LA CAPITAL, Rosario 10 de agosto de 2013-08-11
Por Marcela Isaías
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La tragedia ocurrida esta semana en Rosario deja una tarea inmediata para la educación, para sus escuelas: ¿qué implica el trabajo con el otro? ¿Cómo se educa en valores sin que estos sean una abstracción? ¿Qué hay que revisar en la enseñanza? Tres especialistas que trabajan en el campo de la educación ofrecen sus análisis: los psicólogos Juan Orts y Horacio Belgich, y el doctor en educación y profesor de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), José Tranier. La coincidencia que señalan pasa por la necesidad de pensar en una educación que vea al otro como un semejante, pero con acciones concretas, formando una suerte de «agentes multiplicadores de prevención», y con planes de estudio que no pasen por alto los procesos de expansión urbana.
Juan Orts es psicólogo y coordinador de los equipos de salud de Amsafé Provincial. El día de la explosión estaba en su consultorio, ubicado a una cuadra del desastre. «Vi a la gente ayudando, haciendo de todo, hasta cargando cuerpos. Vi a los chicos repartiendo agua, café a los bomberos. Todos valores que se han transmitido en las familias y en las escuelas», cuenta aún conmovido por lo que le tocó de cerca.
Considera que hoy sería clave promover «una jornada de reflexión en las escuelas, para hablar específicamente de lo que pasó». Dice que en ese espacio serían buenas puntas de trabajo «estos valores de solidaridad, de lo ético, de comprometerse, de apoyarse en lo positivo; pero también para reflexionar si estas desgracias, accidentes, son realmente eso o si necesitamos hacer una mirada crítica, porque pienso que esto era totalmente evitable».
Orts entiende que esta reflexión en un espacio particular «se debería hacer hoy y no dentro de tres meses, cuando se enfrió el hecho y el culpable termine siendo sólo el gasista». «Esa jornada —abunda— debe servir para que la escuela ayude a pensar preventivamente, haciendo hincapié en lo colectivo sobre lo individual», lo que implica además abordar otras lógicas que atiendan los procesos de expansión y el trabajo con el otro.
- José Tranier es profesor de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR) y doctor en educación. También cuando ocurrió la explosión estaba trabajando en un colegio privado de la zona. «Se escuchó terriblemente, y generó mucha impotencia», es lo primero que menciona también impresionado por lo ocurrido.
«Hace poco vi morir a una persona en un gimnasio de un paro cardíaco, donde nadie sabía qué hacer. Sentí la imposibilidad, eso de saber que nunca nos han educado, ni en las instituciones públicas ni en el paso por otros lugares, sobre qué hacer», cuenta para advertir que este no es un dato menor y de alguna manera adelantar lo que entiende debe ser un cambio de mirada en cómo se trabajan, se enseñan las cuestiones de asistencia social en las aulas.
La invitación de Tranier es a pensar «cómo la escuela amplifica, afirma y asegura políticas de reconocimiento del otro en estas nuevas coyunturas». Precisa que esa lógica de siglos atrás y de la primera década del siglo XXI «de «asistencia al prójimo» o de «solidaridad», siempre tenían que ver acerca del interrogante ético del sujeto, ante algo «ya acontecido», como por ejemplo juntar ropa ante una inundación o comida ante una catástrofe. Y esto es, desde ya, muy válido».
Sin embargo, el profesor e investigador de la UNR analiza que «ahora, aquello que se juega, una vez más a partir de los múltiples cambios sociales de este siglo es «animarse» a socializar a los estudiantes en conocimientos que permitan la «intervención plena» (por más mínima que sea), más que de pos asistencia ante los desafortunados sucesos de la vida».
«Es ahí —sigue— donde la escuela tendría que preguntarse qué hace y cómo procede en la actualidad. Si hasta en las últimas noticias sabemos de «animalitos» que salvan vidas. Qué diferente sería si todos los graduados de escuelas públicas, privadas, universidades e institutos de nivel superior, contaran en su agenda y currícula obligatoria con conocimientos que permitan estar bien orientados en el espacio social, cuando las tragedias ocurran».
- De esa manera, Tranier proyecta la constitución «de una suerte de «agentes multiplicadores» de prevención e intervención, o «agentes primeros de salud» en momentos cruciales, en donde los segundos significan o más muertes o más vidas». Una formación que califica sustancial en espacios urbanos en constante expansión.
«Estoy a favor de las políticas de asistencia históricas de la escuela, pero me parece que la escuela ya no puede mirar «para siempre» al pasado, sino tener el coraje de escribir la historia del presente y del futuro».
Tranier pone como ejemplo concreto que se puedan socializar prácticas de reanimación, de rescate. Cita lo que ocurre en Japón, «donde cada chico sabe qué hacer si hay un terremoto. Nosotros vivimos en esa comodidad, en este milagro de la naturaleza que no nos tocan esas catástrofes frecuentes».
Ofrecer esta mínima capacitación, de qué hacer en estas situaciones de tragedias, de catástrofes, es después de todo «una educación encarnada en la ética y en el cuidado del otro».
¿Qué significa la formación del ciudadano que cuide al otro? «Así como se contó por los medios que se van a construir 11 torres más en Rosario eso también multiplica once veces más cualquier tipo de peligro. La escuela no puede estar ajena a estos procesos de expansión y por tanto de conciencia educativa. No hablo de planes, sino de conciencia».
El otro como un semejante
Horacio Belgich es un conocido psicólogo que trabaja en el campo educativo. Reconoce que ante tragedias como la que vive Rosario, el aprendizaje de normas y valores cobran otro sentido, en especial por las «muestras de solidaridad y compromiso» que aparecen aquí.
Entiende que son muchos los debates que se abren a partir de esta idea, pero se instala en su análisis en uno en particular. Invita aquí a preguntar «cómo surge el sujeto ético».
Adelanta entonces una definición que aparece en circunstancias trágicas como la que afecta a la ciudad: «Es, de alguna manera y si lo podemos definir, aquel que considera al otro como un semejante».
«Esto le pudo pasar a cualquiera, que estaba viviendo en ese lugar, que pasaba por allí. Entonces me parece interesante poder pensar desde esa perspectiva al sujeto ético, el que considera al otro un semejante. Y entre otras cosas, lo que aparece es mucha solidaridad».
Un dato que se condice con esta mirada es que al poco tiempo de convocar a la donación de sangre, ya no quedaban cupos. El psicólogo propone no dejar pasar por alto otra perspectiva que podría ser importante: trabajar sobre «la fragilidad de la vida», preguntarse quién está a salvo, y saber «que tener no da seguridad de seguir siendo».
Enseguida aparece en escena las reflexiones de la directora de la Escuela Nº 56 cercana a la tragedia. Y que contó para LaCapital que unos minutos antes de la explosión, un grupo de alumnos pasó a metros del lugar. Sobre eso se preguntaba «qué es la seguridad», porque «algunas barrios están afectados por los robos, otros por las balas, y en este caso por lo inesperado».
Para Belgich eso invita a contemplar «una concepción no sólo del autocuidado, sino de aprender a cuidar al otro», Y pensar, además, que esto tiene que ver con otras situaciones que también dañan el género humano, como los hechos de discriminación, de violencias. Entonces, reitera que «hay que trabajar en ver al otro como un semejante».