Desde la tercera semana de enero se fueron dando a conocer las propuestas educativas de los partidos políticos en competencia en el proceso electoral presidencial para el período 2011-2016. Once son las agrupaciones entre Alianzas y Partidos Políticos que han presentado sus Planes de Gobierno, entre ellos el correspondiente a Educación.
Las propuestas se podría decir que responden a una misma plantilla, al tratar lo educativo con categorías económicas que reducen todo a mitigar carencias, reducir brechas. ¿Cuántos quinquenios hemos escuchado y leído este mensaje?, ¿cuáles son los resultados?, ¿fallaron los maestros, las prioridades, los alumnos, la comunidad? ¿Y la política educativa? Ahí está, por la sombra y “silbando bajito” para que no se note su “presenausencia”. Nadie habla de ella sino de demostrar resultados que sabemos son volátiles en un país donde existen diferencias y diversidades que requieren planteamientos consistentes, innovadores, osados, que convoquen a una concertación de todos por la educación. ¿Se ha puesto de moda la educación? ¿Qué tanto se ha asumido como una convicción y compromiso? ¿Qué grado de profundidad tiene la educación en la clase política y en la comunidad?
¿Puede tratarse lo educativo como una “lista de mercado”? ¿La suma de todo lo que se propone será suficiente para llegar a la aspirada calidad educativa? El amigo – asesor del candidato Toledo –el Dr. Carnoy al preguntársele “¿Cuánto tiempo tomaría mejorar significativamente el nivel de la Educación peruana? respondió: “Tomaría unos cinco años”. ((LA PRIMERA. 01.02.11). Sin duda el Dr.Carnoy es un buen catedrático y mejor consultor, pero decir lo que afirma, es desconocer la realidad educativa del país. ¿Le habló el candidato Toledo del Proyecto Educativo Nacional? ¿Sabe el candidato Toledo qué ha sucedido en este quinquenio con el PEN? ¿Sabe qué sucedió con el Proyecto Huascarán? ¿Conoce el proyecto Una Laptop un niño? No se trata de duplicar el sueldo a los docentes para mejorar en la calidad educativa. El problema es mayor. El sistema presenta espejismos que desvirtúan la realidad. Y eso no se aborda. Todo lo contrario, ponen distractores que hacen olvidar los problemas centrales y así una vez en el gobierno lo que fue programa, se convierte en plan recortado por las urgencias económicas y otras prioridades de otra índole que no fueron evidenciadas en el calor de la campaña.
Lo “novedoso” de algunas propuestas es lo que algunas alianzas y partidos llaman “la Revolución Educativa”. Novedad “novedosa” para incautos y personas inescrupulosas que tratan de distraer a la comunidad con propuestas que tienen una cuna conocida, hijas de un sistema que se readecúa cual camaleón, a la realidad y circunstancia que le toque vivir.
Se ha escrito desde siempre que no es fácil encontrar el origen de los fenómenos sociales, pero a pesar de ello como el eco los repetimos confluyendo en el modelo económico y de sociedad que se aspira.: ¿Después de la reforma viene la revolución? Al parecer por quienes suscriben la Revolución Educativa –que son el 36.36% de los partidos políticos en pugna electoral- muchos no saben de qué se trata y menos que la educación es un proceso y no la suma de fórmulas matemáticas que dan un producto.
Es sencillo plantear lo educativo en trance electoral, pero complicado fundamentarlo como política educativa a desarrollar en el país, en la escuela, en el aula. No se quiere entender que la educación es un proceso de aprendizaje y formación de la persona, que los materiales e infraestructura son complementarios y que la gestión debe ser enmarcada en principios éticos y de eficiencia. ¿Pero se podrá hacerlo en un ambiente de diversidad, de inequidad? Las fórmulas que se aplican y nos muestran resultados inmediatos, serán “flor de un día” si no se prevé el proceso en toda su comprensión temporal y económica. Hablar por ello de Revolución Educativa suena bien para los oídos, pero ella no es sinónimo de aprendizaje, conocimiento, de formación de ciudadanía, de recuperación de valores, en la perspectiva de forjar una sociedad más justa, más equitativa y solidaria. Todo lo contrario. Suena bien hablar de mejores aprendizajes, alcanzar la máxima cobertura y una infraestructura “sismo-resistente” e inclusiva, pero si ello no va acompañado de una voluntad política que no se quiebre a la menor presión de intereses –como siempre ocurre- y mejor nos olvidamos de las promesas.
Plantear una revisión del actual sistema educativo nacional es casi una urgencia y obligación si queremos que dé iguales oportunidades a todos en la perspectiva de construir un futuro mejor. Recurrir al facilismo de la frase “Revolución Educativa” es quedarse en el cliché y no adentrarse en el cambio que verdaderamente requiere el sistema tanto en la concepción de educación que el país necesita y el diseño de la institución que debe liderarla. Contamos ya con una Ley de Educación, un Consejo Educativo Nacional, un Plan Educativo Nacional (al que muchos partidos ignoran olímpicamente), de Planes Regionales de Educación, pero carecemos de un Ministerio de Educación adecuado a las nuevas demandas de los niños y jóvenes, no del bicentenario solamente, sino de hoy y también para el futuro del país.
¿Cuál es la fundamentación filosófica y pedagógica, en suma ideológica, de estas propuestas echadas al viento a los electores? No se trata de explotar en términos políticos y a corto plazo, las grandes promesas que se hacen, si el modelo “for export” es otro. Hemos recibido muchas palabras nuevas en esta temporada: educar para la competitividad, educación y tecnología, educar para el desarrollo. ¿Qué significa todo esto sino responder a las consignas “disfrazadas de sociales” que el neoliberalismo trata de “vendernos” para obtener sus fines y objetivos?
Carlos Iván Degregori, antropólogo e investigador del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) en una entrevista en esta semana, expresa ante la pregunta “-¿Se ha impuesto en el país un discurso único que pone al modelo neoliberal como alternativa excluyente? ¿Cómo influirá eso en las elecciones? -El Perú es un caso extremo. Aquí el triunfo del neoliberalismo duro, tipo Consenso de Washington, que ya está obsoleto, ha sido muy fuerte. No es lo mismo en otros países de la región. En eso ha jugado un papel importante el gobierno de García. Esto ocurre porque en el Perú la izquierda se destruyó, se suicidó, antes de que venga el modelo neoliberal. Los poderes fácticos, como los empresarios, buena parte de los medios de comunicación, ciertos sectores de la Iglesia tipo Cipriani, han jugado muy bien para imponer el modelo neoliberal, mientras que muchas veces los que no estamos a favor de este modelo nos hemos enredado en peleas menores. Pero la gente cada vez quiere más una relación diferente entre Estado, sociedad civil y mercado. Algo de eso hemos atisbado en las elecciones municipales de Lima con el triunfo de Susana Villarán”. (LA PRIMERA. 31.01.11).
¿Pero qué ocurre en el país, que somos tan amigos de etiquetar las cosas? Educación, si no va con un adjetivo calificativo, no es educación, no es valorada. Si el mercado no la promueve, pareciera que tiene poco valor. ¿Por qué? Es preocupante cómo quienes deberían ser objetivos y honestos en el debate, recurran a argumentos alambicados para sustentar su posición, la misma que en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado no se hubieran atrevido. La siguiente respuesta de Degregori resume de manera precisa lo que nos viene ocurriendo en el país a nivel de debate ideológico. “-¿Hay responsabilidad de los intelectuales en esta crisis política? -También hay una crisis de los intelectuales. Hay un desencanto de la mayoría de intelectuales con la política. Ahora no se encuentran intelectuales orgánicos. Este repliegue de los intelectuales ahonda la crisis política del país. Se ha acentuado demasiado el lado tecnocrático y se ha perdido la visión más integral del país que aportaban los intelectuales. Eso es responsabilidad de los intelectuales. (LA PRIMERA. 31.01.11). A buen entendedor, pocas palabras.
La penetración del pensamiento neoliberal ha ido haciéndose parte del discurrir de nuestra vida en estos años. Aceptamos el mercado, aceptamos sus reglas, aceptamos sus consignas que nos quieren hacer creer que vamos hacia la “sociedad del bienestar” y por lo tanto se adscriben propuestas que impactan y se piensa en la novedad, antes que en el contenido. En el continente, antes que en el contenido.
El discurso neoliberal que nos venden, con insistencia está llegando a crear una especie de “efecto de verdad”. Se juega hoy, por ejemplo, con información y cifras, con datos parciales, presentados de manera aseverativa. Se presentan como nuevas propuestas que ya han sido aplicadas en otros países sin decir que no han dado resultados. El uso de palabras como participación, autonomía, calidad y otras están al punto de desgastar su significado. Deberíamos ver, por ejemplo, lo que viene ocurriendo con la participación de los padres de familia en la asunción de responsabilidades que el Estado descuida.
Últimamente se nos “bombardea” con el mensaje que debe educarse para ser competitivo. Pero ¿qué significa ser competitivo aquí, hoy? Respuestas tendremos según sea el interlocutor. Unos que dicen saberlo todo y mangonean desde el poder, desde los ministerios (educación, producción, comercio exterior y otros) dicen que es saberse desempeñar en un mundo cambiante; otros que los estudiantes, futuros profesionales o trabajadores, no pueden quedarse sólo en las tecnologías y las transformaciones en la gestión de las empresas, por el contrario deben ser más osados, deben caminar a la par con ellas.
Quienes formulan en sus propuestas de gobierno la Revolución Educativa como “tabla de salvación”, no hablan de la escuela pública como protagónica de los cambios. ¿Será que se está preparando de esta manera las condiciones para una real privatización de la educación? ¿Quién asumirá los costos de mantenimiento y servicios, por ejemplo de los colegios emblemáticos? ¿El Estado? Acaso no se insinúa que la comunidad sea quien vele por este servicio. O también como se ha lanzado, si no se cuenta con los medios se podría hacer una alianza público-privada, para que el servicio se mantenga y mejore.
¿Por qué ignorar el Proyecto Educativo Nacional? En este gobierno no fue asumido como una propuesta nacional a pesar de estar refrendado por una Resolución Suprema firmada por el actual presidente del Perú. ¿Este PEN afecta el modelo económico? ¿Por qué en los Planes de Gobierno presentados se hace una “lluvia de ofertas” sin un eje principal que las ordene, priorice? ¿Qué expertos ha redactado la parte correspondiente a educación? Sabemos quién determina la estructuración del presupuesto que responde a un modelo en donde la persona ha sido olvidada, para priorizar la producción.
La “Revolución Educativa” que pareciera haber cautivado a muchos candidatos porque sería la “llave maestra” para solucionar los problemas educativos, sería una falacia más que crea ilusiones en la comunidad, sabiendo que en experiencias cercanas no ha dado los resultados esperados.
Tres presidentes latinoamericanos proclamaron la Revolución Educativa en sus países –Colombia, Chile y México- y pueden averiguarse los resultados de la inversión.
En Colombia, lo que el presidente Uribe llamó perspectivas innovadoras y trascendentes que se sintetizaron en tres puntos: cobertura educativa ampliada; calidad de la educación mejorada y eficiencia mejorada en el sector educativo. Esto debería conllevar una fuerte inversión; pero se planteó recortar las transferencias para atender a salud y educación en las regiones. Compartimos el análisis que hace Carolina Moreno Cruz, profesora colombiana en su artículo titulado La “Revolución educativa” masifica pobre enseñanza. (Revista Florecer Nº 19 –mayo-junio, 2008. Unión Nacional de Trabajadores de las Flores). Explica que lo aplicado en estos tres ejes, se ajusta luego a una coyuntura que establece otras prioridades. Así se tiene que en cobertura en lugar de tener el profesor 20 alumnos por aula, hoy tiene de 40 a 50 estudiantes. También manifiesta que se les está entregando instituciones públicas al sector privado en la modalidad de concesión, donde el Estado paga un subsidio a los colegios privados para que atiendan a escolares excedentes de instituciones públicas. De otro lado, la calidad está desmejorada. Se ha disminuido o eliminado del currículo la intensidad horaria en actividades para el desarrollo del pensamiento científico, crítico y creativo. En su reemplazo se enfatiza la educación en competencias básicas, ciudadanas y laborales. Son los empresarios los que le dictan a la educación el perfil que esperan de los futuros egresados. Esta evidencia no es aceptada por quienes aplican el modelo. .Es el dogma a seguir, quienes plantean lo alternativo son unos soñadores. Así en lo que se refiere a eficiencia, debe hacerse más con menos. En suma, debe mostrarse cifras que indiquen el crecimiento de la cobertura, pero no se dice nada sobre la calidad y las alternativas privatizadoras que se han venido dando. Se ha llegado al extremo de decirle a los docentes que “creen sus propios colegios con financiación estatal para los pobres, también firmar convenios de desempeño con las universidades oficiales para erradicar y evitar la politiquería y el desgreño y conectar la educación con el empleo” (Un análisis de la Revolución Educativa. Abel Rodríguez C.) Más claro ni el agua.
De Chile nos llegó en noviembre de 2010 esta nota “Mientras, el jefe de Estado asegura que se tratará de una gran revolución en la educación chilena que requerirá del «liderazgo, unidad, esfuerzo y coraje» del Gobierno, parlamentarios, alcaldes, profesores y alumnos; parlamentarios de la Concertación hicieron hincapié en que “las reformas sociales exitosas se construyen sobre la base del diálogo y los acuerdos y no son simples operaciones publicitarias o de marketing.” (EL MOSTRADOR. 22.11.10). Aquí se puede ver cómo se quiere de manera vertical imponer la “revolución educativa”. El presidente Piñeira expresó que “los objetivos de la reforma, la cual busca aumentar la calidad educativa en todo el territorio nacional, y enfocarse, en primera instancia, en la formación de los maestros y la captación de un mayor número de estudiantes de pedagogía.” (http://spanish.news.cn/iberoamerica/2010-11/23/c_13617711.htm). Añadió que “…apuntará «al corazón del problema» que es la calidad de la educación recibida por los alumnos”. Dijo también que «Estamos introduciendo cambios a los contenidos curriculares, incorporando métodos mucho más eficaces, mucho más productivos»(Ibídem) El Colegio de Profesores de Chile por intermedio de su presidente expresó “Esto no es una revolución educacional. Es una reforma falsa, mediática y de marketing. Todo esto se ha hecho disfrazado, para privatizar la educación» (Ibídem) La presidenta del Partido por la Democracia expresó: “La revolución que Chile requiere en materia educacional (es) de grandes acuerdos y de todos los actores haciendo su aporte; y aquí, una vez más, se optó por el camino de sólo consultar a los cercanos al gobierno»» (Ibídem). Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.
En México el año 2008, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, expresó que “es necesario impulsar una revolución educativa mediante acuerdos, compromisos y acciones compartidas entre los gobiernos federal y estatales, los maestros y la sociedad,” (El Universal 17.03.08). También expresó que “El magisterio está convencido,…, de que la enseñanza pública debe generar en los niños y jóvenes del país los conocimientos, habilidades y competencias que demandan la sociedad y la economía global. Para fortalecer la escuela pública es necesario que las escuelas cuenten con infraestructura y equipo, se requiere incorporar nuevas tecnologías; contar con comunidades educativas integralmente seguras, con autonomía de gestión y vincular los planteles con la sociedad. Insistió en la necesidad de tener escuelas de tiempo completo; modernizar la capacitación, actualización y superación del magisterio; modificar el concepto de carrera magisterial y fortalecer las acciones de salud para los estudiantes de educación básica. (Ibídem)
La mano invisible del neoliberalismo está penetrando a las profundidades de la educación y va poniendo las condiciones para que el modelo obligue a adecuarse más allá de los principios humanistas. Y el discurso se perfila adecuado en medio de la pobreza de la mayoría y sus aspiraciones. El proceso educativo será de calidad y excelente si coincide con la dinámica del mercado, nos dicen y lo aceptamos calladamente.
La propuesta que hacen algunos candidatos en este evento electoral de realizar una “revolución educativa” es ambigua. Si se leen los ofrecimientos es indudable que le falta no sólo el sustento pedagógico coherente sino su articulación con las actividades que viene realizando el sistema educativo actual. Por ello consideramos que hablar en este tiempo de “revolución educativa” en el país, es una falacia populista; es responder a los vientos neoliberales que soplan cada vez con más fuerza por el continente. Pero por sus textos se les puede identificar y dicen que se inspiran urgidos por un cambio sin discusión, sin consenso, a partir de las reales necesidades de los educandos y las transformaciones que debe hacerse en el sistema educativo nacional. ¿Pero qué cambios? No lo dicen.
No se trata de declarar que nuestro sistema educativo es diverso y que atiende a toda la población nacional. Sabemos que no es cierto. Se dejan de lado los habitantes de los pueblos más alejados, en lo que se ha llamado “el Perú profundo”. ¿Por qué seguir anteponiendo la educación urbana a la educación rural? ¿Tenemos acaso dos tipos de ciudadanos: los rurales y los urbanos? ¿Acaso ambos no son personas con iguales derechos y obligaciones? Nuestro sistema educativo debería ser intercultural para evitar discriminaciones odiosas y perturbadoras como las que se puede constatar. Y ser auténticamente equitativo, solidario, inclusivo.
Las veleidades de la propuesta de una “revolución educativa” pueden llevar a lo que un presidente de un país expresó que se debería «involucrar a los empresarios como «guías de lo que el mercado requiere», para generar la oferta laboral que se demanda» (Cambio de Michoacán. Revolución Educativa. Apuntes en Blanco y Negro. Emiliano Valdés González. Morelia, febrero 2008). Es decir entregarse con todo al sistema, no vale la historia, los principios, los valores. Tienen la palabra los equipos técnicos de los candidatos. O se emancipan e innovan o siguen dominados por las reglas del mercado y del sistema neoliberal. La educación peruana no soporta una aventura ilusa nuevamente. No sigamos viviendo en un mundo de apariencias ni simulaciones. El momento demanda hablar claro y no comulgar con rueda de molinos. Por ello rescatemos lo que Paulo Freire decía “La neutralidad frente al mundo, frente a lo histórico, frente a los valores, refleja simplemente el miedo que tiene uno de revelar su compromiso. Este miedo, casi siempre, resulta del hecho de que los que se dicen neutros están “comprometidos” contra los hombres, contra su humanización” (Freire, Paulo, «Educación y Cambio», Ediciones Búsqueda, Buenos Aires.).(05.02.11)