Por Damián L. Sarro
LA CAPITAL. Rosario, 14 de septiembre de 2013
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El desafío de sostener un programa integrador de lectura que respete los distintos intereses de los alumnos
Cuarenta y tres letras constituyen un universo de ideas que invitan a la sugerencia y a la imaginación de cualquier lector. Esto sucede con el que está considerado el cuento más corto en español: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí», y esto no es el título, sino el cuento en su totalidad del genial escritor hondureño Augusto Monterroso (1921-2003).
En el amplio horizonte literario lo normativo, lo convencional o lo «normal» caen sin sustento alguno como migajas al aire. Y en ello se rescata, entre otros aspectos, lo asombroso de la brevedad o de la inmediatez en la escritura, y por efecto colateral, la oportunidad de explorar ilimitadamente las potencialidades que toda escritura literaria nos brinda tanto desde el rol de escritor como de lector. Aquí lo breve no es sinónimo de escasez de idoneidad o impertinencia. Todo lo contrario, es la esencia de lo literario lo que hace estallar las posibilidades de creación, de reelaboración y/o de modificación a través de la escritura.
Gracias a estas líneas se puede trasladar la significación, o bien el sentido, de lo breve a la práctica docente en el nivel medio para adultos (las Eempas), y reflexionar sobre ciertas problemáticas que hacen a la esencia misma del proceso de enseñanza/aprendizaje en dicha modalidad.
Los docentes de Lengua percibimos la profundización de una deficiencia de aprendizaje que excede lo institucional y que atraviesa el sistema educativo desde los comienzos hasta el nivel superior: es falta de aptitudes en la práctica de la comprensión lectora.
Responsabilidades. Muchas veces se pretende que la Eempa afronte y resuelva las carencias de comprensión e interpretación en el proceso de lectura de textos, que brinde las herramientas y aliste a su alumnado para carreras superiores. Sin embargo, la adquisición y el afianzamiento de las estrategias de comprensión lectora es una responsabilidad de todo el sistema educativo y debe —o debiera— comenzar desde el mismo nivel inicial (las estrategias de comprensión lectora debieran ser una política prioritaria del Estado).
La Eempa debe sostener un programa integrador de lectura que atraviese todas las asignaturas y que focalice la atención en los intereses que los alumnos manifiesten explícitamente. Existen estrategias como la narración cooperativa, los comentarios de textos, las reelaboraciones narrativas, lecturas de otros lenguajes, el uso de las palabras claves y de las titulaciones, las mutaciones de roles de escritura y la ejercitación del tema y la idea principal, por ejemplo.
Vemos un abanico de posibilidades para que el docente planifique sabiendo que coexisten dos desafíos inherentes: la heterogeneidad del alumnado y la brevedad en las planificaciones por el calendario propio de la modalidad. Como bien se dijo, es un desafío y no un detrimento para la calidad educativa del alumno. El docente de secundarios para adultos, entre otras carencias que debe suplir, afronta el reto de la brevedad, que muchas veces se traduce como un proceso que tiende a las simplificaciones, a los amplios bosquejos o a drásticos recortes en sus planificaciones, sumado a la diversidad de su alumnado que constituye no sólo una complejidad sino también un estímulo.
Diálogo. En esta maraña de prácticas áulicas emerge una palabra con raíces simbólicas: diálogo. Este no sólo armoniza y articula las relaciones entre alumnos y docentes, sino que debe —o debiera— ejercitarse en los mismos contenidos curriculares para adultos. Que el alumno de Eempa dialogue con los libros y su misma realidad, que dialogue con sus problemas y los contenidos de la materia, que dialogue con otros lenguajes… en suma que dialogando se instruya y consolide esa práctica recíproca que no es más que la misma idea etimológica de dicho término.
Que la Eempa se visualice como un libro abierto, receptivo, reflexivo y articulador de las problemáticas e intereses del alumno con el saber. Que este libro propicie el diálogo como lo establece Borges cuando reflexiona: «Un libro es más que una estructura verbal, o que una serie de estructuras verbales; es el diálogo que entabla con su lector y la entonación que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que deja en su memoria […] La literatura no es agotable, por la suficiente y simple razón de que un solo libro no lo es. El libro no es un ente incomunicado: es una relación, es un eje de innumerables relaciones» (1).
Así la Eempa debe fijar un contrato comunicativo entre docentes y alumnos, donde las relaciones de diálogo y lectura sean una constante en todas las disciplinas y en todos los años, y en donde la brevedad no sea un impedimento sino un estimulante para la calidad, al mismo estilo que el cuento de Monterroso.
(*) Integra además el proyecto editorial Eempa (proyeditorialeempas.blogspot.com.ar)
(1) Jorge L. Borges, «Otras inquisiciones», en Obras Completas (1996), Emecé.