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Entrevista con María Cristina Ramos

23 junio 2014

MARÍA CRISTINA RAMOS es escritora y profesora de literatura. Coordinó talleres literarios para niños, preadolescentes y adolescentes, y trabaja en capacitación docente. Coordinó el programa «Formación de Coordinadores de Talleres Literarios Infantiles» del Departamento de Perfeccionamiento Docente del Consejo Provincial de Educación del Neuquén. Coordinó el Plan de Lectura y Escritura Provincial, 1987 y 1988, desde el Departamento de Bibliotecas Populares del Neuquén. Esta tarea implicó la coordinación de talleres en distintas localidades del interior de la provincia y el programa «Leer es salud», de pequeñas bibliotecas y lectura en hospitales. En 2001 fue capacitadora del Programa «Creando lazos de lectura» organizado por Comisión Nacional de Bibliotecas Populares. Trabajó con bibliotecarios de algunas ciudades de Neuquén, Río Negro y Mendoza.

FUNDACIÓN LEER.

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Fundación Leer: ¿Cuándo empezaste a escribir para chicos?

 

María Cristina Ramos: Cuando nació mi primera hija. Si bien estuve siempre cerca de los chicos por mi trabajo en la docencia. Es muy conmovedor ver las sucesivas lecturas del mundo que los niños van haciendo a medida que crecen. Ese resplandor fue el que me movió a escribir.

 

F.L.: ¿Creés que es preciso hablar de literatura infantil o de literatura “a secas”? ¿Cómo se define la literatura infantil?

 

M.C.R.: Es importante pensar qué posibilidades tiene un receptor niño de construir todo lo que construye un lector a partir de un texto. Es importante la diferencia de experiencia de vida que puede tener un adulto, si bien aquí entran infinidad de matices. Pero fundamentalmente la literatura infantil es, en primer lugar, literatura. La edad de los destinatarios no justifica en modo alguno un tratamiento superficial o descuidado de un texto. Muy por el contrario, se trata de adentrarse en el intento artístico y procurar un encuentro en la lectura, sin renunciamientos de ningún tipo y sin subestimación del lector.

 

F.L.: Para escribir cuentos o poesía infantil, ¿hay que escribir sobre el mundo los niños?

 

M.C.R.: No. La literatura es una ventana al mundo de afuera y a los mundos internos del ser humano. Creo que a los chicos les interesa todo. Se asoman con curiosidad a la vida en todas sus formas. Esa curiosidad implica también descifrar esto extraño que somos los adultos.

 

F.L.: ¿Existen temas para chicos y temas para grandes? ¿Se puede hablar de todo en la literatura infantil?

 

M.C.R.: Sí, con la delicadeza e inteligencia que supone ser responsables de lo que la literatura puede generar en los chicos.

 

F.L.: ¿Cómo se integran los temas de la marginalidad social, o los temas conflictivos en las historias para chicos?

 

M.C.R.: Cada autor tiene su alquimia. Pero creo que hay que cuidar el delicado equilibrio entre la mirada social y la concreción estética. De igual modo no creo que se pueda conducir demasiado la escritura hacia un objetivo conciente. La ideología del autor se evidencia, aunque esté tocando temas que parezcan no tener que ver con situaciones de marginalidad o de avasallamiento del hombre por el hombre.
En toda situación de este tipo subyace la no consideración de los otros como seres valiosos. Este principio, el respeto por el otro, puede aparecer en situaciones comunicacionales sencillas, en una historia de peces, en una historia de botones. La literatura es metaforización. Pasa tal vez, que se ha extendido la costumbre de aceptar lo explícito, lo obvio. Hay mucha literatura de consumo que deja tranquilo al lector y no le exige nada de esfuerzo. Creo que el verdadero artista confía en el ser humano, en su poder de superación, en la incidencia lúcida de su mirada, en su deseo de libertad, y, a ese mar de posibles arroja, esperanzado, su obra.

 

F.L.: ¿Qué lugar tienen las voces de los diferentes grupos culturales de nuestro país en la literatura?

 

M.C.R.: Creo que un lugar escaso, pero a la vez más significativo que el de hace algunos años.

 

F.L.: ¿Tiene la literatura una función en ese sentido (si es que, realmente, tiene alguna función concreta)?

 

M.C.R.: Tal vez acompañar, señalar sutilmente, iluminar zonas grises, poner voz en zonas acalladas de lo individual y lo social. La experiencia estética mueve zonas de lo personal que se tocan con el inconsciente colectivo. En la búsqueda de lo estético hay una manifestación de libertad. Además, como toda actividad que haga pie en la búsqueda, en el despliegue de lo más sano de nosotros, será un hacer que nos dignifique como seres humanos y nos impida avanzar en la autodestrucción.

 

F.L.: ¿Qué te proponés, qué objetivos tenés cuando empezás a escribir una historia?

 

M.C.R.: Ninguno. Después de que la obra ha avanzado lo suficiente, recién entonces miro críticamente detrás de la historia para ver qué más sacar a la luz, qué replegar.

 

F.L.: ¿Qué lugar tiene la poesía dentro del campo de la literatura infantil?

 

M.C.R.: A veces se asoma tímidamente entre otras propuestas más recurridas. Hay un cierto temor de los mediadores, de algunos docentes, ante la poesía. Creo que está relacionado con lo imprevisible del discurso poético. La poesía puede ser una luminosidad instantánea, un llamado a una gota de música, un puro y gratuito juego con la palabra. Puede ser apenas, y nada menos, que una resonancia interior a evocar el tiempo en que la palabra venía en la voz de los afectos, cuando llegaba su corporeidad sonora y musical, antes que el significado.

Sin embargo su aporte no es equivalente al de la narrativa. Hay que animarse, explorarla, disfrutarla. Ponerla al alcance de los chicos. De lo demás, ella se encarga.

 

F.L.: ¿Cuál te parece que es el lugar de la literatura dentro de la escuela? ¿Cuál debería ser?

 

M.C.R.: La escuela debiera construir espacios de encuentro entre los chicos y la lectura. Los docentes que recuerdan de la infancia o de la adolescencia la intimidad posible con un libro querido, comprenden de otro modo la importancia que reviste el contacto con los libros, la posibilidad de bucear en ellos hasta encontrar algo que sea muy significativo para uno, que resuene hondamente en lo personal. Si la escuela permite esta exploración, si acompaña esta libertad desde el estímulo, la apertura de horizontes y la valoración, estará sosteniendo la construcción del lector.

 

F.L.: Como docente y capacitadora, ¿cuáles son las estrategias específicas para estimular la lectura en los chicos?

 

M.C.R.: Aquellas que impliquen alentar la interacción grupal en el juego con la palabra, alimentar el rumoreo del imaginario, adentrarse en los imaginarios propuestos por la Literatura, llegar progresivamente al fecundo silencio de la lectura

Jugar con los libros para estimular la lectura

8 marzo 2013

NOTA: Este artículo es tomado de la siguiente dirección digital:
(http://www.guiainfantil.com/libros/Lectura/libroJuguete.htm). Esperamos que sirva en este año escolar que recién se incia. No se trata de «obligar» a leer, sino inducir, estimular la lectura y la creatividad en los niños. Es una invitación a ser creativos en función de nuestros alumnos y alumnas.
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El libro es un juego desde el nacimiento del bebé
Un libro en manos de un niño lo puede llevar a volar por mundos de fantasía, de imaginación, de magia… y llegar a transformar este encuentro en un verdadero torbellino de sensaciones, de voces y ruidos. Es que un libro es también una gran herramienta de juego, y como tal, tiene que estar presente en la vida de un niño desde su nacimiento. Un gesto tan sencillo como leer un cuento a un niño puede eternizar una afición enriquecedora durante toda su vida.
GuíaInfantil.com encontró un material importante sobre cómo convertir el libro en un juguete.

CINCO IDEAS PARA JUGAR CON UN LIBRO
EL JUEGO DE LAS VOCES
Cualquier cuento por pequeño que sea puede trasformarse en un juego de voces y ruidos. A los más pequeños les encanta escuchar los cambios de tono: las voces agudas, las graves, las que imitan a los niños, a una bruja, los sonidos del agua, del viento, de los animales… Así aprenden a identificar a los distintos personajes: los buenos, los malos, los más jóvenes o los más ancianitos. ¡Lo cierto es que cualquier elemento creativo captará su atención!

Nota: Para niños y niñas de 0 a 8 años.

DIBUJA LA HISTORIA
Sólo se necesitan lápices de colores, cartulinas y un narrador. El juego consiste en que los niños y niñas representen las distintas secuencias del cuento: el principio, el nudo y el desenlace. Pueden hacer tantos dibujos como quieran, lo importante es dejar libre su creatividad. Además, observando sus dibujos se pueden aprender cientos de cosas: lo que más llama su atención será lo más grande, lo que menos le gusta lo omitirá o será muy pequeñito… ¡Les encantará tener sus propias ilustraciones de los cuentos!
Nota: Para niños y niñas de 3 a 8 años. A partir de los 6 años también se puede proponer que escriban pequeños textos al pie de los dibujos, así fabricarán sus propios cuentos clásicos.

HACIENDO TEATRO
Es hora de sacar del baúl de los recuerdos: un sombrero, unos guantes, collares de plástico, cinturones o un chaleco. Cualquier ropa antigua será el perfecto disfraz, también ayudará un set de maquillaje infantil para caracterizar unos bigotes, una cicatriz o unos coloretes. ¡Representarán su cuento favorito!

Nota: Para niños y niñas de 5 a 8 años. A partir de los 7 años también se puede proponer que escriban un pequeño guión para adaptar la historia del libro.

EL SUPER DETECTIVE
Si lo que se quiere es desarrollar su atención, sólo hay que proponerles que sean un «Súper detective». El juego consiste en buscar pistas secretas: pueden ser colores, palabras que empiecen por la «A», la «B», palabras en plural, en femenino, en masculino, palabras que se escriben con «H». Puede establecerse un límite de tiempo o de palabras y al final pensar en una gran recompensa… ¿Qué tal su postre favorito? ¡Es fantástico para la ortografía, el vocabulario y el lenguaje!

Nota: Para niños y niñas de 7 a 12 años. Cada detective tiene que tener su propia libreta de detective y un bolígrafo para poder anotar todas las pistas. Si participan varios niños, cada uno puede utilizar un bolígrafo de un color diferente.

INVENTANDO OTRO FINAL
Seguro que hay algún libro con un final poco divertido, así que la solución es tratar de inventar entre toda la familia el desenlace perfecto. Cada uno aporta su idea y entre toda la familia se decide que «trocito de historia» es el mejor. Es una forma de conversar sobre un libro: los personajes, el contexto, las distintas situaciones, etc. El juego se puede complicar en función de la edad de los participantes.

Nota: Para niños y niñas de 5 años en adelante. Este juego no tiene edad y seguro que hay cientos de finales para modificar.
Fuente: http://www.imaginarium.es

Para que Argentina vuelva a leer

23 agosto 2011

NOTA:COmparto este artículo Mempo Giardinelli, por la importancia que tiene en la tarea de fomento de la lectura y el libro. Saque el lector sus propias enseñanzas.

El siguiente es el discurso de apertura «Panorama desde el Chaco: Claroscuros de la Lectura en 2011», que el 17 de agosto dio el escritor Mempo Giardinelli, en Domo del Centenario, en el 16° Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura:
Queridas y queridos colegas, autoridades nacionales, provinciales, municipales, amigas y amigos… Se cumplen hoy 16 años desde que empezamos a proponer estrategias para que este país vuelva a ser una sociedad de lectores, capaz de salir de la oscuridad, la mediocridad y el resentimiento. Y la verdad es que la Argentina se está recuperando como país lector, aunque en materia educacional debería leer todavía mucho más y sobre todo textos cada vez mejores.
Porque no hay otro camino que la buena literatura para formar lectores competentes. Y eso significa que no hay mejores libros que los clásicos. Lo que a su vez significa, o debería significar, que no hay mejores orientadores de la buena lectura que los maestros y los bibliotecarios.
Ahora bien, ¿no es maravilloso, casi un sueño, advertir que nuestro país hoy puede pensar y analizar estas cosas? Porque hace treinta años éramos una carnicería, y hace veinte éramos una confusión, y hace diez estuvimos al borde de la disolución nacional…
Pero ahora podemos pensar. ¿No es fantástico? Ahora la educación ya no es la escuela donde los chicos van a tomar la leche o comer un pedazo de pan, sino un lugar en el que se puede discutir la calidad educativa que les damos. Y ahora la lectura ya no es aquel desaparecido al que debimos recolocar en la agenda de este país; hoy es un problema que vamos resolviendo.
Más de tres lustros después de aquel primer Foro que organizó nuestra entonces incipiente Fundación, con el auspicio de la Universidad Nacional del Nordeste, la lectura ya está instalada en la conciencia, el imaginario y la vida cotidiana de este país, y es en todo el territorio, en las 24 entidades federadas una tarea en marcha, una pedagogía en la forja. Enhorabuena.
Pero si hoy la sociedad argentina es más consciente del potencial revolucionario de la lectura, eso, siendo mucho, y muchísimo, es poco frente al titánico desafío que es recuperarnos como nación lectora. Porque los daños de la censura, el miedo y las políticas monopólicas están todavía a la vista y jamás debemos olvidarlos.
Nuestro modesto aporte, por lo menos desde 1998, consiste en crear voluntariados para trabajar en programas concretos con el objetivo de dar de leer. Con nuestros Programa de Abuelas Cuentacuentos, de Pediatras Voluntarios, de Amigos Lectores y otras acciones solidarias, comenzamos a llevar autores a las escuelas, donde previamente estimulábamos a maestros y alumnos para que leyeran textos de quienes luego los iban a visitar. Así crecimos como institución, y así creció este Foro, que no es otra cosa que un espacio para debatir, imaginar, crear conciencia sobre el valor de la lectura y sobre todo desarrollar estrategias lectoras que desburren no sólo a los chicos, sino y muy especialmente a los grandes.
Hoy es obvio que los argentinos leen más que la generación anterior. La estrategia nacional de promoción que ha venido ejecutando el Plan Nacional de Lectura (PNL) arroja frutos positivos y estamos muy cerca de poder afirmar que la Argentina tiene una política de estado de lectura, que es el objetivo superior por el que siempre trabajó nuestra Fundación. Enhorabuena también por eso.
Pero hay cosas que faltan y debemos señalarlas. Hace exactamente un año, al inaugurar este Foro, anunciamos nuestra alegría porque se ponía en marcha el Consejo Nacional de Lectura, organismo pensado para coordinar esfuerzos e inversiones para garantizar la mayor calidad de lectura de nuestros hijos y nietos. También se anunció en paralelo la realización de la 2ª Encuesta Nacional de Lectura, que desde hace años es una de las propuestas que con más tenacidad impulsan nuestra Fundación y este Foro. Pero hoy, un año después, infortunadamente debo decir que si ese Consejo se reunió, nosotros no nos enteramos. Y de la encuesta, no tenemos noticias. Y no lo digo por puro afán de crítica, sino porque hay ya mucho camino andado, y bien andado, pero todavía no tenemos mediciones confiables sobre lectura y ése es un problema serio. Hace años que nuestra Fundación propone la realización de una encuesta de Lectura anual, preparada entre todos y con participación de las entidades con trayectoria, para ver cómo evolucionamos.
Todo país necesita saber cuánto leen sus habitantes, porque un país que no lee cercena su futuro. Y personas y pueblos somos lo que hemos leído, pero también somos lo que nunca leimos. Y eso se paga.
Necesitamos, por lo tanto, redefinir y profundizar estrategias y acciones concretas. Porque ya somos un país convencido de la importancia de la lectura. Eso ya lo hicimos. Por lo tanto, no hace falta gastar tanta energía en promocionar lo que ya sabemos y todo el país sabe. ¿Se entiende lo que digo? ¿Me estaré explicando bien? Digo que ya no hace falta tanta «promoción de la lectura». Ahora lo que falta es leer. O sea, ahora viene la parte más difícil de una política de lectura: lograr que la sociedad lea; que todo el país se convierta en una nación de lectores.
Y no se imaginan cómo me gusta abrir este Foro proponiendo que ya no hablemos tanto de lo importante que es leer. Porque ahora hay que leer. Ahora es necesario que todos y todas se pongan a leer, empezando por los maestros y los bibliotecarios. Y los papás y las mamás de los chicos, todos y todas, o sea la ciudadanía, que es la protagonista de la democracia.
A ellos tenemos que convertirlos en lectores. No sólo a los chicos. Es a los grandes a los que hay que cambiar. A los grandes tenemos que orientar hacia la lectura, porque si los grandes leen, leen los chicos. Y si los grandes se embrutecen con la telebasura, los chicos también. Es así de sencillo. Leer también es ver menos televisión, como es aprender a ser espectadores conscientes y críticos. Única manera de preservarse de la imbecilidad y la mentira cotidianas que ofrece la telebasura argentina.
Por supuesto que cuando digo «los grandes» me refiero también a los funcionarios, los dirigentes, los empresarios. El drama de este país está en los adultos; no en los chicos. Son los adultos los que no leen. Incluso es evidente que muchos profesionales, y los dirigentes de todas las disciplinas y actividades, también dejaron de leer. Y se les nota…
Por lo tanto, es el Estado el que debe garantizar el derecho a leer, y no sólo con políticas educativas sino también aplicando recursos como la excelente Ley de Medios Audiovisuales que ahora tenemos.
Es claro que estamos en el buen camino, y podemos enorgullecernos de ello. De haber sido una nación lectora hace más de medio siglo, pasamos al terror, la censura y la persecusión. El retroceso cultural argentino fue pavoroso. El paradigma de ascenso social que eran el libro y la lectura fue destruido con maldad y a conciencia, y se lo sustituyó por el paradigma de facilismo, especulación e individualismo que todavía está vigente en algunos sectores. La privatización abierta o encubierta de la educación, y la destrucción de la industria editorial argentina, abrieron las puertas a los negocios a la vez que las cerraban para el conocimiento.
Por eso ahora que la reconstrucción en democracia está en marcha y sus resultados se notan, podemos sentirnos orgullosos. Ya estamos viendo jóvenes maestros que se hicieron lectores con la colección LeerXLeer, de la primera Campaña Nacional de Lectura del Ministerio de Educación, y que fue el verdadero inicio del actual PNL. Y hoy sabemos que las próximas generaciones de maestros y de bibliotecarios estarán mucho mejor formadas, gracias a los nuevos paradigmas de lectura, a los recursos y tecnologías que se están asignando, a la existencia de nuevos acervos en las escuelas y sobre todo a la inclusión del fomento de la lectura en la carrera docente. Sin duda ése es el camino, y vamos bien. Hoy se lee mucho más que hace diez años, y lo sabemos aunque no tengamos todavía las encuestas.
Pero una vez más: si eso es verdad, también lo es que debemos mejorar la calidad de las lecturas. Porque si somos más lectores, entonces leamos mejores textos. Y ayudemos a que los demás -los chicos, ahora sí- lean mucho y de lo bueno. Y para eso yo sigo sin ver mejor estrategia que la lectura en voz alta, estrategia que en nuestra Fundación venimos probando como nadie en este país, y con resultados asombrosos. Ahí están las Abuelas Cuentacuentos para probarlo; ellas son las verdaderas heroínas de esta tarea: inteligentes, cultas, amorosas, van y dan de leer a los que no tienen, y leen bien y leen lo bueno, y nos hacen sentir orgullosos del mejor programa de la Fundación, porque además es gratuito absoluto: nadie paga, nadie cobra, y nuestra función es garantizarles libros, aprendizaje y logística.
De ahí que nos sorprenden algunas resistencias. Porque al menos aquí en el Chaco pero también en otras provincias, a pesar de la firme decisión del Estado de acompañar y promover la propuesta de leer en voz alta diariamente en las escuelas, hay inesperadas reticencias para aplicar esta estrategia. Vemos a diario que es difícil quebrar cierta inercia negativa en muchas escuelas. No en todas, pero sí en muchas. Parece mentira que haya tantos maestros, y sobre todo directivos, que se niegan a incorporar esta práctica tan simple, que ha demostrado ser verdaderamente revolucionaria porque es generadora de las ganas de leer. Nos resulta increible que aún haya docentes que no quieren sostenerla en el tiempo, y por eso aprovecho esta tribuna para invitar nuevamente a todas las directoras y directores de escuelas del Chaco y otras provincias a convertir a la Lectura en Voz Alta en política central de sus establecimientos. ¡No necesitan nada para hacerlo: ni resolución ministerial, ni aprobación de supervisores, ni grandes dotaciones de libros, ni dinero ni tiempo! Sólo se necesitan ganas de leer, hacerlo amorosa y encantadoramente, y durante nada más que 5, 10 o 15 minutos al inicio de cada jornada…
Y ya que estamos, aprovecho también para proponerles, a ustedes que son mayoritariamente maestros y maestras, que piensen que es hora de ir cambiando algunas actitudes y prácticas… Acéptenme, por favor, que señale que es muy común, demasiado habitual y harto complejo, observar cómo maestros y profes jóvenes nos preguntan qué pueden hacer para que los chicos lean, y cuando les respondemos que simplemente se trata de leer cada uno y luego leerles a los chicos, nos responden que «lo que pasa es que no les gusta leer…». Frase injusta y facilista, que hay que desterrar. Cuando un docente culpa a sus alumnos de no leer es porque a él, o a ella, no le gusta leer. Y no le gusta porque no sabe, o no conoce las simples virtudes de la lectura. No se vale escudarse en la culpabilización de los chicos.
Claro que no estoy acusando a los docentes, que también fueron víctimas de esas modas pedagógicas que en la Argentina hicieron del placer literario un trabajo pesado y a las que no debemos dejar de denunciar.
Es necesario y urgente volver a enseñar Literatura desde el placer estético. Que es la vieja idea de Dostoievsky y de Joyce, de Jane Austen y de Borges y Julio Cortázar. Se trata de leer la mejor literatura como manera de descubrir la maravillosa conciencia del descubrimiento, y sintiendo la alegría de la libertad del espíritu en ebullición. Y si no saben cuál es la mejor literatura, pregunten, que hay respuestas excelentes. Este Foro, con la gente que invitamos, es el inicio de una respuesta en sí misma.
Y si esto es así, señoritas maestras y queridos profes, si desterramos la idea de que la buena literatura es «difícil» o «pesada», contrario sensu es imprescindible terminar con las ejercitaciones obligatorias y trabajosas, que, más allá de las buenas intenciones que las alientan, en muchos casos sólo entorpecen el simple y grandioso placer de leer y la libertad de decir.
Sueño con un sistema educativo en el que la Literatura vuelva a ocupar el primer lugar entre las Humanidades. Un sistema en el que se lea Don Quijote como exhortación a la libertad y no para que a los catorce o quince años los muchachos y las chicas se vean forzados a hacer resúmenes inútiles, o clasificaciones temáticas, conductuales, geográficas o históricas, y ni siquiera lingüísticas. Aspiro a un sistema en el que los jóvenes lean los libros fundamentales de toda cultura, como son los clásicos, para simplemente descubrir el goce que producen las andanzas, para apreciar el fulgor de la ironía y las paradojas del ridículo, para incorporar escalas de valores, para comprender lentamente el valor de la lectura en la vida de cada uno/una. Y subrayo la lentitud de la lectura porque la lectura es sabor y es alimento. Y porque el saber y el conocimiento son lentos, y porque toda prisa es idiota y es bueno que los maestros lo sepan y lo enseñen. El aprendizaje es y debe ser lento, pausado, sereno, porque sólo así es profundo, y porque lo lento encierra siempre pensamiento y perspectiva de calidad.
Y claro, sueño también -y que me disculpen los editores- con un sistema escolar que no sea permeable a las sugerencias interesadas de las editoriales, y en particular las grandes multinacionales. Si ellas van a seguir siendo las que determinen los contenidos de la enseñanza en la Argentina, vamos a seguir en problemas. La diversidad y la calidad de la lectura debe determinarlas el Estado a través de la orientación ministerial, respetando la libertad de elección de cada profe y cada maestro en cada aula y con cada grupo humano.
Otro tanto quisiera decir del trabajo de los bibliotecarios. Que son mis hermanos, porque yo me crié en bibliotecas y las bibliotecas fueron y son mi vida, como la biblioteca es el alma de nuestra Fundación. La verdad es que se trabaja mucho por la lectura en las bibliotecas argentinas, sean las populares, las públicas y las escolares, todas las cuales se están actualizando después de años de abandono y obsolecencias. Pero también persisten, yo diría, algunas taras profesionales que vienen de los tiempos del oscurantismo y el miedo. Y hay que señalarlas para que en democracia las cambiemos. Por ejemplo, y sencillito: creo que por más problemas económicos que tengan, las bibliotecas escolares no deberían cobrar y mucho menos dejar de prestar libros a los chicos porque no pagaron la cuota de la cooperadora… Esto es absurdo y hay que terminarlo. No hay que pagar por leer. Ni siquiera las bibliotecas escolares que fijan cuotas voluntarias, porque eso también está mal y encima termina siendo excusa para que los libros no circulen.
¿Y no les parece además que ya es hora de que las bibliotecarias dejen de atender quioscos de golosinas dentro de las bibliotecas? Ésta es una costumbre nefasta que hace que en el recreo los chicos vayan a la biblioteca a comprar alfajores y no a elegir qué leer. Es urgente terminar con los quioscos en las bibliotecas, para que en el momento del recreo los chicos vayan a buscar a un adulto que les recomiende libros y no que les venda dulces. Eso pudo tener algún sentido en los 90 cuando el Estado no enviaba libros ni se recibían dotaciones de la Conabip, ni había una ley de bibliotecas como en esta provincia para sostenerlas.
Y si me permiten algunas ideas más: ¿no sería bueno que en las salas de profesores haya libros, o que de la biblioteca se traigan materiales para posibles lecturas, o que haya una pequeña dotación de textos disponibles y con seguro recambio cada siete días? ¿Y que cada semana un profe ofrezca una breve charla sobre un tema de su especialidad? ¿No sería bueno que entre colegas se converse acerca de lo que van a compartir con los alumnos al día siguiente, para recibir sugerencias, e incluso compartir alguna lectura entre pares en un recreo? ¿Y de paso eludir las vacías conversaciones sobre algún programa de la tele? ¿No sería precioso y útil que las bibliotecarias sean el motor de estas prácticas, preguntando a los docentes si ya tienen lo que van a leer mañana a sus alumnos?
Habría más propuestas, y desde luego no ignoro que persisten las dificultades para acordar una política nacional que respetando las diferencias regionales adopte líneas de acción comunes. Hoy a la Nación le es muy difícil acordar sus políticas con todas las Provincias, y no sólo las referidas a la lectura. Son rémoras del desastre educativo de las décadas anteriores.
Por eso mismo quiero terminar diciendo cuánto nos fastidia cuando se oye criticar a la educación en la Argentina como si los problemas fueran de hoy. No es así, y esto no es ser oficialista como piensan algunos tontos. Es innegable que hoy luchamos contra los desatinos de ayer, contra la herencia perversa de la dictadura y el oscurantismo, y corrigiendo los pésimos resultados del falso federalismo de los 90, que desquició a la educación argentina. Y todo eso además de la perversa decisión de castigar salarialmente a los maestros y debilitar a la escuela pública, que fue la política oficial hasta hace ocho años. ¿O nos vamos a olvidar de los salarios miserables, el maltrato al conocimiento, el abandono de la educación pública para estimular empresas y negocios privados supuestamente educativos, y de las carpas docentes?
Yo no digo que hoy la educación «está bien» en la Argentina. Pero sí digo que ha mejorado muchísimo y que vamos por el buen camino. Y eso hay que reconocerlo, aunque muchos políticos mezquinos e ignorantes no lo hagan. Estamos en rumbo propicio y acertado. Valga como ejemplo que hoy, discutir la calidad educativa es tanto o más importante que discutir salarios. Esto significa que hoy podemos ocuparnos de la calidad de la educación. Podemos planificar el devenir de la educación y la lectura.
Y decirlo no implica obsecuencia alguna, ni tampoco conformidad. Porque como lo saben ustedes, y lo sabemos nosotros, las cosas para los docentes nunca van a estar bien. Nunca ustedes van a estar conformes, y nosotros tampoco, y ésa es una actitud intelectual sana y estimulante que yo espero tengamos por generaciones.
Y ahora sí: declaro inaugurado este 16º Foro. Muchísimas gracias.

Publicado en LA NACIÓN. Buenos Aires, 23 de agosto de 2011