reforma. Los funcionarios son cambiantes, igualmente los programas que puede enfatizar uno u otro cambio, pero lo que debería perdurar es la orientación, el hacia dónde dirigir la educación.
El hecho de incorporar a las TIC en el proceso enseñanza aprendizaje sin duda es valorable. Sin embargo no se trata sólo de dar máquinas para que el niño o joven interactúe, sino debe ir a la par la investigación sobre los conocimientos que se dan en un contexto de revolución tecnológica. Los alumnos pueden acceder a respuestas inmediatas utilizando el internet y las redes sociales y determinar si esto es superficial o poco significativo. Qué profundidad tiene lo que se aprende y si esto es de importancia. Jorge Sequeira de la Unesco (http://www.jornada.unam.mx/2013/06/14/sociedad/037n2soc) expresa que cualquier reforma educativa y tecnológica en el aula se debe iniciar por los docentes y su formación y capacitación continua. Se trabaja con otra generación de docentes ¿pero los hemos preparado convenientemente para que ejerzan su profesión con esta herramienta y no dejen que la herramienta haga el trabajo que sólo el ser humano -el docente- lo puede y debe hacer?
Una reforma educativa, debería no sólo dar los grandes temas del conocimiento y sus enfoques así como con el auxilio de la tecnología, pero sin descuidar la orientación final de la educación: formar ciudadanos democráticos y con conocimientos humanistas y tecnológicos para aportar al desarrollo de su realidad. Lo contrario sería caer en el facilismo.
Una reforma educativa debería partir tomando en cuenta a los docentes, involucrándolos en lo que se va a realizar, compartiendo con ellos el diagnóstico, haciéndolos copartícipes de la identificación de problemas, tensiones, de nudos críticos, para que se sientan involucrados y comprometidos en el diseño de las soluciones. Qué trabajar, y qué debe mejorarse, qué asumir y cómo de las experiencias extranjeras o dejarlas de lado y no convertirlas en “moda”.
El no incorporar a los docentes en el proceso de cambio desde el diseño de un diagnóstico y la elaboración de una propuesta, es una omisión pues se interpretaría como que no se valora su aporte.
Una reforma educativa sería posible cuando los docentes puedan diseñar la política educativa a desarrollar, no en el período que corresponde a un gobierno, sino a una política de Estado que no interrumpa procesos. Pero para ello es indispensable formar a los docentes con otra mentalidad.
Por ello no podría nominarse reforma educativa a simples cambios en el sistema educativo, que durarían lo que el gobierno de turno y no lo que una generación de alumnos requiera. Y eso es lo que se viene haciendo desde hace dos décadas aproximadamente. Los resultados nos siguen golpeando.
3. Política educativa. Es necesario abordar el tema educativo desde lo que es la política gubernamental y tratarlo desde la perspectiva de la alta política. Quedarse en ajustes que no parten de planteamientos sustantivos y sustentados por un marco de política explicitado previamente, es hasta cierto punto temerario.
En esta alta política debería tenerse en cuenta las relaciones de poder y las condiciones básicas, las reglas de juego para las instituciones educativas y los docentes. Si bien el PEN es el cimiento en el que se sustenta la actual gestión, su operatividad encuentra obstáculos que deben resolverse, pero tienen que tener un diseño político sobre las decisiones que deben tomarse. Sería necesario contar con una explicitación de la política a seguir. Muchos de los docentes poco lo conocen, menos lo han estudiado.
El Estado y sus instituciones requieren de una reestructuración. Nuestra legislación tiene muchos candados, que no permiten que los acuerdos, los consensos fluyan. Todo lo contrario la legislación es debilitadora de iniciativas y entorpecedora de procesos.
El sistema educativo actual no viene tratando a todos sus componentes en conjunto, y muy poco tiene en cuenta sus interacciones como un sistema complejo ahora que se desarrolla el proceso de descentralización. Es necesario reconsiderar las relaciones de poder dentro de la estructura del Estado, para que no se den como antaño, el fracaso de todo intento de reformar la educación. No puede ser que el sector economía sea el que entorpezca lo que los técnicos y funcionarios de educación solicitan.
Por ello es necesario un planteamiento que incorporando lo que recomienda el PEN señale los objetivos y el horizonte de lo que se quiere realizar políticamente en educación. Los niños, jóvenes y padres de familia del Perú se lo merecen. (07.09.13)