JAVIER Y TEODORO

1. DOS NOMBRES Y DESTINOS DISTINTOS. Que la neblina y otoño de este mayo de Lima, no nos haga olvidar estos nombres. Son peruanos que ya no están con nosotros por diversos motivos. Uno ofrendando su vida por sus ideales juveniles expresado en sus versos y decisiones y otro marchitado por una enfermedad, pero con una fuerza telúrica grandiosa que refuerza nuestra identidad, rescata desde su visión profesional lo que somos y fuimos. Ahí están sus murales, sus retratos.

Javier o Teodoro, Teodoro o Javier dos nombres que los estudiantes peruanos y a todos los ciudadanos no debemos olvidar. Al nombre de Javier si acompañamos con Heraud Pérez, lo reconocemos. Algo oímos de él. De Teodoro Núñez Ureta, de repente muy poco, casi no lo conocemos. Uno poeta y el otro muralista. Uno estudiante consecuente con sus ideas y el otro artista autodidacta que encontró en el retrato y en el mural una forma de expresarse.

Llama la atención que este pasado 15 de mayo pocos se acordaron de Javier Heraud. Tal vez un círculo muy cercano se acuerda del poema El Río y cómo en los 70 y 80 fue marcando a muchos jóvenes que aprendieron a valorar el cultivo de la poesía en medio del tráfago de la vida de Lima de los 60. A Teodoro Núñez Ureta, de repente muy pocos lo conozcan, si no por algunas obras aparecidas en diarios o revistas de la época. En todo su trabajo puso la fuerza telúrica. Ambos nos legaron además de sus ideas su amor por el Perú.

2. TALENTO Y TALANTE, de estos compatriotas debe trascender las generaciones. Para eso no debe olvidárseles ni en la escuela ni en la sociedad. Lamentablemente conforme pasa el tiempo pareciera que así será sin dejamos que la memoria se borre y no valore a quienes de diferentes formas aportaron al pensamiento y conocimiento del país.

Javier murió hace 48 años, “entre pájaros, y árboles” allá en la lejana Madre de Dios. Su amor por el Perú lo llevó a inmolarse en lo que creyó que era la única manera de liberarlo. Sin duda ello lo refleja en párrafos de la última carta dirigida a su madre “… Voy a la guerra por la alegría, por mi patria, por el amor que te tengo, por todo en fin. No me guardes rencor si algo me pasa. Yo hubiese querido vivir para agradecerte lo que has hecho por mí, pero no podría vivir sin servir a mi pueblo y a mi patria. Eso tú bien lo sabes, y tú me criaste honrado y justo, amante de la verdad, de la justicia. Porque sé que mi patria cambiará, sé que tú también te hallarás dichosa y feliz, en compañía de mi padre amado y de mis hermanos. Y que mi vacío se llenará pronto con la alegría y la esperanza de la patria.” Sinceridad y ternura. Convicción y compromiso. Análisis y percepción. Así fue Javier. Tierno y decidido. Querendón e impulsivo. Pensamiento y acción.

Conocí de vista a Javier en el patio de Letras de la Católica. Siempre que ingresaba, como imán atraía su porte, su mirada, su conversación, sus palabras. Siempre se le rodeaba pues tenía una palabra, un mensaje, un consejo. Siempre de prisa y a tranco largo por la Calle Amargura -Jirón Camaná-, iba a Riva Agüero, de ahí a San Marcos en el Parque Universitario. Un halo dejaba y ya era leyenda cuando entre runrunes se comentaba que estaba terminando sus poemas, que era el poeta joven de mucha proyección. Parco en palabras pero de mirada afectuosa.

Cuando nos enteramos de su muerte y de la causa por la que se había entregado, pensamos entre amigos que había sido un ser coherente, transparente en su palabra, en sus actos. No le importaron los premios, el reconocimiento, había valores mayores por los cuales jugarse. Pocos lo entenderán, lo entendieron entonces. ¿Qué se podía esperar de un “loquito” guerrillero decían? Desde entonces cayó un manto de silencio sobre su imagen, sobre su obra poética, sobre su mensaje. El hecho de ser un contestatario del orden establecido lo hizo “peligroso y mal ejemplo” para la juventud. Una sociedad que margina la inteligencia, el arte, el conocimiento y no respeta las diferencias, no puede aspirar a grandes transformaciones.

Por ello hablar de Javier entonces, en reuniones, en cafés, en eventos, era un “sacrilegio” y por supuesto elemento pernicioso, peligroso, que podía atentar contra el orden constituido.

Vivimos otros tiempos y agrada ver que finalmente ese miedo de entonces hoy da paso a un recordatorio que vale la pena difundir. En la sala Luis Miró Quesada, al lado de la Municipalidad de Miraflores, se puede apreciar la muestra Yo no me río de la muerte que tiene por finalidad dar a conocer a las nuevas generaciones a uno de los poetas peruanos más emblemáticos del siglo XX. Esperemos que no sólo vayan personas mayores, que los jóvenes asistan con sus padres, con sus profesores. No es reivindicación a un nombre, menos a una hazaña. La historia de nuestra patria guarda ejemplo valioso de ciudadanos civiles que es necesario conocerlos y valorarlos.

Teodoro Núñez Ureta es el otro peruano que debemos recordar y rendirle homenaje. Dejemos que él mismo nos describa lo que fue y lo que pensaba. “He pintado desde niño, y porque siempre amé el espectáculo del mundo y los maravillosos matices de la condición humana, no creo en las especializaciones dentro del arte. Pintar es un acto de alegría, de fe, de fervor. De respeto, también, por todo Io que vive y rodea la vida. Por eso he pintado paisajes, marinas, flores, bodegones, retratos, composiciones, murales. Y he pasado del rápido apunte de un movimiento o de una expresión, a la meditada composición de un mural, con toda su carga poética y su heroica complejidad, levantada sobre una estructura matemática intransigente y solida. Y he trabajado en todas las técnicas y sobre todas las superficies utilizables. Y he pintado lugares tranquilos, acuarelas humorísticas y composiciones dramáticas y violentas. Siempre pinté el país; sin patrioterías, sin declamaciones, sin anteojos de turista: al país con su gente, su paisaje, su vida cotidiana. Con su miseria, su esperanza, su grandeza. Porqué no he creído jamás en un arte aislado de la realidad que le rodea y determina, ni en una pintura que pretenda ignorar al ser humano, que ha sido siempre, en todas las épocas y en todos los lugares, el impulso, el medio y el fin de todo arte universal. (http://www.teodoroperu.com/index.php?language=es).

Sin duda no sea muy conocido por todos pero Núñez Ureta fue un artista completo, pintor, acuarelista, caricaturista, poeta, muralista, autodidacta; sus enormes murales adornan la Municipalidad de Miraflores, el ex Ministerio de Economía y el ex Ministerio de Educación. Nunca olvidaré la impresión que tuve al ingresar al hall del Ministerio de Educación, aquel local de la avenida Abancay y Parque Universitario. Sentí, que como provinciano, encontraba una empatía en los personajes pintados, en el paisaje, en los símbolos, en los colores. Aquello debería reproducirse, difundirse, pues tenía un mensaje de identidad, de mostrar lo que somos a partir de la realidad que nos cobija, de la que nos sentimos orgullosos.

Me interesé por su biografía y poco se había escrito. Hoy sin embargo uno puede encontrar lo que escribió. Que fue arequipeño, que estudió letras para satisfacer a sus padres, que enseñó en la universidad y que también pintó y escribió.

Y no sólo en el dibujo y la pintura encontró una forma de expresarse, de hacernos pensar, reflexionar desde lo sencillo, lo cotidiano, a valorar al ser humano. “Siempre pinté el país; sin patrioterías, sin declamaciones, sin anteojos de turista: al país con su gente, su paisaje, su vida cotidiana. Con su miseria, su esperanza, su grandeza. Porqué no he creído jamás en un arte aislado de la realidad que le rodea y determina, ni en una pintura que pretenda ignorar al ser humano, que ha sido siempre, en todas las épocas y en todos los lugares, el impulso, el medio y el fin de todo arte universal. Está de moda, en ciertos círculos intelectuales, mirar por sobre el hombro todo lo que nos une al lugar en que vivimos y a la gente que vive con nosotros. Se dice en ellos, por ejemplo, que la pintura va en el Perú desde el «aldeanismo folklorizante», desdeñable y anticuado, hasta el universalismo abstracto y subjetivo, otros, por el mismo camino, trazan una escala de valores estéticos que va de la mancha monocroma sobre un lienzo vacío, arriba, hasta la pintura fotográfica y pulida de una campesina tomando chicha, abajo.”

Este testimonio sale del genio que encierra Núñez cuando toma la pluma. La fuerza de sus dibujos, de sus acuarelas, de sus murales brotan de este genio poco conocido y que no es sólo patrimonio de Arequipa sino de todo el Perú. Dice Núñez Ureta refiriendo a sus obras. “Colores y tinta. Colores de la miseria y de la opulencia (los mismos colores), tinta inquisitiva, persiguiendo pasiones, expresiones, gastos, actitudes. En la cara de la genta se puede leer su historia. En las actitudes de los grupos humanos se puede leer la historia de sus pueblos. Historia verdadera sin fechas y sin héroes. Viviente historia que debiéramos llenar de alegría, da justicia, de dignidad humana.”

3. Final. Dos nombres que encierran su amor por el Perú. Distintas vertientes que confluyen en el arte de apreciar la realidad nacional y expresarla. Nuestros alumnos deben conocerlos, deben estudiar su obra para que reafirmen su identidad, los valores que cultivaron con tesón y humildad, Uno entregando su vida a los 21 años y otro viendo extinguirse su vida hasta expirar en 1988.

Dos vidas, dos ejemplos, dos generaciones unidas por su identidad, por sus valores, por la forma de interpretar la realidad nacional. “Luchar para construir un país unido y con justicia social” como decía Núñez y pensar el Perú como Javier “El valle de Tarma es grande. /Pero más grande es mi corazón/ cuando lo miro, /pero más amplio mi pecho cuando/aspiro aire, aire/ cielo y cóndor, / martes y jueves/ más grande que el/rio es el hombre/ más grande que el/ valle son los ojos/ de tantos caminantes/ de costado.”

Pocos valoran cuando el compromiso lleva al límite. Pocos reconocen que somos capaces de ser y hacer expresiones artísticas sin tratar de adocenarlas bajo el manto de corrientes y tendencias extranjeras. Demostrar que somos capaces de ser diferentes y aportar a la altura de los mejores, no debe ser una competencia, todo lo contrario es mostrar que es posible hacer la diferencia en medio de tanta estandarización y comercio. Tengámoslos siempre presentes.( 26.05.12)

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