La consigna dada por el Presidente de la República en la juramentación del nuevo Consejo de Ministros (11.07 fue orden e inclusión. Saliendo de un a coyuntura política que tuvo su punto álgido en los sucesos de Bagua.. Sobre el tema se ha escrito y denunciado en diarios, revistas y foros.
¿Qué significa esta consigna dada por el presidente al conjunto de ministros de Estado? Mucho. Pero es mayor el discurso que sobre orden e inclusión se ha escrito y escribirá y todo se apreciará desde la posición política e ideológica que se tenga y el auditorio al que se dirijan las palabras y medidas. Se recurre a esta consigna a partir de un contexto histórico de un hecho conflictivo y de situaciones reivindicativas de frentes regionales y de las consignas de los mismos de recurrir a un paro y marcha nacional a partir del mes de setiembre.
La lectura que se le dé a esta consigna en cada sector es diferente según se trate. En lo social el orden va de la mano con la claridad de modelo de desarrollo que se opte previamente y que sea aceptado por todos en consenso. En este sentido, como otras veces nos preguntamos ¿conocemos el modelo de desarrollo que queremos o que el gobierno impulsa? ¿es el mismo del anterior gobierno? ¿Cuál será la prioridad que se le otorga en el amplio repertorio de posibilidades a impulsar y sobre todo en dónde se sitúa a la persona?. Sin duda la respuesta será que se promueve el desarrollo humano (frase muy socorrida hoy para bajo ese paraguas, hacerle el juego a un modelo económico que fracasa a ojos vista, pero valgan verdades, existen pocas propuestas alternativas que puedan presentar resultados), y, para ello se vienen dando preferencia a la consolidación de una plataforma económico financiera que debería garantizar el desarrollo de políticas sociales que hagan posible la equidad en las mayorías. Todo lo contrario. ¿En qué se pone orden? ¿Dónde se pone la prioridad?
Orden en este contexto, como lo ha dicho el nuevo ministro de Defensa, significa autoridad. Esta palabra encierra también muchas interpretaciones según quien las pronuncie, y según los documentos que emita y distribuya (normas, directivas y otros) que implican conocimientos, enfoques inspirados ¿en los derechos humanos?, ¿en la equidad?, ¿en la inclusión?. ¿Cómo hacer para que este concepto, sentimiento y convicción empapen ideas, palabras, formas de ser y pensar en quienes los manejan?
Es en este marco en el que se puede encontrar coincidencias para realizar cambios que ataquen de raíz el origen del conflicto o de los conflictos que hoy llegan según la Defensoría del Pueblo a 226 a nivel nacional (según varios diarios que dan cuenta de la conferencia de prensa de la Defensoría al 30 de junio habían 273 conflictos sociales). La Defensoría del Pueblo refiere que “Los conflictos aumentan de manera constante. Entre las razones que lo explican está el crecimiento económico que despierta expectativas en la población; además ese crecimiento económico está muy vinculado a la explotación de recursos cerca de comunidades, por lo que se produce un choque entre dos formas de entender el desarrollo. Los conflictos d este tipo son la mayoría” ( DOMINGO, Suplemnto de La República. 12.07.09 Entrevista al Dr. Rolando Luque responsable del Área de Conflictos Sociales de la Defensoría del Pueblo). ¿Estos conflictos se combatirán con orden, sinónimo de autoridad? Sería bueno que nos dijesen qué entienden por orden los señores ministros que hoy están a la cabeza de los ministerios de Defensa, Interior, Salud, Educación, Trabajo y otros que indirectamente se involucran en el proceso, cuando los hechos se dan. De igual forma sería importante que los actores en conflicto, además de sus reclamos digan qué conceptos están detrás de sin duda importantes reclamos y los derechos que los asisten.
El otro tema de la consigna es la inclusión. Pero al igual que el anterior ¿qué encierra el significado de esta palabra? ¿Qué connotación tiene en esta coyuntura y en el discurrir democrático del país? ¿Se trata sólo de incluir a los excluidos y tenerlos como un dato estadistico? Al ver la realidad, es necesario que se descubra de una vez lo que encierra esta palabra en su contenido. Muchas preguntas, según el sector que se trate, se hace el ciudadano común y corriente: Por ejemplo ¿de qué sirve construir más hospitales –que sin duda son necesarios- y no se tiene una atención eficiente? ¿De qué sirve tener hospitales, postas, si el enfermo que requiere atención, tiene que esperar hasta tres meses para poder ser atendido? ¿Dónde está la eficiencia y eficacia, dónde la inclusión? De igual manera en educación ¿de qué sirve hablar de una mayor cobertura si en los pueblos más alejados no se tienen escuelas porque el número de niños y jóvenes no justifica el pago de un docente? ¿De qué sirve hablar de interculturalidad si no se cuenta con los docentes especializados? ¿Acaso no se ha descuidado como nunca la formación de dichos docentes? Ahí están los documentos de académicos y docentes que denuncian cómo la Dirección Nacional de Educación Bilingüe ha descuidado sus responsabilidades y cómo desde hace dos años no existen postulantes para esta especialidad por la valla de la nota 14. El silencio ha sido toda respuesta. ¿Se viene aplicando la inclusión en el sector educación con relación este problema?
En el escenario en que estamos nos preocupa la consigna presidencial y lo que cada ministro la asuma como la “varita mágica” para resolver conflictos en la forma pero no en el fondo.
En un artículo titulado “El sacrificio en los altares del orden”, Eduardo Galeano (BRECHA Nº 557/Montevideo 1996), dice algo que bien podría ajustarse a la reflexión sobre el tema “Somos todos prisioneros. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo. Y los niños son los más prisioneros de todos: la sociedad, que prefiere el orden a la justicia, trata a los niños ricos como si fueran dinero, a los niños pobres como si fueran basura, y a los del medio los tiene atados a la pata del televisor.” Por ello los conceptos deben ser bien claros en ser enunciados y claros los alcances. Pues el orden y la inclusión pueden ser por acción u omisión. Leer hechos y acciones bajo los lentes del orden e inclusión desde el poder, desde el gobierno y no del Estado podrían tener una lectura diferente sea cual fuere la realidad y actores sobre los que se actúe.
En este mundo que viene globalizándose con predicciones optimistas en términos económicos por las inversiones y el crecimiento y frente a una realidad local marcada por la lógica del conflicto, la pobreza y la exclusión social. En este marco llama la atención que en la consigna presidencial no hubiere espacio para otros temas y cómo enfatizar sobre esta situación de manera transversal en educación, salud, trabajo y cómo apuntar a un desarrollo más armónico, en donde la inclusión social se evidencie que no sólo caminamos hacia el combate de la pobreza, pero la desigualdad sigue patente en las calles, en los micros, en las escuelas públicas. Por ello percibimos, además una desafección ciudadana in crescendo, que disminuye la participación política y debilita aún la democracia signada por interrupciones de ingrata recordación.
En Educación existen escritos, investigaciones, discursos y artículos que nos hablan de la pobreza, la exclusión, la educación ciudadana, educación en valores, educación para la paz y los derechos humanos, que dejan de tener valor y vigencia pues no se ven los resultados lamentablemente, a pesar de los esfuerzos de los docentes. Igual ocurre con la educación inclusiva. El discurso es abundante, pero pocos lo hacen desde un enfoque integrador, mayor, que no se quede sólo desde en lo educativo y se agote en una atención deficiente cuando no se ha preparado a docentes a trabajar desde este enfoque. Pueden tenerse las mejores directivas, normas e intenciones, pero si quienes las deben poner en práctica en el día a día no están preparados ni tienen el repertorio de conceptos y recursos adecuados, ¿qué pueden hacer? ¿Quiénes deben prever desde el gobierno todo el apoyo y soporte? Es fácil captar la atención del auditorio y luego olvidarse. ¿Falta voluntad política?
“El enfoque inclusivo debe reconocer y valorar las diferencias individuales y los concibe como una fuente de enriquecimiento y de mejora de la calidad educativa. En el proceso enseñanza-aprendizaje, estas diferencias se hacen aún más presentes; todos los alumnos tienen unas necesidades educativas comunes, que son compartidas por la mayoría, unas necesidades propias, individuales y dentro de éstas, algunas que pueden ser especiales, que requieren poner en marcha una serie d ayudas, recursos y medidas pedagógicas especiales o de carácter extraordinario, distintas de las que requieren la mayoría de los alumnos.” (Lic. Agustín Fernández. Educación Inclusiva: Enseñar y Aprender entre la Diversidad. Umbral 2000, Set.2003). Sin duda es lo ideal, pero choca contra una realidad de un gobierno fácil en el discurso, pero que ignora la realidad sobre la formación de los docentes, que no llega a comprender que para poder evaluar antes tiene que formar en el concepto y contenido de lo que significa ser docente en el presente siglo.¿Se podrá impulsar lo inclusivo cuando a fortiori se obliga a los docentes que ingresen a la Carrera Pública Magisterial, por ser una ley importante para el desarrollo docente, pero un tanto a contrapelo de lo que requiere el perfil del docente de esta primera década del presente siglo? ¿Qué significa formar y preparar docentes para educar en la diversidad y para atender d forma integral a las diferencias? Como dice Fernández necesitamos “maestros formados para atender en la escuela normal a todos lo niños con sus diferencias y peculiaridades. Más maestros para atender a la diversidad y para que los niños aprendan entre la diversidad. (Ibidem)
Y esta reflexión la podemos llevar a todos los sectores del Estado. Veremos que cada uno tiene un déficit de profesionales y de personal que comprenda y sintonice qué significa inclusión, sin anteojeras ideológicas que mediatizan decisiones y compromisos.
Orden e inclusión, consigna recibida del Presidente para el nuevo Gabinete. Ni una palabra sobre desarrollo económico, pero sí crecimiento y competitividad, ni una referencia a la democracia, tan debilitada últimamente y con instituciones devaluadas, poco confiables; y justicia social, demandada por los pobres que ven cómo sigue creciendo “la pobreza y crecen las ciudades y crecen los asaltos y las violaciones y los crímenes” y no existen responsables; crece la violencia y son “remanentes de époc as pasadas” o “el narcotráfico aliado a la delincuencia común”. De esta manera se exonera de responsabilidad a un sistema que excluye cada vez más a los más pobres. ¿Dónde está la inclusión?
La responsabilidad de todos los ciudadanos hoy debe centrarse en estar atentos y vigilantes para que la consigna no cause pánico; cuidado que se confisque la libertad en aras del orden para evitar el desorden; cuidado que los derechos humanos pasen a la calle de la melancolía.
Los versos de Joaquín Sabina y su música sirvan de melodía para lo que nos tocará vivir a pesar de los pesares, porque como maestros sabemos interpretar el signo de los tiempos y sabemos que debemos estar preparados.
“Como quien viaja a lomos de una yegua sombría,
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.
Las chimeneas vierten su vómito de humo
a un cielo cada vez más lejano y más alto.
Por las paredes ocres se desparrama el zumo
de una fruta de sangre crecida en el asfalto.
Ya el campo estará verde, debe ser Primavera,
cruza por mi mirada un tren interminable,
el barrio donde habito no es ninguna pradera,
desolado paisaje de antenas y de cables.
Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.” (Oh Melancolía, Joaquín Sabina, 1978)
(18.07.09)