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Educación y docentes en la coyuntura

25 May 2013

1. Tensiones y pasiones. Vienen sucediendo en estos días una serie de denuncias y controversias de diversa índole que llevan a preguntarnos ¿por qué el país debe distraerse con temas que significan poco para el día a día del ciudadano común y corriente? Me refiero a los escándalos mediáticos por la denuncia de dos ex presidentes por casos rayanos en el aprovechamiento de sus funciones para enriquecerse mientras el país se empobrece.

De otro lado al gobierno ha promulgado una ley a favor de la venta de comida saludable en los colegios, llamada popularmente «ley contra la comida chatarra», como parte de un programa gubernamental promotor de la alimentación nutritiva para los escolares del Perú, que ha despertado críticas en grupos empresariales. Se clama por el atropello a la libertad de empresa y se calla las razones por las que se ha dado esta ley. Se denuncia que se atropella el derecho individual de cada persona para elegir al momento de comer.

Dicen los analistas antiguos /opinólogos de hoy que vivimos en democracia y por ello tenemos derecho a disentir, que ese es el juego democrático. El seguir manteniendo las diferencias y ahondando las brechas, ¿es parte del juego democrático? Total “mientras no interfieran mis intereses” todo está bien. Pobre concepto, débil formación ciudadana, elemental carencia de fundamentos en una sociedad que trata de ser moderna y no se aparta de la cultura de las cavernas.

Todos estos hechos expresan un doble discurso de quienes pretenden hacernos creer que mientras el Estado no interfiera en los procesos que se vienen desarrollando y produzcan riqueza está bien. Sin embargo qué diferente es cuando se trata de la educación y de los maestros.

2. Los maestros también tienen derechos. Hemos traído a colación esos hechos para recordar cómo es definido el maestro que reclama derechos, que pide consecuencia, reconocimientos y revaloraciones en una sociedad democrática. Y aquellos que hoy defienden libertades, no son magnánimos en reconocer que el docente es un profesional que vive en una sociedad democrática.

Hemos visto en algunos analistas cierto desprecio y mofa hacia los docentes. A pesar de haberse dado una aparente intención de cambio en el trato a los maestros de parte de los funcionarios del Ministerio de Educación, persiste todo lo que se sembró anteriormente: desconfianza, anatema por sus ideas, por sus opciones políticas, se les achaca falta de preparación.

No podemos decir que ha terminado esa actitud de ponerle sanbenito a cada accionar del docente. Las notas periodísticas se especializan en denigrarlo cada vez que ocurre algo en donde esté involucrado.

¿Los intereses de los docentes son diferentes a los de los empresarios que reclaman sus libertades, por ejemplo ante ley que trata de preservar la buena alimentación de los niños? ¿el docente por ser sindicalizado vale menos que otros profesionales?

3. Principales rasgos del docente en una sociedad democrática. Enumerar características de un docente en estas circunstancias demanda recurrir a lo fundamental de lo que es su profesión, teniendo en cuenta la sociedad y realidad en que se desempeña como ciudadano.
Dewey, Freinet y Freire son tres pedagogos que en el siglo XX trabajaron a favor de la educación para la democracia. De sus fuentes deben beber quienes hoy son los docentes del nuevo siglo. Debemos seguir cuestionando la educación autoritaria, academicista, moralizante y bancaria- que busca sólo la reproducción del saber y la memorización mecánica de los contenidos, sostenida por el ejercicio del poder del docente quien siente legitimado su rol por la edad, la experiencia, el saber y la tradición. Pero el mercado interfiere y se arriesga a proponer lo que el Estado debe “ofertar” como educación pública, también cómo debe ser la formación docente. Ya se tiene y bastante en la utilización de categorías de otras disciplinas –valiosas sin duda y que ayudan- pero en desmedro del enfoque pedagógico que debe tener la educación como ciencia.
Vivimos en una sociedad con una democracia en construcción. Sin embargo debemos formar docentes para que esa democracia se desarrolle, fortalezca y sea una realidad, donde la equidad sea el eje de los procesos que promueva y el desarrollo de la persona se fundamente en los derechos que los ciudadanos deben conocer y hacer respetar.
Formar para la democracia desde la escuela demanda contar con docentes profesionales que deban formarse permanentemente, en equipo, junto con otros docentes, de manera que se pueda alcanzar una disciplina intelectual de alto grado, calificación profesional, tanto cívica como con responsabilidad social. Desde esta perspectiva deben asumir su misión y consolidar su profesión. Para ello el docente debe crear un ambiente que estimule su creatividad, las respuestas y provoque nuevas preguntas. No olvidar lo que decía Dewey “… todo lo que el educador puede hacer es modificar los estímulos de modo que la respuesta logre lo más seguramente posible la formación de disposiciones intelectuales y emocionales deseables…» (Dewey, 1916/1997:158 Democracia y Educación. Una Introducción a la filosofía de la educación.).
La formación del educador exige una serie de condiciones en cuya base está en la libertad, la igualdad y la tolerancia; pero, con una alta dosis de utopía y esperanza. Por ello el docente debe ser una persona comprometida con su papel de mediador del proceso enseñanza y aprendizaje, ser constructor de la democracia y la ciudadanía en su horizonte político-social. Promotor de los valores cívicos y democráticos.
En este sentido el interés pedagógico fundamental es el niño, sus intereses y preocupaciones, en permanente diálogo con una realidad diversa que debe ser conocida, investigada crítica y creativamente. La labor de mediador del maestro está aquí en medio de este proceso de descubrimiento y develación que tiene el educando.
La práctica pedagógica del docente le exige una formación permanente que se realiza en diálogo con otros docentes y no sólo en postgrados, diplomas y más que se ofertan. La formación permanente le permite al docente responder a las demandas de conocimiento escolar contar con las respuestas adecuadas y conducir a los estudiantes hacia la investigación.
El docente debe tener un enfoque intercultural y conocer la complejidad pedagógica que consiste en saber interactuar con “otros” (alumnos/as y familias), admitir otras perspectivas y percepciones del mundo, mediar entre diferentes circunstancias y ser consciente crítica y reflexivamente de sus propias valoraciones sobre la diversidad social, política y cultural. La interculturalidad se compone de conocimientos, habilidades y actitudes de respeto y aceptación de la diversidad cultural como un valor educativo de primer orden en el quehacer pedagógico. Las actitudes (de apertura, voluntad de relativizar las propias creencias y comportamientos, de empatía…) constituyen la base de la competencia intercultural que todo docente debe tener en su desempeño profesional.

Finalmente la profesión docente es un compromiso ético entre quienes se sienten personal y colectivamente, responsables de su vida y quehacer cotidiano. El docente en una sociedad democrática es un profesional que debe desarrollar una disciplina intelectual, cívica y política de acuerdo a su responsabilidad. ¿Estamos formando ese profesional y brindando a los que ejercen la profesión, los elementos necesarios para acompañar los procesos que se desarrollan en la educación nacional? (25.05.13)