JOSE MARÍA ARGUEDAS: 100 años

Arguedas es el escritor de los encuentros y desencuentros de todas las razas, de todas las lenguas y de todas las patrias del Perú. Pero no es un testigo pasivo, no se limita a fotografiar y a describir, toma partido.”, (Gustavo Gutiérrez, Entre las Calandrias)

Sin duda estas palabras de nuestro teólogo, resumen lo que ha sido y es José María Arguedas para el Perú. Este 18 de enero se conmemora el centenario de su nacimiento en Adahuaylas, Apurimac. Muy temprano, a los 3 años perdió a su madre. Su padre, juez, se casó con una terrateniente adinerada, quien decidió cuando no estaba el padre –pues viajaba por razón de su función- que el niño viviera con los sirvientes.

“Voy a hacerles una confesión un poco curiosa: Yo soy hechura de mi madrastra. Mi madre murió cuando yo tenía dos años y medio. Mi padre se casó en segundas nupcias con una mujer que tenía tres hijos: yo era el menor y como era pequeño me dejó en casa de mi madrastra, que era dueña de la mitad del pueblo; tenía mucha servidumbre indígena y el tradicional menosprecio e ignorancia de lo que era un indio, y como a mí me tenía tanto desprecio y tanto rencor como a los indios, decidió que yo había de vivir con ellos en la cocina, comer y dormir allí. Mi cama fue una batea de ésas en que se amasa harina para hacer pan, todos las conocemos. Sobre unos pellejos, y con una frazada un poco sucia, pero bien abrigadora, pasaba las noches conversando y viviendo tan bien que si mi madrastra lo hubiera sabido me habría llevado a su lado, donde sí me hubiera atormentado.” (Testimonio y lectura. José María Arguedas. PRIMER ENCUENTRO DE NARRADORES PERUANOS. Lima, -abril 1986. Instituto Nacional de Cultura.)

Sin duda una vida desde temprano transida de exigencias y aprendizajes desde la tierra misma y desde su entorno y desde el amor de los indios que lo educaban a su manera. Riqueza que José María fue valorando y asimilando. San Juan de Lucanas, Arequipa, Cusco, Abancay, Chalhuanca, Puquio (“una formidable comunidad de indios…), Coracora, Yauyos, Pampas, Huancayo y otros pueblitos de comunidades andinas, Ica y su experiencia de educación en un Colegio diferente y donde destacó con las mejores notas; Lima, la ciudad capital, en donde enriqueció sus conocimientos, pero donde supo reencontrar a “su gente”, aquella de los andes, con su idioma, música, sus cantos, sus fiestas. Fue maestro de secundaria y también maestro universitario.

El antropólogo RodrIgo Montoya nos dice que “Lo que importa es la obra que dejó, su ejemplo, su huella. Es suficiente leer sus textos y tener una visión aproximada de la coherencia entre lo que decía y hacía, y también, por supuesto, sus contradicciones. Además de su obra literaria como novelista, cuentista y poeta, fueron importantes para el país sus libros de antropología y sus artículos periodísticos. Desgarrado por el conflicto que separa a unos peruanos de otros, no sólo en la esfera económica sino, principalmente, en el mundo de las culturas, vivió, sintió, sufrió y disfrutó el país.(Huellas de Arguedas en 40 años. En La Primera, Lima, 26.12.10)

El mensaje de José María es para todos los peruanos. Nacido desde las honduras de su ser y pensando –tal vez en quechua por la ternura de sus palabras- lo llevó hasta el mundo académico y allí no fue comprendido. Las distintas circunstancias de narrador, poeta, antropólogo, viajero, ensayista y profesor forjan un mismo mensaje: el de reivindicar la cultura india – quechua y buscar como mestizo que era, alguna articulación entre dos mundos enfrentados en nuestro país, el mundo de origen hispano- criollo y el de origen indígena.

Arguedas es un escritor entre dos culturas, dos tradiciones que están muy presentes en su obra -a veces integradas y a veces en una confrontación dramática-. ¿Por qué tanta mezquindad desde el mundo oficial con él para reconocer su aporte? Comprender a Arguedas es un ejercicio permanente para entender al otro. Pasar del discurso a la acción; de la palabra a la decisión. Haber tenido un compatriota de ese talento y no tener presente su aporte a la cultura nacional y al mundo académico es de mistis o señores, como a él le gustaba denominar.

Algunas ideas pedagógicas de Arguedas quedan en sus artículos en especial en el que tituló ”Algunas observaciones sobre el niño indio actual y los factores que modelan su conducta”(Consejo Nacional de Menores. Lima, 1966,pp.18) . “El medio en el cual el niño indígena crece y se forma ahora, ha cambiado en relación con el que lo rodeaba hace unos treinta o cuarenta años… El niño ha nacido en una comunidad de indios actual, recibe la influencia de algunos factores recién aparecidos en su medio, pero estos son por entero distintos y no simple modificación lenta y gradual…El niño que nace y crece en un mundo en que la vida humana está relacionada y depende de la vida consciente de las montañas, de las piedras, de los insectos, ríos, lagos y manantiales, se forma considerando el mundo y su propia existencia de una manera absolutamente diferente que el niño de una ciudad, en que sólo el ser humano está animado por un espíritu. Cuando yo tenía unos siete años de edad encontré en el camino seco, sobre un cerro, una pequeñísima planta de maíz que había brotado por causa de alguna humedad pasajera o circunstancial del suelo o porque alguien arrojó agua sobre un grano caído por casualidad. La planta estaba casi moribunda. Me arrodillé ante ella; le hablé un buen rato con gran ternura, bajé toda la montaña, unos cuatro kilómetros, y llevé agua en mi sombrero de fieltro desde el río. Llené el pequeño pozo que había construido alrededor de la planta y dancé un rato de alegría. Ví como el agua se hundía en la tierra y vivificaba a esa tiernísima planta. Me fui seguro de haber salvado a un amigo, de haber ganado la gratitud de las grandes montañas, del río y los arbustos secos que renacerían en Febrero. Un pariente mío, en cuya casa habitaba, pero con cuyos indios de verdad vivía, se mofó de la hazaña cuando se la conté. Yo me quedé estupefacto y herido. Ese hombre, que no parecía sentir respeto por la vida del maíz, podría ser un demonio. Quien ofenda al maíz despierta el resentimiento de la madre del maíz, o del trigo, si de éste se trata. Entonces la madre se irá a otros pueblos lejanos y el maíz o el trigo no volverán a germinar en la tierra hasta que la ofensa fuera reparada.”

La sencillez para reflexionar sobre las cosas simples, cotidianas, infantiles desde sus conocimientos profesionales, enriquece más el aporte de Arguedas. Llama la atención del mundo mágico de la cultura andina y a la vez va dando cuenta de los cambios que se viene dando desde la modernidad. Esto lo registra así: “La educación escolar y la experiencia de las ciudades de Ica, Nasca y Lima han cambiado radicalmente el concepto sobre el mundo y las relaciones sociales entre las generaciones últimas. Esos jóvenes de las comunidades, en que la movilidad espacial y la especialización han sido de alto grado, se ha vuelto escéptico en cuanto se refiere a las creencias religiosas; se han quedado sin ellas y han sustituido la fe religiosa por otros incentivos de tipo social y político. Los niños de esta comunidad que era muy tradicionalmente india hasta hace unos treinta años, reciben, ahora, esta doble influencia contradictoria, especialmente cuando han llegado a la edad escolar…” (”ALGUNAS OBSERVACIONES.. (Consejo Nacional de Menores. Lima, 1966,pp.18) .

El significado de su visión del niño andino es un alcance importante a tener en cuenta en medio de la lluvia de ofertas educativas para “civilizar” a los indios. Sin duda una queja por la constatación de que la cultura se vaya perdiendo por la presencia y exposición a los cambios que se viene dando y al proceso de migración del campo a la ciudad. Bueno fuera que nuestro sistema educativo reparase en lo que Arguedas plantea.

De otro lado expresa que “La conducta del niño indio está también condicionada por la situación que ocupa en la sociedad y por la clase de trabajo a que se dedican sus padres. Una de las primeras preocupaciones de Arguedas, tanto en lo literario como en lo educativo, fue legitimar el status del quechua. Su dilema consistía en cómo hacer de sus actores, que hablaban y pensaban en quechua, personajes en castellano. Superó esta contradicción creando un “nuevo idioma”, de préstamos y concesiones; donde el quechua y el castellano no se excluyeron. A ello recurrió, sobre todo, cuando fue necesario potenciar y contextuar meridianamente la acción de sus protagonistas.”

Sin duda su preocupación estaba centrada en el manejo que el quechua reportaba a los indios monolingües, el menosprecio de los mistis y criollos. Manifiesta así que “Estamos asistiendo aquí a la agonía del castellano como espíritu y como idioma puro e intocado. Lo observo y lo siento todos los días en mi clase de castellano del Colegio Mateo Pumacahua. Mis alumnos mestizos en cuya alma lo indio es dominio, fuerzan el castellano y en la morfología íntima de ese castellano que hablan y escriben en su sintaxis destrozada reconozco el genio del quechua.”

Su preocupación para hacer que sus alumnos aprendan el castellano lo llevó a “… ofrecer cinco horas semanales de clases extraordinarias de castellano y en seis meses alcanzaron a corregir sus defectos más graves; las explicaciones las hacía en quechua para corregir cada error y el medio principal de la enseñanza fue el ejercicio intenso de la elocución y de la lectura; esto es el castellano bárbaro que hablaban fue paulatinamente domesticándose hasta que los alumnos de Sicuani lograron tener cierto dominio en la expresión castellana”.

En relación con el juego, lo lúdico como se denomina hoy, decía Arguedas: “…el niño indio juega casi invariablemente a manera de entretenimiento para realizar bien sus ocupaciones de adulto. Podríamos hablar de un tipo de juego funcional y no de recreación pura. Juega imitando las faenas que realizan los mayores: ara, arrea “animales” -que pueden estar representados por piedras o insectos- y los encierra en “corrales” tosca y primorosamente construidos de guijarros o trozos de barro seco; “construye” casas, acueductos, hornos, molinos.”

Poniendo de manifiesto la creatividad y no la simple imitación, el niño indio se “entrenaba” para asumir retos mayores. Así cuenta que “… un niño menor que yo, que tenía entonces 13 años me tomó de “ayudante”, y en varios días, abrimos un acueducto que bajaba desde una acequia de la huerta de la hacienda, por la ladera, salvando “quebradas” y “ríos”, por puentes hechos de teja o de hojas de maguey; construimos una caída de agua, bien canalizada y el molino de piedra. El pequeño fabricó la bóveda, luego, la piedra solera y la voladora del molino, hizo la rueda y su eje, hasta el dado sobre el cual se apoyaría el eje; fijó las piedras exactamente como un molino verdadero. Soltó el agua, seguimos la corriente hasta que llegó al canal de “fuerza”, se precipitó y golpeó las cucharas de la ruedas, bajo la bóveda, salpicó agua y el molino dio vueltas muy rápidas entre las paredes de la “fábrica”. Contemplé el juguete asombrado y con un regocijo que colmaba el mundo y lo contagiaba. Don Manuel María, el viejo patrón, que no me estimaba porque me consideraba un “ocioso imaginativo” descubrió el molino en la tarde del mismo día en que lo habíamos inaugurado, destruyó los delicados acueductos, la caída de agua, la piedra solera y la voladora, la bóveda de cuyo interior las cucharas de la rueda lanzaban chorritos de agua, los derrumbó con los pies, machucando todo con los tacos y la planta de los zapatos, no sin antes haber contemplado sonriente e irónico este “curioso adefesio”. Yo quedé herido para siempre contra ese viejo avaro; el niño indígena corrió hasta el pie de un gran árbol de chirimoya, se acurrucó allí e hizo cuanto le era posible por parecer que no existía. Yo estaba llorando a torrentes cuando el viejo demonio se fue. El niño ni siquiera volvió la cabeza para mirarme. Corrió delante del patrón, cuando éste se dirigió hacia la puerta de la gran huerta, y desapareció. No quiso volver después a la casa hacienda; se escondía de mí. A los pocos días concluyó el turno del trabajo del padre, que era siervo de la hacienda y se fue con él. Me pareció que no sufría sino que estaba sumamente atemorizado”.

Luego del relato hace la siguiente reflexión: “Los juegos del niño de las comunidades muy aisladas y monolingües constituyen no sólo un medio de entrenamiento biológico sino social y práctico. Son parte de la educación, puesto que todo el proceso de ella es irregular, aún cuando concurra a la escuela, porque la escuela oficial prepara para otra clase de vida que la habrá de llevar en su medio social nativo.”

La reflexión de Arguedas a partir de este relato breve alcanza temas para meditar cuando expresa que “…la tradición está cambiando en este aspecto de la vida en las comunidades actuales. El claustro de la casta ha empezado a ser quebrantado, especialmente en las comunidades con tierras suficientes. En ellas, los indios jóvenes se convierten en un nuevo tipo de mestizos, a los que la antropología denomina cholos. No se han desarraigado del todo de su cultura nativa ni han aprendido lo suficiente de la cultura urbana moderna de tipo occidental. Pero construyen escuelas febrilmente, tratan de aprender a leer y hablar castellano. Como en el caso, tan someramente analizado, de las creencias religiosas y mágicas, el niño indio participa de los juegos “escolares” (corros, “mundo”, fútbol, etc.) y practicando los antiguos. Se prepara para adaptarse a un medio en que el conflicto entre lo nativo y lo “moderno” se irá haciendo cada vez más agudo. No podemos prever todavía bien, pues no hemos estudiado suficientemente ni siquiera la propia cultura peruana actual, cómo se desencadenará en conflicto ni en qué dirección. Pero es inevitable el conflicto, la insurgencia de la gran masa indígena se ha iniciado, se ha puesto en marcha. Pensamos que será para bien del país, para enriquecer su capital humano. El niño indio es quien más padece el conflicto; y las contrapuestas fuerzas que ahora lo sacuden, quizá puedan dar lugar a la formación de un hombre cargado de tremenda energía para la creación y la renovación.”

Este fue el José María Arguedas a quien reconocemos como un maestro y académico entregado a una realidad nacional y sus gentes. Así como hemos trascrito las líneas anteriores, existen otros escritos en donde su testimonio de docente queda manifiesto por su coherencia entre su pensamiento, sentimiento y acción. Uno de los aportes que no se resalta mucho es aquel referido a su contribución la política educativa y dentro de ella al proyecto educativo indigenista. Este proyecto desarrollado a fines de la década de 1930 fue impulsado por José Antonio Encinas, Luis E. Valcárcel y al que también aportó Arguedas. El proyecto reconocía virtudes inherentes a la cultura indígena que debían preservarse: el colectivismo agrario y en el campo pedagógico la conveniencia de alfabetizar en el propio idioma autóctono y de adaptar las estrategias educativas a las características y necesidades de la población andina rural. Su interés por lo educativo venía de la vivencia que tuvo cuando ejerció la profesión docente y que en un artículo de 1944 criticó de manera dura lo que llamaba como “método de la imposición” en la educación. Propone lo que llamó “el método cultural” como sustitución a los que se utilizaba en las escuelas rurales de entonces. Este método recomendaba alfabetizar en la propia lengua vernacular, para lo cual debería dotarse al quechua de un alfabeto. De esta manera aprenderían a leer más rápido y con mayor eficacia no sólo los indios sino que afirmarían su personalidad cultural.

Carlos Contreras en su documento de trabajo (Maestros, mistis y campesinos en el Perú rural del siglo XX. Biblioteca virtual de Ciencias Sociales. WWW. cholonautas.edu.peolonautas) apunta que “Los autores del proyecto educativo indigenista compartían la convicción de la absoluta importancia de la alfabetización Arguedas la consideraba “un don”, que “iluminaba espiritualmente” y “dignificaba” a quien lo poseía. En este sentido advierto que el calificativo de “indigenista” no obedece a que este proyecto en su diseño se hallara atado a un rechazo de la cultura hispana u occidental, Arguedas, por ejemplo, afirmaba en estos años cuarenta: “que el castellano es un idioma mucho más perfecto que su lengua aborigen”; no pretendía la sustitución del idioma nacional por el autóctono.”

Describe Arguedas como lo consigna Contreras que el desempeño de los maestros cuando enseñaban tenía su singularidad: “Tras un largo, penoso y agobiante esfuerzo los maestros de escuelas logran enseñar al indio el alfabeto español y consiguen que lea un centenar de palabras españolas –y hasta es posible que logren que el alumno indio alcance a leer algunos libros escolares. Cuando el escolar indígena ha aprendido el mecanismo de la lectura, el maestro le explica un poco las Ciencias Naturales y le enseña las cuatro operaciones aritméticas fundamentales. Cuando estas explicaciones se hacen parte en kechua y parte en castellano como es práctica de todos los maestros de la sierra, los alumnos indios logran comprender parte de lo que el profesor les explica, y a lo largo de este proceso consiguen asimismo ampliar un poco su vocabulario castellano. Egresa – el alumno indio de la escuela elemental, vuelve a su medio, pretende leer un periódico, un libro, un texto cualquier, y no logra jamás sentir ningún interés por la lectura, porque desconoce el 80% de las palabras que lee, las pronuncia sin entender su significado, y como no llega nunca al contenido de lo que lee, porque en verdad no lee sino que sólo interpreta alfabéticamente una serie de palabras extrañas para él, pierde definitivamente toda ilusión, todo gusto por la lectura, e ingresa nuevamente en la inmensa y casi inalterable multitud de indios analfabetos, en el mundo de los “ciegos” (ñausa) como ellos denominan con terrible amargura a los que no saben leer.” (Maestros, mistis y campesinos en el Perú rural del siglo XX. Biblioteca virtual de Ciencias Sociales. WWW. cholonautas.edu.peolonautas)

El tema del profesorado es abordado por Arguedas cuando dice: “Una mitad de los profesores que tuvo [refiriéndose a él mismo, en tercera persona] llegaban a la clase con veinte minutos de retraso, diez minutos empleaban en pasar lista, y el resto bostezaban o dictaban algún curso antiguo que los alumnos teníamos que copiar durante todo el año. La otra mitad de los profesores explicaban todas las cuestiones de sus cursos que el Plan oficial indicaba, se ceñían al plan con fidelidad militar.” (Maestros, mistis y campesinos en el Perú rural del siglo XX. Biblioteca virtual de Ciencias Sociales. WWW. cholonautas.edu.peolonautas)

En el año 1945 se vincula Arguedas con Encinas y Valcárcel en el Consejo Nacional de Educación. Hubo la circunstancia de que Encinas como diputado presidía la comisión de educación y Valcárcel fue nombrado ministro. El proyecto indigenista fue puesto en marcha atacando varios frentes: la alfabetización en quechua a la población indígena y el mejoramiento del salario de los maestros para que de esta manera recuperasen su jerarquía social en la sociedad rural; ampliar la gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza en los tres primeros años de Secundaria. Además en cada hacienda o establecimiento privados donde existiesen treinta o más niños en edad escolar era obligatorio contar con una escuela pagada por el propietario. Así nacieron las llamadas escuelas fiscalizadas.

En cuanto a la organización/gestión de la educación indígena ésta tenía un tratamiento especial a partir de los Núcleos Educativos comunales (NEC). Debía en tener una escuela central. Alrededor de ella se agrupaban entre quince y veinte escuelas “seccionales”. La escuela central controlaba la marcha de las “seccionales” mediante inspecciones periódicas. En cuanto a los profesores se requería que debían ser quechuahablantes, de manera especial en la escuela central.

Esta experiencia vale la pena estudiarse para aprender de sus fundamentos y también de sus debilidades. Sin duda un campo no tan profundizado desde lo educativo. La experiencia duró muy poco, se agotó muy pronto, hacia 1950 cuando se constata que la alfabetización en quechua no logró los resultados esperados. Empezó a ser cuestionada.

Arguedas percibió en 1966 cuál es el impacto cultural que en el seno de una población secularmente marginada, o librada del influjo de la cultura occidental moderna, tuvo esa nueva colonización de la instrucción, que vino en pocas décadas a imponer el idioma castellano y una concepción del mundo apegada al historicismo cristiano.

También advirtió que habría un desenlace de un temible “conflicto entre lo nativo y lo moderno” en la población indígena, sin poder todavía prever “como se desencadenará el conflicto ni en qué dirección.

La obra y el pensamiento de Arguedas y su relación con la educación peruana, espera aún estudios especializados desde la política educativa de la época, de las corrientes en boga, articulados a modelos de desarrollo y procesos políticos hegemónicos que se fueron dando. Arguedas según los críticos dedicados a su obra han resaltado su originalidad como narrador y coinciden en que ésta nace, en parte, de la forma cómo el escritor peruano analizó desde adentro el mundo andino. Un universo que en no pocas ocasiones aparece articulado a través de dualidades que atañen tanto a aspectos individuales como sociales: blanco / indio, español / quechua, mundo de la niñez / mundo adulto, nación peruana / capitalismo, costa / sierra, el bien / el mal, etc. Sin embargo, su obra significa algo más, y esa significación creemos que viene determinada por una serie de singularidades que van más allá de su obra literaria, pero que sin duda inciden en ella: la fusión entre su vida y su obra, su formación literaria, la inclusión de la antropología y la etnología en sus ficciones, la búsqueda de un lenguaje singular y cómo cada uno de estos aspectos contribuyen a a la creación de un universo narrativo único. (SINGULARIDADES DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS COMO ESCRITOR. CARMEN ALEMANY BAY Universidad de Alicante-España. América sin nombre, nos 13-14)

Juan Larco (Editor-Fundador de la Revista QUEHACER, Lima –Perú), escribió en el Prólogo del libro Recopilación de textos sobre José María Arguedas. Centro de Investigaciones Literarias Casa de Las Américas – Cuba 1976: “Lejos estamos ya de la problemática del indigenismo, y lejos también del viejo dualismo. Ahora bien; si el proceso, la trayectoria que describe la obra de Arguedas, serían inexplicables sin su conocimiento del indio, su amor entrañable por él, y su confianza ilimitada en su fuerza, en sus aptitudes, en la vitalidad de su cultura, tampoco podrían explicarse sin los cambios ocurridos en el país desde el primer tercio de siglo hasta nuestros días… El Perú no ha cesado de «occidentalizarse», pero al propio tiempo se ha «indigenizado» hasta un punto que habría causado asombro a los hombres de comienzos de siglo. La costa –ese asiento tradicional de la población blanca y criolla- ha penetrado en la sierra. Pero ésta, a su vez,ha penetrado y penetra hondamente en aquélla. Sólo en la capital, Lima, más de la tercera parte de su población procede hoy de la sierra. Así el proceso de «mestización» se profundizaba y extendía, modificando la fisonomía de la sociedad peruana, aunque librado a su propia espontaneidad no podía suprimir de raíz viejos males que la aquejaban.

La obra de Arguedas signa, pues, toda una época, y no sólo una corriente en la literatura. Rastreando en ella, se reconoce el proceso de una conciencia y de una realidad, y proyecta hacia el futuro la imagen de una sociedad reconciliada consigo misma, que vislumbra por fin su verdadero rostro, su verdadera identidad. De ahí su inocultable trascendencia.”

El hecho de que este gobierno de Alan García haya realizado un mezquino gesto de no reconocer a José María Arguedas, un peruano que hizo desde las entrañas del país la construcción de un discurso renovado sobre nuestra cultura, dice mucho de lo que las clases dirigentes “europeizadas” o “neoliberales” quieren para el Perú. Prefieren la rentabilidad política a la consolidación de nuestra identidad nacional.

Este año no será llamado Centenario del nacimiento de José María Arguedas como todos los peruanos lo queremos, sino “Año del Centenario de Machu Picchu para el mundo”. Sin embargo más de un gobierno regional ha decidido denominarlo como corresponde y estamos con ellos por ser un deber de reconocimiento a quien aportó y sigue aportando a nuestra cultura nacional. (15.01.11)

Etiquetas: , , ,

3 respuestas to “JOSE MARÍA ARGUEDAS: 100 años”

  1. Wilman Says:

    Excelente articulo, felicitaciones, hay tantas cosas ocultas aun por saber del pensamiento de J.M Arguedas. Sigan adelante.

  2. Yolanda Aliaga Says:

    Yolanda Aliaga:
    Comparto ..excelente extracto…y gratitud por habrirme un panorama tan peruano , seguir amando mi Peru profundo….pero a veces como Arguedas experimentar la impotencia de hacer nada o poco para rescatar tantos valores que aun viven en sus benditas entrañas…

  3. Alejo Valverde Huamanñahui Says:

    EXCELENTE «INDIGENISTA» DE CARNE Y HUESO QUE AMA A SU PUEBLO Y A SUS PÀTRIA

Deja un comentario