LA NACIÖN. Bs.As. 28.08.1999
La ley de educación incluye temas morales, pero no dice cómo deben tratarse.
La enseñanza de los valores en la escuela y la forma de transmitirlos es, por estos días, uno de los temas que ocupan y preocupan a los responsables de la educación argentina.
Concretamente, ¿cómo explicarles a los chicos que tiene sentido luchar por ser bueno, que vale la pena esforzarse por lograr las virtudes y los aspectos más nobles de la humanidad?
El tema cobró más actualidad a partir de declaraciones del arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Bergoglio, quien sostuvo públicamente que «no se puede entender que en algunos ámbitos educativos se convoquen todos los temas y cuestiones, pero haya un único proscripto, un gran marginado: Dios».
Cinco proyectos y un anteproyecto de ley de educación de la ciudad de Buenos Aires, en los que no se hace ninguna mención a la posibilidad de impartir formación religiosa en las escuelas de la jurisdicción, habrían motivado las palabras de Bergoglio, para quien «pareciera que el espacio de lo público tiene que ser light , a resguardo de cualquier convicción».
Sin embargo, el artículo 6º de la ley federal de educación establece que «el sistema educativo posibilitará la formación integral y permanente del hombre y la mujer para que se realicen en las dimensiones cultural, social, estética, ética y religiosa, acorde con sus capacidades, y guiados por los valores de vida, libertad, bien, verdad, paz, solidaridad, tolerancia, igualdad y justicia».
Es decir que el tema está presente conceptualmente y, además, especificado en los contenidos básicos comunes (CBC) aprobados por el Consejo Federal de Educación para ser la base de los diseños curriculares en todo el país.
Sin líneas de acción
Sin embargo, este mandato se cumple de maneras muy diversas en las escuelas argentinas. Telma Barreiro, especialista en capacitación docente del Centro de Pedagogía de Avanzada (CEPA) del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y profesora del Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González, asegura que no hay una normativa sistematizada y, por lo tanto, el tema se enseña de acuerdo con la concepción de cada escuela o de cada maestro.
«Es una controversia que está instalada en la pedagogía, pero no hay líneas de acción claramente estructuradas al respecto», afirma.
María Consoli, rectora del Instituto María Auxiliadora, explica que la intención de la ley federal de educación es que en todas las áreas se enseñen y se aprendan valores. Dice que puede hacerse con diversas estrategias, como la discusión de dilemas morales, ejercicios de desempeño de roles o resolución de conflictos.
«Un ejemplo de esta última metodología son las frases inacabadas -dice Consoli-. Después de una lectura sobre la convivencia democrática se les pide a los alumnos que den su opinión personal en forma escrita: La falta de libertad ocurre cuando… ; La justicia significa… ; Los derechos que menos se respetan son… «.
«En el nivel escolar, las respuestas las da cada institución, a partir del pluralismo del sistema argentino, que admite las definiciones propias de cada establecimiento», dice a su turno Alfredo van Gelderen, miembro de la Academia Nacional de Educación.
De hecho, aproximadamente la mitad de los colegios de la Capital Federal es confesional o laica, con orientación religiosa de distintos signos. En ellos, toda la educación se basa en el ideario dejado por un fundador. Así ocurre en el caso de los marianistas, los jesuitas, los lasallanos y muchos otros, por citar los colegios católicos, donde la formación moral está presente, en mayor o menor medida, siempre.
Claro que la transmisión de valores en nuestra sociedad no está atada a la formación religiosa. El gran desafío, entonces, es cómo llevar esta enunciación de principios a la vida práctica, de todos los días, en todas las aulas argentinas, sean confesionales o no, y cómo lograr que los valores se encarnen.
«La escuela es hoy uno de los pocos espacios sociales donde se puede hacer artesanalmente un trabajo socialmente reparador y donde se pueden revisar los valores de un mundo enajenado», dice Barreiro.
Al respecto, Eduardo Julio Giqueaux, rector del histórico Colegio Superior del Uruguay Justo José de Urquiza, de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, cuenta su experiencia: «La preocupación por la enseñanza de los valores es parte de nuestra práctica educativa diaria. En todas las materias, aprovechamos la posibilidad de trabajar los contenidos interdisciplinaria e intensivamente».
Pero, además, Giqueaux cree que la reflexión acerca de los valores morales excede el ámbito de la cátedra y «debe ser responsabilidad de todos los actores del sistema educativo, incluida la familia».
El presbítero Guillermo Marcó, vocero de monseñor Bergoglio, no apunta sólo a la transmisión de valores. Su propuesta es que, «en tiempos en que hay un resurgimiento espiritual en el mundo», así como las escuelas públicas tienen talleres de ciencias, de computación o de arte, «también deberían dar la posibilidad a los alumnos de profundizar, aunque sea a nivel informativo, la dimensión trascendente de la fe, a través de la presencia de un cura, un rabino o un pastor, fuera del horario escolar».
«Las escuelas tienen que llenar ese vacío; si no, ¿los chicos adónde lo van a encontrar?, ¿en Gasoleros?», se preguntó. .
De los principios a la acción
Las actitudes son expresiones de los valores. Las normas son reglas o pautas de conducta derivadas de ciertos valores que determinan lo que se debe hacer o no.
María Inés Minervini, orientadora familiar y coordinadora de formación de la Escuela Argentina Modelo, cuenta: «En nuestro colegio seguimos distintos caminos para descubrir valores: el estudio de casos, las noticias de los diarios, el análisis y las conclusiones de hechos cotidianos de la vida escolar, la realización de actividades al servicio de la comunidad, la práctica de obras de piedad y misericordia, y la selección, puesta en práctica y evaluación de consignas, entre otros métodos».
También asegura que, hoy más que nunca, los chicos necesitan modelos de vida para volver a creer, porque hay un gran desprestigio de la autoridad y un rechazo por los discursos desvinculados de los hechos concretos.
Minervini coincide con otros educadores consultados en que la primera escuela de valores es la familia, donde debe haber coherencia entre el «ser» y el «hacer» de los padres.
Su opinión es que los valores se iluminan durante la enseñanza, por medio de actividades concretas y de situaciones reales de aprendizaje.
Un proyecto piloto
Así lo entiende también Lourdes Majdalani, impulsora del proyecto Valores, implementado en forma piloto en el Colegio San Esteban, de San Fernando, por la Fundación M. T. Majdalani, con el apoyo de Cartoon Network y las editoriales Emecé y Sigmar.
La iniciativa, que busca extenderse a otras instituciones en el nivel inicial y después, progresivamente, crecer también en la Educación General Básica (EGB, que incluye la vieja primaria y los primeros dos años de la secundaria), trabaja, con los chicos de 5 años, 18 valores durante 6 meses -solidaridad, amor, gratitud, cortesía, constancia, obediencia, entre otros, a razón de uno por semana- y se basa en la idea de que los valores humanos no son innatos al niño y que la escuela es uno de los ámbitos donde deben enseñarse.
«Por tal motivo, nuestro proyecto busca sistematizar su enseñanza con el objeto final de despertar en los niños la conciencia moral y desarrollar en ellos el espíritu crítico», concluye Lourdes Majdalani.
Sin religión
En la historia del país, el debate sobre incluir o no formación religiosa en las escuelas públicas ha suscitado no pocos enfrentamientos entre posiciones laicistas y religiosas, o entre quienes sostienen que el Estado debe ser neutro y quienes creen que la religión no debe estar ausente.
Actualmente hay cinco proyectos de ley en la Legislatura porteña -uno del bloque UCR, dos del PJ, uno de la diputada Bisutti (Frepaso) y otro de Nueva Dirigencia, además de un anteproyecto de ley del Ejecutivo de la Ciudad- y ninguno se refiere a la formación religiosa dentro de la currícula.