1. Aunque se vista de seda. En nuestro país de manera silenciosa, pero persistente, se ha venido aplicando lo que se llama política educativa neoliberal, sin motejarla así. La trama del neoliberalismo es vasta y sabe disfrazarse para que países en crecimiento acepten propuestas antes que garantizar una mejor educación. Ofertan en el fondo los créditos y luego misiones de expertos recomiendan recetas ajustadas a los propósitos signados en documentos, compromisos que tienen que ver con un cambio en el sistema educativo, Por ello las ofertas de reformas de las reformas desde hace tantos quinquenios sin que podamos apreciar un cambio sustantivo. Adriana Puiggrós en un artículo publicado en la revista Nueva Sociedad Nº 146 (Educación neoliberal y quiebre educativo, 1996) expresó las siguientes reflexiones: “El argumento central que sostiene a las políticas educativas neoliberales es que los grandes sistemas escolares son ineficientes, inequitativos y sus productos de baja calidad. De tal afirmación se deduce que la educación pública ha fracasado y se justifican políticas de reducción de la responsabilidad del Estado en la educación, presentadas como la única reforma posible.”
Desde hace años los expertos nacionales nos hablan de la progresión de la educación privada frente a la educación pública tanto en la capital como en las provincias. ¿Qué pasó con el quinquenio de la educación de Belaunde? ¿Qué pasó con aquel lema que se repetía en TV y radio que teníamos la mejor educación de Latinoamérica, en la época de Fujimori? ¿Qué sucedió con la distribución de computadoras a las instituciones educativas del país? ¿Cuál ha sido el impacto del proyecto Una Laptop un niño de la época del segundo gobierno de García? Inversión, préstamos, endeudamiento externo ¿Cuánto aumentó el presupuesto de educación en estos quinquenios y cuál ha sido el resultado? ¿Son los resultados de PISA lo que pueden dar sustento a la devaluación de la educación pública?
Hoy el discurso neoliberal va logrando romper tradiciones, pero debe usar algunos de sus enunciados para adquirir legitimidad. Las ofertas referidas a la mejora de la inversión educativa para que el gasto sea más eficiente para lograr la equidad. ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? En todo discurso nos siguen prometiendo aumentar los porcentajes del PBI como recomienda el Acuerdo Nacional y recoge el PEN, pero este ofrecimiento está lejos de alcanzar el 6% considerado como mínimo en el consenso internacional. ¿Falta voluntad política? ¿Por qué cuesta llegar al porcentaje enunciado y recomendado? Nos han dicho y siguen repitiendo sin rubor que se debe al incumplimiento de las metas de inversión comprometidas, basadas en exigencias de racionalidad instrumental, eficiencia, equidad y calidad. ¿Esa música no la escuchamos antes?
Algunas palabras efectistas se han vuelto parte del repertorio de los expertos y que los maestros repiten, pues creen que son parte de la modernidad pedagógica, sirven para “mostrar” los cambios pero en la realidad una vez contrastadas nos dicen poco o evidencian la realidad: equidad, inclusión, eficiencia, eficacia, participación y otras, no tienen contenido. Nos han hecho creer que con ellas de manera mágica se arreglarán las cosas y que por ello debemos reforzar la educación básica asumida previa descentralización por la sociedad civil.
Hoy nos hablan de competitividad. Nuestra educación debe ser competitiva para asumir nuevos retos en el mundo globalizado. ¿No será que nos están llevando una vez más a las reglas del mercado? Alguien celebra esto en lugar de cuestionarlo. Pareciera que cada novedad que sale de la galera del MEF es bien recibida y no merece crítica. ¿Garantiza aquello mejor educación?
Con estas modificaciones en la percepción de lo que es la educación actual, cuasi entregada al mercado, es necesario que se respete lo central del proceso pedagógico: la participación, la experimentación y la gradualidad. No se puede dejar de lado en nombre de reformas, meritocracia, competitividad lo que nos recuerda Puiggros que “Las reformas educacionales son procesos profundos, que ponen en movimiento aspectos estructurales de la vida social y cultural, que comprometen el imaginario colectivo, la memoria histórica y la prospectiva.” ¿Viene ocurriendo eso?
Si obviamos esto y aplicamos reformas como “lecciones aprendidas”, nos estamos aventurando a nuevos fracasos. Consideramos que debe respetarse tiempo y cultura, diversidad y riqueza histórica; formación y experiencia de los docentes así como la opinión de la comunidad representada por los padres de familia. Solo así podremos empezar a hablar de educación que el país requiere. Lo demás son palabras al viento en una sociedad excluyente e inequitativa. ¿Eso es lo que queremos en la educación peruana?
2. El discurso y la buena voluntad. La semana pasada le hemos tomado la palabra al Ministro de Educación por sus declaraciones. Si las analizamos políticamente concuerdan con el modelo económico, pero nos preocupa que este nos lleve lentamente al modelo fracasado en otros países y a tener que empezar de nuevo.
Difícil es sacudirse de la tensión que se vive a nivel global. Existe una campaña por desprestigiar a la educación pública y para ello se recurre a encuestas, eventos, actividades donde se quiere demostrar que la educación que ofrece el Estado es de mala calidad. Que existe una migración de cerca de un millón de alumnos de la escuela pública a la educación privada es evidente
Muchas razones por qué los padres de familia prefieren la educación privada, pero poco se dice de cierta campaña que va atentando contra un derecho y poco a poco se renuncia a él para entregarlo placenteramente al mercado, que a su vez lo “envuelve” y oferta como un servicio por el cual se debe pagar.
Qué lejos están los planteamientos que escuchamos en nuestra etapa de formación cuando nos decían que “Los planteamientos democráticos de la Revolución francesa y la Revolución industrial europea (Cole, Wakai, 1984) sentaron las bases ideológicas y económicas que hicieron posible la progresiva extensión de la escolarización obligatoria, así como el acceso paulatino de un mayor número de personas a niveles superiores de educación”. (Mariana Miras. Universidad de Barcelona. Facultad de psicología. Barcelona, 1990) Somos testigos hoy de cómo los planteamientos democráticos se adecúan a las reglas del mercado sin el menor rubor. ¿Qué sucede con la secundaria? ¿Qué porcentaje de abandono?
Sabemos que la educación pública debe jugar un papel central en la sociedad que valore la democracia y la justicia social. Pero vemos tristemente cómo estos principios y valores se desvirtúan cuando la globalización aparece en el discurso y tendencia de moda y trata de ajustar los programas a los modelos económicos que responden a una ideología del mercado. ¿Dónde queda el discurso pedagógico? Cautivo. Reducido a técnicas funcionales.
La educación pública es “una perita en dulce” para el mercado, pues es el área que tiene el mayor gasto oficial. Una forma de devaluarla es presentando el bajo rendimiento de los alumnos y exaltando el crecimiento de la educación privada. No se permite una educación pública que genere ciudadanos críticos y que fortalezca una sociedad democrática.
Así surge en todo su esplendor lo que es el proyecto neoliberal que considera a la educación como un mercado grande que debe conquistarse con la estrategia de siempre, aunque no lo expresen. ¿Podemos decir que sucede algo parecido en nuestro país? Negarlo sería de cínicos. Recordemos cómo desde hace tiempo el lenguaje, los conceptos, los modelos que se presentan tienen que ver con el mundo de la economía, con patrones culturales reñidos con los nuestros. Lo estamos aceptando calladamente.
Temas y problemas que vienen jaqueando la educación pública, la educación ciudadana, la democracia y sus valores, los derechos humanos y los principios de la equidad, de la solidaridad. ¿Y qué vamos teniendo? Consumismo, competitividad entre empresas, entre bodegas y supermercados, entre malls, plazas, torres y barrios exclusivos de finanzas. Temas y problemas que deben ser abordados desde la educación, para saber hacia dónde vamos, qué es lo que queremos para los niños y jóvenes en el país. ¿Algo parecido no viene sucediendo con el discurso educativo?
3. A veces me pregunto ¿qué hago yo aquí? Un docente del interior del país me conversaba y decía, “qué hago yo aquí” en medio de medias verdades, de talleres, seminarios, conferencias y cursos. Desearía poder tener los recursos para poder comprar los libros que necesito para desarrollarme profesionalmente y no seguir cautivo de la fotocopia. Tener mi libro, estudiarlo, subrayarlo, compartirlo, discutir su contenido con otros docentes y de esa manera recargar mi espíritu para ser más creativo e innovador en los conocimientos que compartiré con mis alumnos.
¿Qué hago yo aquí? Si no tengo tiempo para retroalimentar mi espíritu y conocimiento en lo que yo deseo y no seguir recibiendo directivas, normas y órdenes de lo que debo hacer. ¿Dónde está la libertad, dónde la ciudadanía, dónde la democracia, dónde la solidaridad, dónde la equidad? Alguien la ha secuestrado y la entrega maquillada y controlada.
No entiendo la globalización que quiere estandarizarnos a todos para servir a quienes deciden de espaldas al pueblo. ¿Dónde está el discurso de Encinas, de Portugal, de Arguedas sobre la educación nacional? ¿Por qué no lo releemos y los reinterpretamos de cara al siglo XXI? ¿Por qué aceptar modelos que sirven a otros intereses y no a los seres humanos?
¿Por qué somos tan adictos a adoptar modelos educativos del primer mundo en educación? ¿Por qué procesos que vienen dejándose de lado en Estados Unidos, Australia, Nueva Zelandia insisten en aplicarlos? ¿No basta lo que nuestros académicos latinoamericanos han publicado sobre el fracaso de estas medidas? ¿Por qué no respetamos nuestra propia historia y cultura?
El amigo maestro movía la cabeza como desengañado al apreciar de que nuestra educación está intervenida sutilmente por la diseminación de la política neoliberal en el país y de manera especial en educación. Y prosigue por ejemplo ¿no cambiamos las USES ineficientes por las UGEL ineficaces? ¿Cuál fue la justificación? El lograr una mejor gestión de las instituciones y establecer una plataforma institucional para el proceso de descentralización. ¿Se ha logrado? ¿Acaso muchos no solicitan que se cambie esta institucionalidad para que la gestión sea más eficiente? Y para darle un pincelazo de modernización se contratará hoy gerentes formados en SERVIR. ¿Han sido formados estos gerentes en lo que llamamos la cultura educativa? ¿Qué modelos de UGELES se quiere hoy? Misterio.
Una estrategia que se desarrolla de manera silente con una influencia del FMI, el Banco Mundial y su compañero regional BID que levantan la consigna de mejora de los aprendizajes, cuando antes fue la necesidad de infraestructura.(Recuerdan las escuelas de Fujimori?) ¿Con qué resultados?
Lenguaje y consignas “modernas”, de proyectos educativos fallidos en otras latitudes. ¿Por qué aceptamos aquello que no forma ciudadanía, no respeta derechos humanos, no habla de equidad, de solidaridad, de nuestra democracia? Una educación que camina al filo de un nuevo ensayo y con un horizonte muy corto, va camino al fracaso. Duele decirlo. (22.02.14)