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La discriminación: vivita y coleando

16 mayo 2009

Si en la triste historia del fujimontesinismo llamó la atención la manipulación de conceptos y devaluación de los mismos pocos reparan que también ha dejado un país éticamente en ruinas, con instituciones precarias y con individuos que les gusta llamar la atención, sin reparar si arremete o menosprecia al otro.

En estos días se publicó en un diario de Lima (CORREO. Lima, 26.04.09) una fotografía y un titular en primera plana referida a una congresista de una comunidad cusqueña que gusta vestirse con sus vestidos típicos y es quechuahablante, escribiendo la secuencia de la presentación del Primer ministro ante el Congreso, con una caligrafía y ortografía, por decir, “fonética”, es decir escribiendo lo que sus oídos escuchan con los símbolos alfabéticos aprendidos.

El director del medio ante la discusión que hubo en el congreso sobre el caso que lo tildó de discriminatorio, escribió que no lo animaba ningún ánimo peyorativo, excluyente, racista, clasista, costeñita, anti-indigenista, etc., contra dicha congresista. Y advierte para que quede bien claro que lo “políticamente correcto” se está volviendo asfixiante en nuestro país. Y prosigue que le provoca pena que esta humilde mujer tenga esas carencias y no queremos ninguna befa contra ella. Pero sin embargo expresa que no se puede pagar más de 20 mil soles y darle poder y responsabilidad a quienes no están mínimamente iluminados por las luces de la cultura. (¡?) (Aldo Mariátegui. CORREO. Lima, 26.04.09)

Según el diccionario de la Real Academia discriminación, proviene del verbo discriminar (del latín discriminare), que significa 1) Separar, distinguir, diferenciar una cosa de otra; 2) Dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etc. (Diccionario de a Lengua Española. Real Academia española. Vigésima Primera Edición – Madrid 1,992). ¿A cuál de estas acepciones correspondería la opinión del director del citado diario nacional que resalta la falta de educación/instrucción de una representante del Congreso Nacional? Si no fuera por la trascendencia naftalínica de esta concepción frente a todo lo que significa cultura nacional, vaya y pasen estas expresiones. Sin embargo, el virus de la discriminación, está “vivito y coleando” en su más profundo sentir y decir de un sector de actores de la escena nacional que siguen creyendo en los “blasones y talegas” (José María Pereda) y que les importa un comino el resto, pero eso sí “guardan las formas” para no desentonar en el acontecer nacional.

En este ir entre pareceres, conceptos y toma de posiciones nos hemos ido distrayendo y nos olvidamos de lo esencial, el significado del hecho: la discriminación. Además de lo que expresa la Real Academia de la lengua, discriminación es un acto de hacer una distinción, es un acto de abuso e injusticia que viola el derecho de la igualdad de oportunidades. La discriminación como tal, no es tolerada en ninguna sociedad democrática y no debería existir.

Afirmar doctamente que está probado que la gente que lee poco es la que peor escribe al estar menos familiarizada con las reglas más elementales de redacción es una afirmación maniquea de quien desde su poltrona de director y profesional censura a quien no tuvo las oportunidades a las que él accedió y que a pesar de las carencias le demuestra que el ser humano es más que saber leer y escribir en español, que no es su lengua original. La congresista Hilaria Supa es el testimonio de la mujer andina marginada, discriminada, por una sociedad que le negó todo, pero que en una democracia, fue elegida por sus coterráneos del ande. La congresista Hilaria Supa representa a la región del Cusco, lugar donde el 52% de la población tiene como lengua materna el quechua.

Las justificaciones que ha dado el director del diario evidentemente no harán olvidar la ofensa de quien se siente aún con el poder para desde ahí sentenciar quién debe ser congresista, sus calidades, sus competencias. Pareciera que no valora la cultura a la que representa la congresista, su vida, sus testimonios. Más valor tienen los usos y costumbres de una sociedad en donde el idioma extranjero marca la diferencia y se le valora y el idioma ancestral avergüenza, la vestimenta “horroriza”, el hablar con mote ruboriza, pertenecer a los “chutos”, indigna.

Confirmar esta “denuncia” con el biombo de si es sano para el país que pueda acceder al Congreso alguien con un nivel cultural tan bajo, cuya ortografía y gramática revela serias carencias, es mucho descaro e hipocresía. ¿Por qué no se dijo nada cuando se debatió la Constitución en el capitulo pertinente? ¿Acaso no se sabía que todos tenemos los mismos derechos? ¿Entonces, no era peligroso que los “ignorantes” llegasen al Congreso? ¿Qué sentimientos abrigaba esta nota periodística?

Que sigue habiendo una fractura profunda en lo que conforma nuestra nacionalidad es evidente y ésta es una prueba palpable por más “mea culpa” que se den. Lo real y concreto es que no hemos podido acortar distancias con las mayorías nacionales y tampoco en el reconocimiento de derechos universales que decimos conocer, respetar y observar. Uno de los antecedentes escritos más remoto en documentos que conforman nuestra historia de la educación nacional son los referidos a la polémica Deústua – Villarán. “Se cree que el origen de nuestra decadencia está principalmente en el considerable número de analfabetos», y tomando como analogía, lo que ha hecho la escuela norteamericana, concluye de este modo: «el día en que tengamos numerosas escuelas el país se habrá salvado»; «el día en que podamos gastar algunos millones en fomentar la instrucción primaria nos habremos regenerado». (Alejandro O. Deustua. El Problema Pedagógico Nacional, Lima, 1902). «Comprendida la cultura en un sentido intelectualista, es claro que las escuelas en el Perú, podrán, enseñando las materias de un programa adecuado, llenar su misión. Todo quedará reducido a pagar a maestros, edificar locales y adquirir mobiliario conveniente.» (Alejandro O. Deustua. Op. Cit.)… Villarán entre otros planteamientos exponía «…La raza, la tradición, el clima, el territorio, todo nos indica que necesitamos formar hombres prácticos y sensatos, antes que teóricos e imaginativos, llenos de inventiva, más que de erudición, vigorosos de cuerpo, fuertes de voluntad, agenos (sic) a todo diletantismo afeminado, provistos de potencias y virtudes activas, no de refinamientos morales y estéticos. Todo advierte que la fórmula que se impone a los educadores nacionales es huir, como de una plaga detestable, de la necia instrucción erudita, verbalista, literaria y libresca, y sustituirla con una educación sobria y sana, basada en la idea de combatir el ocio y el apocamiento del carácter, que haga, si se quiere, hombres rudos, pero eficaces; sencillos, pero útiles a sí mismos y a su patria» (Manuel Vicente Villarán. La educación Nacional y la Influencia Extranjera.).

Sin duda que esta polémica además, de estos planteamientos, se debió a la concepción que tenía Deustua de los indios: «El Perú debe su desgracia a esa raza indígena, que ha llegado, en su disolución psíquica, a obtener la rigidez biológica de los seres que han cerrado definitivamente su ciclo de evolución y que no han podido transmitir al mestizaje las virtudes propias de razas en el período de su progreso (…). Está bien que se utilice las habilidades mecánicas del indio; mucho mejor que se ampare y defienda contra sus explotadores de todas especies y que se introduzca en sus costumbres los hábitos de higiene de que carece. Pero no debe irse más allá, sacrificando recursos que serán estériles en esa obra superior y que serían más provechosos en la satisfacción urgente de otras necesidades sociales. El indio no es ni puede ser sino una máquina. (Alejandro Deustua: La cultura nacional, Lima 1937). En ciertos círculos peruanos pareciera que Deustua está redivivo.

Otra investigadora que trata el tema del indio, en el virreinato, en la emancipación, en el inicio de la república es Karen Spalding en su obra “De Indio a Campesino” (IEP, Lima, 1974), explicaba que el término “indio”, un término europeo, aplicado en tiempo de la conquista española a cualquiera que había vivido en las Américas antes de las llegada de los europeos. Y expresa que este término cuatro siglos y medio después define al sector más pobre del campesinado, con características particulares, como un lenguaje separado y ciertas creencias y prácticas populares. Y es más dice Spalding el grupo definido como indio en los siglo XVI y XVII no es el mismo que aquel definido como “indio”, en el siglo XX. Términos tales como “indio”, “negro” y otras palabras abstractas que definen a grupos de personas son conceptos sociales cuyo significado varía a través del tiempo. La palabra “indio” ha sido utilizada en el área andina, pero el significado y características de la gente que definía han cambiado cambiado considerablemente del siglo XVII hasta la actualidad (Spalding, K. Op Cit).

El racismo peruano es, en esencia, un racismo colonial. Manrique nos dice que se construyó a partir de las categorías mentales que portaban los conquistadores, forjadas en los conflictos que enfrentaron a los cristianos contra los musulmanes y los judíos en España en el crucial momento de su constitución como nación. (Nelson Manrique. Introducción al libro La piel y la pluma). Como toda ideología dominante, el racismo colonial no sólo fue portado por los colonizadores sino que fue interiorizado, y aceptado como «verdadero», por los grupos colonizados. Esto contribuyó poderosamente a la estabilidad del orden colonial. (Nelson Manrique.Op. Cit).

Tenemos citas que marcan un derrotero de la discriminación en nuestro país que algunos piensan son históricas, sin embargo, ella está “vivita y colendo” y aparece en gestos, en el compartir con otros, en la concurrencia a lugares públicos, en nuestro comportamiento cotidiano en la calle, en lugares públicos, en el trabajo, en el transporte, en donde discurre nuestra vida ciudadana y también en el hogar. Es decir, por más que en declaraciones hablemos de inclusión, de equidad, de respeto por el otro, en el día a día hacemos lo contrario ¿Qué significa eso?

Pensemos en lo que la escuela nos da, cómo hemos sido educados. “la escuela actúa como dispositivo de reproducción cultural de la conducta ciudadana: junto con los conocimientos transmite un sistema de lealtades, la competencia, la creatividad, la solidaridad o su ausencia, el autoritarismo y las jerarquías como forma natural de las relaciones sociales. Difunde todo un ‘currículum oculto’ que, en la práctica, funciona como uno de los más importantes disciplinadores que posee un Estado”. (Cecilia Lipszyc. La discriminación en la escuela: los iguales y los otros). Esto que lo aprendimos en la etapa de formación, “choca” con el modus vivendi cotidiano, con nuestro desempeño en el aula en donde muchas veces nuestros alumnos ya tienen inoculado el virus de la discriminación por actos, por palabras, conceptos y comportamientos del entorno familiar, por el barrio, la calle. ¿Es que seguimos marcados por este concepto que Deustua difundió con relación a los indios? ¿Qué hace el docente cuando trata de ser equitativo en el trato con los alumnos? ¿Qué hace el docente cuando trata de atender a todos por igual en las reuniones de aula con los padres de familia? Encontrarse con pensamientos y sentimientos afincados desde la cultura familiar y tratar de cambiarlos es un trabajo inmenso e intenso, que pocos valoran cuando “ningunean” al docente. Lo que hace el maestro en estas circunstancias es recurrir a su formación de pedagogo, de educador, para ponerse por encima de los escenarios y realidades. ¿Cuál debe ser su rol docente para enfrentar hoy a una inusitada diversidad cultural, y a un desdibujamiento generalizado de los patrones morales? Existe muchas maneras y recomendaciones para abordar el tema, por ejemplo la psicopedagoga Stella Maris Sastre afirma: “El mejorar las relaciones tiene que ver con el mejorarse uno mismo cada día, para ser un educador modelo en lo cotidiano; y esto, más que en el diseño de una clase, está en la esencia y en la conciencia de educar con el ejemplo. Por supuesto que no se puede aspirar a una perfección que no existe, pero sí tomar conciencia de que somos modelos de educación, partiendo por no fumar en la sala de maestros, por ejemplo” (DELTA Prensa, Córdova Argentina). A más de uno el discurso les “sonará” arcaico, caduco, pero es lo fundamental en el desempeño docente. Hoy los alumnos requieren modelos, no sermones, claridad en las ideas y consecuencia con las convicciones, y no el doble discurso que es patente y patético en nuestra sociedad. Sastre nos dice que “Es necesario que se puedan prevenir los episodios de discriminación tienen que formar parte de la currícula (sic) en forma activa y cotidiana: en el grado de estudios, en el recreo, en los paseos; de mil maneras se puede implementar la solidaridad y el acompañamiento. Las emociones son educables, pero aunque figura en la currícula (sic), no se trabajan lo suficiente. Por ello se debe trabajar desde el lugar de los derechos; hay algunas escuelas que lo hacen muy bien, por ejemplo, con respecto a los extranjeros, a los hermanos bolivianos y peruanos” (deltaprensa.blogspot.com) Se trata de ir construyendo desde el aula, desde la escuela el respeto por el otro que es diferente pues esto me enriquece como persona.

En las escuelas de nuestro país siempre encontraremos la diversidad y la discriminación y más en particular en lo cotidiano del aula en donde el conocimiento de nuestros alumnos nos permite identificar a quiénes estudian, quiénes son flojos, quiénes son los inquietos, quiénes son los que quisieran pasar desapercibidos, indiferentes, aquellos que no estudian pero son muy duchos copiando o soplando. Y si de raza se trata encontraremos blancos, cetrinos, negros, cholos, indios, chinos, japoneses, árabes, judíos, en fin un abanico de razas y procedencias, que nos hablan de la diversidad que hoy existe y que ya Arguedas nos los recuerda en sus obras, sobre todo en aquella que dirige a los maestros.

Trabajar en la diversidad demanda además claridad en el manejo de las emociones, de lo que exige cada cual la aplicación de una metodología intercultural, que nos permita sacar adelante a las personas en formación de acuerdo a sus características y particularidades. Si a esto le añadimos otras características y exigencias de acuerdo a la procedencia del medio cultural y socioeconómico de donde provienen, podremos apreciar que el maestro debe ser un artista para poder combinar conocimientos y aptitudes con el objetivo de educar y formar al estudiante.

Siguiendo la reflexión de Stella Sastre el maestro debe trabajar de manera conjunta con sus otros colegas y la dirección de la escuela, para abordar el tema de la discriminación, ni permitir, o ser cómplice voluntario del hecho. Por ello el docente debe estar atento a todo lo que diga el niño y debe considerarlo una persona inteligente, y que siempre puede ser más. También recomienda como tantas veces lo experimentan los docentes en el país, el trabajo en forma conjunta con la familia, en tanto agente coeducador. (Valentina Primo. Discriminación en la escuela. Argentina, 2008)

Pocos se ponen a pensar que más allá del maltrato y el desplante que lleva consigo la discriminación, ésta encierra secuelas psicológicas al punto de afectar el desarrollo de la personalidad del niño que se manifestarán en la baja autoestima, el bajo rendimiento al no poder rendir todo lo que puede, ser poco amigable, y otros rasgos más que sumados llevan al fracaso escolar. Y en algunos casos nido de conductas agresivas, antisociales y consigo mismo.

Educar en valores, se basa fundamentalmente en una formación integral y no en una etiqueta de moda. La responsabilidad de la escuela más allá de la moda es hacer de los niños buenos alumnos y buenas personas. ¿Qué resultados se puede mostrar de la proclamada educación en valores en más de una década? Es una concepción y enfoque interesante, pero se ha quedado en el discurso. Los hechos de la vida cotidiana nos responden.

El caso de la burla que se ha hecho por la poca preparación de la congresista Supa, ha puesto en evidencia que la discriminación está ahí, subyace en nuestra sociedad y existen quienes la utilizan, sin respeto por las personas y buscando justificación en razones de la sin razón, es decir como cuando en los dramas wagnerianos nos fijamos mucho en las motivaciones de los protagonistas, y muy poco en el papel que tienen aquellos personajes que de alguna forma se ‘enfrentan’ a los sentimientos y posturas de los protagonistas de turno.

Debemos reconocer que experiencias y procedimientos como éstos nos indican que aún nos falta mucho por construir e instruir en nuestra educación peruana. Lo que llama la atención es que ninguna autoridad del sector haya emitido un juicio sobre esta situación. ¿Con qué autoridad entonces se puede hablar de educación ciudadana, de educación inclusiva de educación en valores?

(08.05.09).